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viernes, 3 de mayo de 2013

Por medio de los santos apóstoles proteges y guías a todos con la luz del Evangelio

1Cor. 15, 1-8; Sal. 18; Jn. 14, 6-14
‘Os recuerdo el evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando… que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras…’
Así nos lo recuerda el apóstol san Pablo y ahí encontramos el sentido profunda de esta fiesta de los Apóstoles Felipe y Santiago que hoy estamos celebrando, como la fiesta de todos los Apóstoles que vamos celebrando a lo largo del año. Viene a ser una proclamación y una afirmación de nuestra fe, que hemos recibido de los Apóstoles. Fueron los primeros testigos de la muerte y la resurrección del Señor que nos han trasmitido la fe. Es a lo que nos ayuda la celebración de la fiesta de los apóstoles, a una afirmación de nuestra fe.
Como diremos en el prefacio, motivando nuestra acción de gracias al Señor ‘no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos apóstoles, lo proteges y conservas, y quieres que tenga por guía la palabra de aquellos mismos pastores, a quienes tu Hijo dic la misión de anunciar el evangelio’. A esto tiene que ayudarnos nuestra celebración, damos gracias a Dios por la fe recibida, pero al mismo tiempo nos sentimos más fortalecidos para proclamarla en medio del mundo, porque también hemos recibido esa misión de anunciar el evangelio.
En el texto de san Pablo que hemos escuchado se nos ha dado una descripción de las distintas apariciones de Cristo resucitado, unas nos las han relatado los evangelios otras no, pero nos llega a decir cómo también se apareció a Santiago, como reconoce Pablo que también él tuvo su encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco. La liturgia nos ofrece este texto porque nos viene a ayudar en esa proclamación de nuestra fe, heredada de los Apóstoles, pero también por la mención a Santiago, que hoy estamos celebrando junto con Felipe. En el evangelio nos aparecerá Felipe en el diálogo con Jesús en la última cena.
Si nos fijamos bien en este texto del evangelio vemos que todo él es una invitación insistente a poner nuestra fe en Jesús. Felipe manifiesta su deseo, que era el deseo de todos los discípulos como es nuestro deseo según hemos reflexionando recientemente, de querer conocer más a Dios. ‘Muéstranos al Padre’, le pide a Jesús. Pero Jesús nos invita a poner toda nuestra fe en El; una fe que nos lleve a conocerle más, porque conociendo a Jesús estamos conociendo a Dios. ‘Quien me ha visto a mi, ha visto al Padre’, le responde Jesús.
Pero la respuesta de Jesús en cierto modo encierra una queja. Tanto tiempo con Jesús y aún no han terminado de conocerle. Ya hemos visto muchas veces cuánto les cuesta entender a Jesús, conocer a Jesús. Miremos a Jesús, conozcamos a Jesús, vivamos a Jesús y nos estaremos llenando de Dios. Porque nuestra mirada no es una mirada externa, el conocimiento de Jesús no es un conocimiento superficial que solo se fije en cosas; mirar a Jesús y conocerle es vivirle, es llenarnos de su vida, es irnos configurando con El para vivir su misma vida.
Y nosotros, ¿conocemos de verdad a Jesús? ¿ponemos en el toda nuestra fe y nuestra esperanza? Es nuestra tarea, la tarea de cada día. Si en verdad hemos comenzado a amar a Jesús, y a amarlo de verdad, cada día tendremos más deseos de su vida, tendremos ansias de escucharle y escucharle desde lo más hondo de nosotros mismos para dejarnos transformar por El, sin dejarnos reservas para nosotros. Y es que en el seguimiento de Jesús no podemos andas a medias tintas, nadando entre dos aguas, sino que por El hemos de aprender a darlo todo, a darnos totalmente.
Que la celebración de esta festividad de los dos santos apóstoles nos ayude a una vivencia profunda de nuestro ser cristiano, y de nuestro ser cristiano en Iglesia. Porque no vivimos nuestra fe por nuestra cuenta en solitario o a nuestra manera. Nuestra fe en Jesús tiene siempre, ha de tener un profundo sentido eclesial, porque a la Iglesia confió Jesús toda la gracia de la salvación para que a través de ella en la celebración de los Sacramentos y en la proclamación de la Palabra nos llegue esa gracia salvadora que nos llena de vida.
Que crezca nuestra fe; que crezca nuestro sentido de Iglesia; que crezca también nuestro espíritu misionero para llevar esa luz de la fe a los demás que quizá están a nuestro lado buscando hasta sin saberlo. ‘A toda la tierra alcanza su pregón’, repetíamos en el salmo. Como Felipe que con Andrés condujeron a aquellos dos gentiles que preguntaban por Jesús hasta el Maestro, nosotros por el testimonio de nuestra vida, pero también por  nuestra palabra valiente seamos capaces de conducir a la luz a tantos que se encuentran en las tinieblas por no tener fe y que solo en Jesús, en su encuentro con El podrán iluminar plenamente sus vidas. 

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