Vistas de página en total

lunes, 4 de noviembre de 2013

Tu generosidad te lleve a compartir con los que nada tienen y no te pueden pagar

Rom. 11, 29-35; Sal. 68; Lc. 14, 12-14
El pasaje del evangelio que hoy se nos ha proclamado viene a ser como la culminación de un conjunto de detalles que se fueron sucediendo, y que no hemos escuchadio por coincidirnos las festividdades de Todos los Santos y la conmemoración de los difuntos del pasado sábado.
Había invitado a Jesús a comer en su casa un hombre principal. Muchos otros habían sido invitados también y Jesús observa que todos corren para ocupar los mejores puestos de la mesa. De ahí parte Jesús para decirnos que no andemos preocupados por ocupar puestos principales en la mesa. Colócate el último, les dice Jesús y si el que te invitó considera que has de ocupar otro puesto mejor ya te subirá más arriba.
Pero hoy quiere decirnos más. ¿A quienes invitamos a nuestra mesa? Es normal que invitemos a aquellos que son más cercanos a nosotros, nuestros amigos; claro que ahí pueden entrar nuestras ambiciones y busquemos invitar a alguien que luego también nos invite a nosotros. Es aquí donde Jesús quiere hacernos reflexionar. ¿Por qué hemos de reducirnos a invitar a nuestros amigos ricos que a su vez nos inviten? Pareceria que estamos buscando el ser pagados por aquello que hemos hecho y que tendría que ser una ocasión hermosa para compartir, para establecer buenas relaciones amistosas con los demás.
Pero Jesús nos dice más. ‘Cuando des una comida o una cena, no invites  tus amigos ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos: porque corresponderán invitándote y quedarás pagado… invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú que no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos’.
‘Vende lo que tienes y da el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo’, nos ha dicho en otra ocasión. Recordamos, por ejemplo, al joven rico.
Y es que en la vida muchas veces actuamos por aquello de que yo te doy para que tú me des. Nada queremos dar de forma gratuita porque siempre estamos esperando qué es lo que nos van a dar a cambio de lo bueno que hemos hecho. ¿Eso se llama generosidad y desprendimiento? Cuántas veces hemos escuchado a esa persona no la ayuda nadie porque ella tampoco ayuda a los demás. Pero el estilo del amor que nos enseña a tener Jesús es bien distinto. No hacemos las cosas por el interes. Lo que buscamos siempre es la gloria de Dios y que se vaya realizando el Reino de los cielos.

Que el Señor nos dé ese espíritu de desprendimiento y generosidad. Pidámoslo con ganas al Señor. Muchas mas cosas podríamos reflexionar. Que el Señor ilumine nuestra vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario