Vistas de página en total

miércoles, 22 de mayo de 2013


Deseemos y aprendamos la Sabiduría de Dios que nos llena de paz

Eclesiástico, 4, 12-22; Sal. 118; Mc. 9, 37-39
Todos ansiamos el ser capaces de saborear el verdadero sentido de la vida que nos llene de felicidad y de plenitud. Todo ser humano que tiene ansias de madurez y de plenitud se hace muchas preguntas en su interior sobre el sentido de su vida, sobre el para qué y el por qué de su vida, de su existencia queriendo encontrar respuestas a esos interrogantes profundos.
El hombre maduro no simplemente se deja arrastrar por el correr de la vida sino que de alguna manera quiere ser dueño de sus actos, saber lo que hace y por qué lo hace, saber el camino que va recorriendo y hacerlo con toda conciencia y sentido. Y eso en todas las etapas de la vida. Es, por así decirlo, encontrar la sabiduría de la vida; es buscar la sabiduría de la vida. Esto nos hace ser reflexivos como para ir rumiando cuanto nos sucede y cuanto vivimos y de ahí ir sacando esas lecciones que nos enseñen para los caminos de la vida y nos hagan madurar de verdad.
En esas preguntas e interrogantes se pregunta también por Dios y quiere en Dios encontrar esa respuesta y ese sentido. Es la pregunta y la respuesta del creyente que busca en Dios esa sabiduría de su existir, porque ¿a quién mejor ha de preguntar sobre el sentido de su existencia sino a Aquel que lo ha creado? Pedimos y ansiamos esa Sabiduría de Dios. Pedimos y deseamos llenarnos del Espíritu de Sabiduría que nos haga saborear el verdadero y más hondo sentido de nuestra vida.
Cuando cada mañana venimos a la Eucaristía y a la escucha de la Palabra del Señor venimos buscando esa sabiduría de Dios; de Dios queremos llenarnos y queremos que su Palabra sea en verdad esa luz que ilumine hasta lo más hondo nuestra vida queriendo encontrar esa orientación que necesitamos al mismo tiempo que esa fuerza de la gracia que nos ayude a recorrer esos caminos.
Del Evangelio, de la Palabra de Dios queremos impregnarnos porque es así como  nos vamos llenando de Dios y cómo podemos recorrer sin error sus caminos. Con verdaderas ansias, con verdadera hambre de Dios venimos hasta El y escuchamos su Palabra. Por eso, como tantas veces hemos reflexionado, con cuánta atención tenemos que acogerla para no perdernos nada de toda esa inmensa riqueza de gracia que el Señor cada día nos ofrece.
‘La sabiduría instruye a sus hijos, escuchábamos hoy en el libro del Eclesiástico, estimula a los que la comprenden. Los que la aman, aman la vida, los que la buscan alcanzarán el favor del Señor… consiguen la gloria del Señor y el Señor bendecirá su morada…’
Esa sabiduría de Dios que vamos encontrando esa Palabra que cada día se nos proclama y que vamos reflexionando nos enseña y nos estimula; para nosotros es una bendición del Señor que cada día podamos escuchar su Palabra. Algunas veces no terminamos de ser conscientes de toda la riqueza que vamos recibiendo y cómo poco a poco si nos vamos dejando guiar por el Espíritu del Señor nuestra vida se va enriqueciendo más y más. Por decirlo de una manera fácil y que todos entendamos, caigamos en la cuenta de cuántas cosas vamos aprendiendo día a día y cómo espiritualmente nos vamos enriqueciendo para sentirnos fuertes en ese esfuerzo que vamos haciendo por superarnos y ser cada día mejores.
Cuántas cosas habremos cambiado en nuestras costumbres, cuántas actitudes nuevas y mejores vamos teniendo en nuestra relación y en nuestro trato con los que nos rodean, cuánto amor vamos poniendo en nuestro corazón que nos hará ir amándonos más, si con toda atención vamos escuchando esa riqueza de la Palabra del Señor que cada día escuchamos. ‘Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes’, hemos repetido en el salmo. Efectivamente mucha paz vamos sintiendo en nuestro corazón en la medida en que nos sentimos enriquecidos con la Sabiduría de Dios.
Por eso, como tantas veces decimos, lejos de nosotros rutinas, desganas, frialdad, indiferencia ante la Palabra de Dios que se nos proclama. Creo que tenemos que aprender a dar gracias a Dios por toda esa riqueza de gracia que cada día nos ofrece, por esa sabiduría de Dios de la que vamos impregnando nuestra vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario