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martes, 5 de febrero de 2013


Aprendamos a decir Sí al misterio de Dios llenando de trascendencia la vida

Hebreos, 12, 1-4; Sal. 21; Mc. 5, 21-43
En este relato del doble milagro que realiza Jesús podemos descubrir hermosas enseñanzas que nos hagan crecer en nuestra fe y en nuestra vida cristiana. El carril por donde circula todo el relato del evangelio es la petición de Jairo de que cure a su hija que se está muriendo, pero surge en paralelo o en medio de dicho relato la curación de la mujer de las hemorragias que se atreve a acercarse a Jesús por detrás para obtener la curación de su mal.
En principio podríamos destacar la cercanía de Jesús para estar allí donde nosotros le necesitamos o donde El quiere ofrecernos su gracia y salvación. Allí está en medio de la gente a su regreso desde la otra orilla. ‘Se reunió mucho gente a su alrededor y se quedó junto al lago’. Pero allí está Jesús siempre atento al sufrimiento y necesidades de los demas, por lo que Jairo sabrá que allí puede encontrarlo. ‘Se le acercó un jefe de la sinagoga, llamado Jairo que se echó a sus pies rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas ; ven, pon tu mano sobre ella, para que se cure y viva’. Y nos dice el evangelista que ‘Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba’.
Repetimos, Jesús en medio de la gente. Lo apretujaban. Eran muchos los que querían estar cerca de Jesús. Allí donde hay dolor y sufrimiento siempre encontraremos a Jesús. Por eso se acercan a Jesús los enfermos y los que sufren. Jesús se deja apretujar por cuantos se acercan a El. Tienen la seguridad y certeza de que en Jesús encontrarán lo que buscan. Una mujer se acerca por detrás; tiene la seguridad de que con solo tocarle la orla de su manto podrá curarse. Así se acerca a Jesús. así se sentirá curada.
Esa cercanía de Jesús hará deseable ese contacto físico. La mujer toca la orla del manto, pues quizá no se atreve a más. Jesús tomará de la mano a la niña de Jairo para levantarla. Como en tantos otros momentos, tocará con su mano al leproso para que se cure, tocará con sus dedos la lengua y los oídos del sordomudo, pondrá barro en los ojos del ciego, como hará soltar las vendas de Lázaro en su resurrección y así en tantos otros momentos.
Pero no es el milagro mágico;  nos estará mostrando esa cercanía de Jesús que va envuelta en ese ropaje de la delicadeza y del amor, pero que tiene que ir siempre precedida de nuestra fe. Con fe se había acercado Jairo a Jesús y cuando le digan que no moleste al maestro porque la niña ha muerto, Jesús le dirá que no tema porque basta con que tenga fe. Con fe se acercó a aquella mujer a tocar a Jesús y Jesús alabará su fe, la fe que le ha curado y que le hará ir de ahora en adelante en paz y con salud.
Jesús querrá despertar la fe en nuestros corazones, para que alejemos de nosotros toda duda o todo racionalismo que nos pueda alejar del misterio de Dios. Cuando se encuentra con las plañideras que pronto han venido ante la noticia de la muerte de la pequeña, les dirá que no está muerta sino dormida, aunque ellos no quieran comprender y más aún traten a Jesús como un iluso. Cuántas veces nos cegamos en nuestra fe, y solo queremos buscar pruebas o cosas que podamos palpar con nuestras manos. Cuantas veces nos llenamos de dudas para desconfiar del misterio de Dios que se nos manifiesta.
Tenemos que aprender a poner toda nuestra confianza en las palabras de Jesús. Tenemos que aprender a despertar nuestra fe, abriendo nuestro corazón a Dios y a las obras maravillosas que El quiere realizar en nuestra vida. Tenemos que saber poner a un lado todas esas certezas humanas, para saber decir sí al misterio de Dios y saberle dar trascendencia verdadera a nuestra vida. Al final los que antes dudaban ‘se quedaron viendo visiones’, porque ante la evidencia del misterio de Dios que se acercaba al hombre para salvarlo con su amor ya no cabían dudas ni desconfianzas.
El Señor también nos tiende su mano para que nos agarremos a El y nos levantemos de nuestras oscuridades y nos dejemos iluminar por la fe. Que sintamos también nosotros como aquella mujer del evangelio que a nosotros ha llegado la paz y la salvación.

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