Por medio de los santos apóstoles proteges y guías a todos con la luz del Evangelio
1Cor. 15, 1-8; Sal. 18; Jn. 14, 6-14
‘Os recuerdo el
evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis
fundados, y que os está salvando… que Cristo murió por nuestros pecados según
las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras…’
Así nos lo recuerda el apóstol san Pablo y ahí
encontramos el sentido profunda de esta fiesta de los Apóstoles Felipe y
Santiago que hoy estamos celebrando, como la fiesta de todos los Apóstoles que
vamos celebrando a lo largo del año. Viene a ser una proclamación y una
afirmación de nuestra fe, que hemos recibido de los Apóstoles. Fueron los
primeros testigos de la muerte y la resurrección del Señor que nos han
trasmitido la fe. Es a lo que nos ayuda la celebración de la fiesta de los
apóstoles, a una afirmación de nuestra fe.
Como diremos en el prefacio, motivando nuestra acción
de gracias al Señor ‘no abandonas nunca a
tu rebaño, sino que por medio de los santos apóstoles, lo proteges y conservas,
y quieres que tenga por guía la palabra de aquellos mismos pastores, a quienes
tu Hijo dic la misión de anunciar el evangelio’. A esto tiene que ayudarnos
nuestra celebración, damos gracias a Dios por la fe recibida, pero al mismo
tiempo nos sentimos más fortalecidos para proclamarla en medio del mundo,
porque también hemos recibido esa misión de anunciar el evangelio.
En el texto de san Pablo que hemos escuchado se nos ha
dado una descripción de las distintas apariciones de Cristo resucitado, unas
nos las han relatado los evangelios otras no, pero nos llega a decir cómo
también se apareció a Santiago, como reconoce Pablo que también él tuvo su
encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco. La liturgia nos ofrece
este texto porque nos viene a ayudar en esa proclamación de nuestra fe,
heredada de los Apóstoles, pero también por la mención a Santiago, que hoy
estamos celebrando junto con Felipe. En el evangelio nos aparecerá Felipe en el
diálogo con Jesús en la última cena.
Si nos fijamos bien en este texto del evangelio vemos
que todo él es una invitación insistente a poner nuestra fe en Jesús. Felipe
manifiesta su deseo, que era el deseo de todos los discípulos como es nuestro
deseo según hemos reflexionando recientemente, de querer conocer más a Dios. ‘Muéstranos al Padre’, le pide a Jesús.
Pero Jesús nos invita a poner toda nuestra fe en El; una fe que nos lleve a
conocerle más, porque conociendo a Jesús estamos conociendo a Dios. ‘Quien me ha visto a mi, ha visto al
Padre’, le responde
Jesús.
Pero la respuesta de Jesús en cierto modo encierra una
queja. Tanto tiempo con Jesús y aún no han terminado de conocerle. Ya hemos
visto muchas veces cuánto les cuesta entender a Jesús, conocer a Jesús. Miremos
a Jesús, conozcamos a Jesús, vivamos a Jesús y nos estaremos llenando de Dios.
Porque nuestra mirada no es una mirada externa, el conocimiento de Jesús no es
un conocimiento superficial que solo se fije en cosas; mirar a Jesús y
conocerle es vivirle, es llenarnos de su vida, es irnos configurando con El
para vivir su misma vida.
Y nosotros, ¿conocemos de verdad a Jesús? ¿ponemos en
el toda nuestra fe y nuestra esperanza? Es nuestra tarea, la tarea de cada día.
Si en verdad hemos comenzado a amar a Jesús, y a amarlo de verdad, cada día
tendremos más deseos de su vida, tendremos ansias de escucharle y escucharle
desde lo más hondo de nosotros mismos para dejarnos transformar por El, sin
dejarnos reservas para nosotros. Y es que en el seguimiento de Jesús no podemos
andas a medias tintas, nadando entre dos aguas, sino que por El hemos de
aprender a darlo todo, a darnos totalmente.
Que la celebración de esta festividad de los dos santos
apóstoles nos ayude a una vivencia profunda de nuestro ser cristiano, y de
nuestro ser cristiano en Iglesia. Porque no vivimos nuestra fe por nuestra
cuenta en solitario o a nuestra manera. Nuestra fe en Jesús tiene siempre, ha
de tener un profundo sentido eclesial, porque a la Iglesia confió Jesús toda la
gracia de la salvación para que a través de ella en la celebración de los
Sacramentos y en la proclamación de la Palabra nos llegue esa gracia salvadora
que nos llena de vida.
Que crezca nuestra fe; que crezca nuestro sentido de
Iglesia; que crezca también nuestro espíritu misionero para llevar esa luz de
la fe a los demás que quizá están a nuestro lado buscando hasta sin saberlo. ‘A toda la tierra alcanza su pregón’,
repetíamos en el salmo. Como Felipe que con Andrés condujeron a aquellos dos
gentiles que preguntaban por Jesús hasta el Maestro, nosotros por el testimonio
de nuestra vida, pero también por
nuestra palabra valiente seamos capaces de conducir a la luz a tantos
que se encuentran en las tinieblas por no tener fe y que solo en Jesús, en su
encuentro con El podrán iluminar plenamente sus vidas.
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