Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" El les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero."»
Nos preguntamos muchas veces ¿por que tanto mal, tanto egoismo, tanta hipocresia, tanta injusticia? Queremos lo bueno, pero vivimos rodeados de tanto mal. Queremos un mundo bueno y sin embargo van floreciendo tantas flores del mal alrededor nuestro, de manera que nos salpica a nosotros tambien. Luchamos por el bien, queremos sembrar buenas semillas en la vida; es, por ejemplo, la tarea de los educadores, la tarea de la familia, la tarea de los que trabajan por los demas, la tarea de toda persona buena que quiere hacer siempre el bien, la tarea que queremos realizar desde la Iglesia sembrando las semillas del Reino de Dios. Tenemos el peligro se sentirnos defraudados porque no vemos frutos o los frutos se malogran; sentimos la desilusion de que alli donde sembramos lo bueno luego vemos surgir el mal y todas sus consecuencias.
¿Tenemos que perder la esperanza? ¿Vamos a tirar la toalla, como se suele decir? De ninguna manera. Hemos de trabajar siempre con ilusion, con esperanza, con constancia, con amor. Nos fiamos del Señor y en El encontramos toda la fuerza que necesitamos. El Señor esta a nuestro lado y nos da la fuerza de su Espiritu. Lo que nos puede parecer muerte es camino de vida, si comprendemos el sentido de la pascua. Fue el camino de Jesus y es nuestro camino.
Esa esperanza quiere suscitar en nuestro corazon la parabola que hoy nos propone la Palabra de Dios. Juntos aparecen en el campo que vamos sembrando la buena semilla y en medio la cizaña, pero no nos hemos de sentir defraudados sino esperar a la cosecha final. En contra de lo que pueda suceder en la naturaleza el corazon de los hombres puede cambiar. La gracia del Señor los puede transformar. Es nuestra esperanza. Es nuestra lucha por el Reino de Dios.
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