El trabajo que nos ennoblece y nos hace creadores para la gloria de Dios
Col. 3, 14-15.17.23-24; Sal. 89; Mt. 13, 54-58
‘¿De dónde saca toda
esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero?... ¿de dónde
saca todo eso?’ Así
se preguntaban sus convecinos de Nazaret cuando escuchaban a Jesús en sus
enseñanzas y contemplaban los milagros que hacía.
El hijo del carpintero, así conocían a Jesús. Así
mencionaban a José a quien hoy una vez más estamos celebrando, el carpintero de
Nazaret, el esposo de María de la cual nació Jesús, llamado el Cristo, como
dice el principio del evangelio de Mateo en la genealogía.
La liturgia nos ofrece este texto con esta mención en
esta celebración que hacemos en el primero de Mayo en honor de san José,
contemplándolo desde ese aspecto de hombre trabajador. La festividad litúrgica
principal de san José es el 19 de Marzo, pero en este día para ayudarnos a
darle un sentido cristiano a la fiesta del trabajo que en el ámbito civil se
celebra el Papa Pío XII instituyó esta fiesta en honor de san José, llamándola
la fiesta de san José obrero.
‘Creced, multiplicaos,
llenad la tierra y sometedla’,
es el mandato de Dios al hombre en la creación. El hombre dotado de
inteligencia y voluntad, con todas las capacidades que tiene en su naturaleza
humana, se desarrolla a través del trabajo que viene a ser camino de plenitud
para el hombre. En el uso de su inteligencia, en la capacidad creadora de su
ser, desarrollando sus cualidades, sus potencialidades, sus valores el hombre
se desarrolla así mismo. El trabajo hace al hombre creador en el desarrollo de
si mismo y para bien de la humanidad y de la creación.
El trabajo no es un castigo para el hombre ni una
maldición. Las consecuencias del pecado sí endurecerán el trabajo del hombre porque
lo llenamos al mismo tiempo de ambiciones y orgullos, de egoísmos y maldades
que nos hacen insolidarios y que nos enfrentan unos a otros en ese camino de la
vida convirtiéndonos en dominadores los unos de los otros. Pero eso son las
consecuencias del pecado, no del trabajo en si.
Si lo que buscáramos fuera ese desarrollo de todas esas
potencialidades que hay en nosotros y no pensando solo en nosotros mismos sino
en el bien de esa humanidad a la que pertenecemos, encontraríamos la verdadera
riqueza de nuestro trabajo, que no es solo ni principalmente un lucro
económico. Es en lo que tendríamos que reflexionar para llegar a descubrir su
verdadero valor y la verdadera riqueza que nos va a ayudar a ser grandes de
verdad. Lejos de materializarnos y embrutecernos en el trabajo nos haríamos
creadores y llenos de nobles valores.
Hoy contemplamos a San José, el carpintero de Nazaret,
hombre justo y trabajador que además fue forjador en lo humano de Jesús, que si
era verdadero Dios era también verdadero hombre. ¿Cómo sería el trabajo en
aquel hogar de Nazaret? Y pensamos en el trabajo de José, pero pensamos en el
trabajo de toda la familia, de María y de Jesús que también trabajó con sus
manos en el mismo taller de José.
Hoy nos ha dicho algo hermoso la carta del apóstol san
Pablo a los Colosenses. ‘Todo lo que de
palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción
de gracias a Dios Padre por medio de él’. Todo para la gloria del Señor
como tantas veces decimos. Sí, nuestro trabajo, nuestro actuar, ese desarrollo
y ese crecimiento de la persona en sus valores y cualidades creadoras, sea
siempre para la gloria de Dios.
Que cada tarea que vayamos realizando en nuestra vida
seamos capaces de hacerla siempre en el nombre del Señor como cuando Pedro echó
las redes para la pesca, y así estaremos siempre dando gloria a Dios.
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