Despertemos la sensibilidad de nuestro espíritu para escuchar el hoy de la Palabra de Dios
‘Toda la gente seguía
con atención la lectura del libro de la ley’, nos narra Nehemías en la primera lectura. ‘Toda la asamblea tenía los ojos fijos en El’,
nos dice san Lucas de la sinagoga de Nazaret.
‘Y el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley’, se nos
narra de aquella liturgia que ‘desde el
amanecer hasta el mediodía’ se celebraba en medio de la plaza de la Puerta
del Agua. ‘No estéis tristes, se les
dice, pues el gozo en el Señor es vuestra
fortaleza’.
Admirable lo que nos narra hoy la Palabra de Dios tanto
de aquella hermosa liturgia del libro de Nehemías, como de la asamblea del
sábado en la sinagoga de Nazaret. ‘Los
mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón… tus palabras son espíritu y
vida… la ley del Señor es descanso del alma… instruye al ignorante y da luz a
los ojos’. Así fuimos meditando y orando con el salmo mientras se nos iba
proclamando la Palabra del Señor. ‘Esdras
bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos,
respondió: Amén, amén. Y adoraron al Señor rostro en tierra’.
Esta liturgia que nos narran los textos sagrados, tanto
en uno como en otro texto, nos viene bien contemplarla para tratar también
nosotros de llenarnos del mismo fervor, entusiasmo, amor como expresa aquella
gente por la Palabra de Dios. Era algo que les llenaba de alegría; se les ve
ansiosos de escuchar la Palabra del Señor y no les importa que pasen las horas
- desde el amanecer hasta el mediodía - y sin perder ni una palabra ‘seguían con atención la lectura de la ley
del Señor’. Muchas preguntas quizá tendríamos que hacernos con sinceridad
allá dentro de nuestro corazón.
Al iniciar los domingos, ahora en este tiempo
ordinario, la lectura de evangelio de Lucas que nos va a acompañar todo este
año, se nos propone por una parte el inicio, los primeros versículos, y por
otra lo que sería luego su presentación pública en la Sinagoga de Nazaret. Hace
referencia el evangelista a que ya otros han intentado dejarnos por escrito los
hechos y dichos del Señor, y él ahora nos lo ofrece, ‘después de haberlo comprobado todo exactamente desde el principio’
nos lo deja escrito por su orden para que conozcamos la solidez de las
enseñanzas recibidas.
Aparece una dedicatoria a Teófilo - que significa algo
así como amigo de Dios -, personaje quizá importante en las primeras
comunidades cristianas, pero que de alguna manera nos está personificando a
todos - que nos podíamos llamar también los amigos de Dios - los que escuchamos
y recibimos este evangelio, esta Buena Noticia de Jesús.
‘Jesús fue a Nazaret,
donde se había criado, entró en la sinagoga el sábado como era su costumbre, y
se puso en pie para hacer la lectura’.
Cualquiera podía hacer la lectura y el comentario. El encargado de la sinagoga
podía ofrecerlo a alguien que viniera de fuera o a quien se supiera que era
maestro de la Ley. Quizá ya había llegado noticia de lo que Jesús hacía por
otros lugares, porque ‘su fama se
extendía por toda la comarca y enseñaba en las sinagogas y ya todos lo
alababan’. Todo esto motivará el que se adelantara así para hacer la
lectura en aquella ocasión.
El texto proclamado es del profeta Isaías. ‘El Espíritu del Señor está sobre mi porque
El me ha ungido…’ Así comienza el texto. Allí está el ungido del Señor,
efectivamente. Lo contemplamos hace dos domingo en el Bautismo del Jordán. ‘Mientras oraba se abrió el cielo, bajó el
Espíritu Santo sobre El en forma de paloma, y vino una voz del cielo; Tú eres
mi Hijo, el amado, el predilecto’. Así lo escuchamos entonces. De ello dará
testimonio el Bautista. Hoy Jesús con las palabras de Isaías lo proclama: ‘El Espíritu del Señor está sobre mi porque
me ha ungido’.
Jesús es el que está lleno del Espíritu del Señor y nos
viene a traer la Buena Nueva de la Salvación. ‘Creed en el evangelio, porque está cerca el Reino de Dios’, nos
dirá por otra parte. ‘Me ha enviado para
anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y
a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año
de gracia del Señor’. Es la Buena Noticia de la misericordia del Señor; es
la Buena Noticia del amor infinito de Dios; es la Buena Noticia que libera
nuestras vidas, que nos llena de luz, que nos hace vivir una vida nueva, que
nos inunda la gracia del Señor.
Es la Buena Noticia que ahora se proclama con palabras
- allí la Palabra de Salvación que es Jesús -, pero que luego veremos actuando
llevando esa vida y ese perdón, inundándonos de la misericordia del Señor y de
un amor que no tiene fin, cuando pasa en medio de nosotros haciendo el bien. Es
la Buena Noticia de que borrará para siempre nuestras culpas y ya nunca tenemos
que vernos oprimidos por el mal y por el pecado porque ha proclamado una
amnistía total, ‘el año de gracia del
Señor’.
Jesús está proclamando el texto de Isaías que no son
simplemente palabras pronunciadas en otro tiempo sino que es Palabra que se
realiza, que se hace presente ahora en el hoy de la salvación. La gente está a
la expectativa, ‘fijos los ojos en El’,
esperando una explicación que les va a resultar sorprendente. No les va a decir
que eso que ha proclamado es anuncio de futuro para el que hay que prepararse.
Les va a decir que eso es algo que ahora y allí, como ahora y aquí, se está
realizando. ‘Hoy se cumple esta Escritura
que acabáis de oír’, les dice.
Esa es la Buena Noticia: hoy, allí está la salvación;
allí está el salvador. Es Jesús, el ungido por el Espíritu Santo. Todos tendrán
que alegrarse. Los pobres reciben esa Buena Noticia; y veremos desfilar ante
Jesús a los ciegos y a los cojos, a los sordos y a los paralíticos, a los
leprosos y a todos los aquejados por algún mal, y los que se sienten atormentados
en su espíritu y a los que les pesa el mal en el corazón, a los publicanos y a
las prostitutas, a todos los que se sienten pecadores y quieren verse liberados
del mal.
‘Ten compasión de mí’,
le gritaran los
ciegos y los enfermos; ‘si quieres puedes
limpiarme’, le pedirán los leprosos; ‘ten
compasión de este pecador’, confesará el publicano sin atreverse a levantar
los ojos; ‘acuérdate de mi en tu reino’,
le suplicará el ladrón a su lado desde su cruz; y la mujer pecadora llorará a
sus pies y se los ungirá con caros perfumes y besos de amor; y Pedro llorará
lágrimas amargas después de su negación tras la mirada de Jesús.
Será Jesús el que nos hablará de la misericordia del
padre que acoge al hijo pródigo o del pastor que va a buscar la oveja perdida;
será el que dirá a los pecadores ‘vete en
paz y no peques más’, y al ladrón arrepentido ‘hoy estarás conmigo en el paraíso’; será Jesús el que levantará al
paralítico de su camilla diciéndole ‘tus
pecados quedan perdonados’ y a la mujer pecadora le dirá que ‘sus muchos pecados quedan perdonados porque
ha amado mucho’; el que le dirá a Zaqueo ‘hoy ha entrado la salvación a esta casa’, porque El no ha venido a
buscar a los justos sino a los pecadores.
‘Hoy se cumple esta
Escritura que acabáis de oír’.
Con toda razón fue la explicación que Jesús dio en aquel momento en la sinagoga
de Nazaret. Pero es la misma palabra, hoy, que nosotros ahora escuchamos,
porque también hoy llega la salvación de la misma manera a nuestra vida.
¿Lloramos nosotros de alegría por esta Palabra que
estamos escuchando? ¿Sentimos la misma emoción en el corazón cuando escuchamos
esta Palabra de salvación que también hoy se cumple en nosotros? Cuidado nos
acostumbremos y ya no sea Buena Noticia que nos llena de alegría. Sería lo peor
que nos podría pasar. Podría estar indicando la pobreza de nuestra fe. Despertemos
nuestra fe en la Palabra del Señor; despertemos esa sensibilidad que hemos
perdido en nuestra alma cuando nos acostumbramos a las cosas y ya no nos dicen
nada. Sí, Despertemos la sensibilidad de nuestro espíritu para escuchar el hoy
de la Palabra de Dios.
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