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martes, 5 de noviembre de 2013

Estamos invitados a una gran fiesta, ¿cuál es nuestra respuesta?

Rom. 12, 5, 16; Sal. 130; Lc. 14, 15-24
‘¡Dichoso el que coma en el banquete del Reino de Dios!’ Es el grito como el deseo o como la alegría nacida de la esperanza, con que alguien en un momento determinado se expresa en medio de todos. Mucho habría escuchado quizá a Jesús y los anuncios que Jesús hacía del Reino de Dios y algo pretendía comprender de lo que Jesús iba enseñando. Algo así también nosotros decimos o pensamos en un momento de fervor y de entusiasmo cuando escuchamos a Jesús, cuando tenemos una hermosa experiencia espiritual. También nos llenamos de deseos de participar en ese banquete del Reino de los cielos y suspiramos de alguna manera por ello.
¡Dichoso, dices, el que coma en el banquete del Reino de Dios!, parece responderle Jesús, pero sin embargo no todos han querido participar en ese banquete que para todos estaba preparado. Estaba preparado, nos dice Jesús, pero sin embargo no todos quisieron participar cuando les llegó la invitación; tenían sus preocupaciones, tenían sus ocupaciones y trabajos, había negocios quizá que atender, había cosas que consideraban más importantes o compromisos que tenían de antemano y que ahora no iban a dejar por mucho que se les invitara al banquete; algunos quisieron quizá dejarlo para otro momento, ya tendrían tiempo; y ya ves, no todos quisieron venir.
Pero el banquete no se deja de celebrar; si aquellos invitados del principio no quieren venir, vamos a buscar a otros, vamos a salir a los caminos y a esos que nos parecen más infelices, esos que están llenos de limitaciones y debilidades, esos que parecía que no iban a escuchar ni atender a la invitación, a esos vamos a traer.
¿No había dicho Jesús que había que invitar a los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos? Esos serán los que llenarán la sala del banquete. Es que la Buena Noticia es para los pobres, para los que nada tienen, para los que por su situación parece que han perdido toda esperanza, para aquellos que nadie quiere ni nadie valora. Lo había anunciado Jesús desde la sinagoga de Nazaret, porque a esos oprimidos por la pobreza o por el mal que atenaza su corazón se les anuncia la libertad y la amnistía, el perdón total. Para ellos es el año de gracia del Señor.
Es la parábola con la que Jesús le está respondiendo a aquel comensal de los buenos deseos y del corazón lleno de esperanza. Es la parábola que nos está proponiendo Jesús a nosotros también porque podemos tener buenos deseos en el corazón, pero cuando llega el momento de dar la respuesta que nos pide el Señor también estamos atareados, tenemos tantas cosas que hacer, o hay otras preocupaciones que consideramos más importantes.
Es fácil que ahora digamos, bueno yo no soy así y yo quiero responder fielmente a la llamada del Señor, pero, sin culpabilizarnos de forma excesiva, miremos sin embargo lo que ha sido la historia de nuestra vida y lo que le hemos ido respondiendo al Señor en tantas ocasiones que nos ha llamado. La tentación siempre nos ha estado acechando y tantas veces hemos preferido hacernos la vida a nuestra manera, lejos de lo que es el espíritu del Evangelio y de lo que es vivir el reino de Dios. También hemos dejado de responder por muchas cosas o porque aún no le habíamos dado toda la importancia a lo que es vivir en el espíritu del Reino de Dios.
Esta es una nueva llamada, una nueva invitación que nos hace el Señor. Quizá no nos consideremos dignos porque nos vemos tan débiles y tan limitados en nuestra vida, pero es a los que busca el Señor. No temamos considerar que somos de esos pobres, lisiados o cojos y ciegos, que son invitados a participar del banquete del Reino. Con nuestra pobreza, con nuestra pequeñez, con nuestras limitaciones y también con nuestra vida llena de defectos y de errores, somos amados de Dios, del Dios bueno que es nuestro Padre y siempre nos busca.

Que no demos largas una vez más a la respuesta que hemos de dar a la invitación a participar en el Banquete del Reino. Estamos invitados a una gran fiesta. ¿No tendríamos que pasar la voz a los demás para que también participen de la fiesta del banquete del Reino de los cielos?

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