Tu generosidad te lleve a compartir con los que nada
tienen y no te pueden pagar
Rom. 11, 29-35;
Sal. 68; Lc. 14, 12-14
El pasaje
del evangelio que hoy se nos ha proclamado viene a ser como la culminación de
un conjunto de detalles que se fueron sucediendo, y que no hemos escuchadio por
coincidirnos las festividdades de Todos los Santos y la conmemoración de los
difuntos del pasado sábado.
Había
invitado a Jesús a comer en su casa un hombre principal. Muchos otros habían
sido invitados también y Jesús observa que todos corren para ocupar los mejores
puestos de la mesa. De ahí parte Jesús para decirnos que no andemos preocupados
por ocupar puestos principales en la mesa. Colócate el último, les dice Jesús y
si el que te invitó considera que has de ocupar otro puesto mejor ya te subirá
más arriba.
Pero hoy
quiere decirnos más. ¿A quienes invitamos a nuestra mesa? Es normal que
invitemos a aquellos que son más cercanos a nosotros, nuestros amigos; claro
que ahí pueden entrar nuestras ambiciones y busquemos invitar a alguien que
luego también nos invite a nosotros. Es aquí donde Jesús quiere hacernos
reflexionar. ¿Por qué hemos de reducirnos a invitar a nuestros amigos ricos que
a su vez nos inviten? Pareceria que estamos buscando el ser pagados por aquello
que hemos hecho y que tendría que ser una ocasión hermosa para compartir, para
establecer buenas relaciones amistosas con los demás.
Pero Jesús
nos dice más. ‘Cuando des una comida o
una cena, no invites tus amigos ni a tus
hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos: porque corresponderán
invitándote y quedarás pagado… invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos;
dichoso tú que no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos’.
‘Vende lo que tienes y da el dinero a los pobres, así
tendrás un tesoro en el cielo’, nos ha dicho en
otra ocasión. Recordamos, por ejemplo, al joven rico.
Y es que
en la vida muchas veces actuamos por aquello de que yo te doy para que tú me
des. Nada queremos dar de forma gratuita porque siempre estamos esperando qué
es lo que nos van a dar a cambio de lo bueno que hemos hecho. ¿Eso se llama
generosidad y desprendimiento? Cuántas veces hemos escuchado a esa persona no
la ayuda nadie porque ella tampoco ayuda a los demás. Pero el estilo del amor
que nos enseña a tener Jesús es bien distinto. No hacemos las cosas por el
interes. Lo que buscamos siempre es la gloria de Dios y que se vaya realizando
el Reino de los cielos.
Que el
Señor nos dé ese espíritu de desprendimiento y generosidad. Pidámoslo con ganas
al Señor. Muchas mas cosas podríamos reflexionar. Que el Señor ilumine nuestra
vida.
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