Los testigos como el Bautista nos estimulan y ayudan a mantener nuestra fidelidad
Hebreos, 13, 1-8; Sal. 26; Mc. 6, 14-29
El testimonio de quien mantiene su fidelidad hasta el
final, aunque eso signifique la muerte y el martirio, es un aliciente grande y
un motivo de gran esperanza en nuestra propia y personal lucha que hemos de
mantener cada día por la fidelidad.
Aunque alguien pudiera pensar que la contemplación de
quien llega a la muerte por mantener su fidelidad pudiera más bien
desalentarnos porque nos podía parecer un sacrificio inútil y un fracaso, sin
embargo es la mayor prueba de la victoria y es el mejor estímulo para no
echarnos atrás y mantenernos por contrario en nuestra lucha. No nos acobarda
sino que nos llena de valentía. Siempre se ha dicho que la sangre de los
mártires es semilla de cristianos porque eso nos da más fuerza para mantenernos
en nuestro camino.
Es un hecho cruel el que nos narra el evangelio si lo
miramos con miras humanas. Está la crueldad de la muerte del Bautista, pero es
que detrás contemplamos un mundo lleno de maldad, de cobardías, de injusticias,
de corrupción y de muchos males y pecados. La situación de Herodes y su estilo
de vida todo eso nos manifiesta como hemos escuchado en el evangelio y no es
necesario volver a repetir.
Las envidias por una parte y el orgullo por sentirse
denunciados por su mal desde la vida íntegra del bautista y desde su palabra
valiente conducen como en una espiral a la muerte de Juan. Aunque es un mundo
de oscuridad y tiniebla a causa del pecado, sin embargo no deja de resplandecer
la luz porque Juan se convierte en testigo y profeta del bien de la justicia.
Resplandores de luz como los de Bautista con profetas y
testigos valientes que sepan denunciar el mal que corroe a nuestra sociedad
seguimos necesitando hoy. Con un mínimo de sensibilidad en la conciencia nos
sentimos abrumados por las noticias de maldad y de injusticia, de corrupción y
de tantas hipocresías y falsedad que continuamente nos están trayendo los
medios de comunicación.
Y en medio de todo ese mundo nos vemos envueltos
nosotros y podemos sentir la tentación del desaliento o de la cobardía porque
nos puede parecer que nada se puede hacer. Pero quienes creemos en Jesús ni
podemos callar, ni nos podemos cruzar de brazos, ni mucho menos dejarnos
arrastrar por tanta maldad que envuelve nuestro mundo.
Ojalá nos sintamos en verdad estimulados con
testimonios como los del Bautista que escuchamos en el evangelio que le llevan
a ser testigo hasta la muerte y el martirio. Ojalá nos sintamos en verdad
estimulados para mantenernos en una fidelidad a lo bueno, a lo justo, a la
verdad, a los valores del evangelio, en una palabra a nuestra fe en Jesús. El
mundo necesita esos testigos y esos testigos tenemos que ser nosotros los que
creemos en Jesús y queremos vivir nuestra vida cristiana.
¿Qué podemos hacer nosotros que quizá nos sentimos
pequeños y nos puede parecer que ni nuestras vidas ni nuestras obras pudieran
ser ese grito profético que necesita el mundo? Podemos hacer mucho; nos puede
parecer un testimonio silencio pero quizá no lo sea tanto. Mantengamos nuestra
fe, nuestra fidelidad, nuestros principios. Vivamos nuestra unión con el Señor
como cada día lo queremos hacer con nuestra oración, nuestra escucha de la
Palabra y la celebración de la Eucaristía. Y no dejemos meter el mal en nuestra
vida. Seamos honrados y sinceros en cada una de las cosas que hagamos o que
vivamos; alejemos de nosotros todo lo que sea falsedad o mentira; vayamos
sembrado semillas de amor en nuestro trato y en nuestra relación con las
personas con las que convivimos cada día. Nos pueden parecer pequeñas e
insignificantes cosas pero son semillas de justicia, de bondad que sembramos
cada día y esas semillas un día germinarán y pueden producir hermosos frutos.
Es el ejemplo callado de fidelidad que hemos de vivir
cada día, que sabemos bien cómo muchas veces nos cuesta tanto. Pero mantengamos
la fidelidad. Que sintamos el estímulo que nos ofrece el Bautista, pero que nos
ofrecen también muchos testigos y profetas de lo bueno que podemos también
encontrar en nuestro mundo alrededor nuestro. Que tengamos ojos bien abiertos y
ojos de fe para descubrirlos.
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