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lunes, 10 de diciembre de 2012


Hoy hemos visto cosas admirables

Is. 35, 1-10; Sal. 84; Lc. 5, 17-26
‘Hoy hemos visto cosas admirables’, exclamaba la gente después de contemplar lo que Jesús había hecho. ‘Todos quedaron asombrados y daban gloria a Dios’. Jesús no solo había curado al paralítico que le habían traído y que en su fe se habían atrevido a introducirlo a los pies de Jesús separando las losetas de la azotea y descolgándolo hasta Jesús, sino que además le había perdonado los pecados. Los fariseos se habían escandalizado y lo habían criticado, pero Jesús se había mostrado poderoso y con capacidad para también perdonar los pecados. Estaban asombrados y hasta llenos de temor, pero daban gloria a Dios.
‘Nuestro Dios viene y nos salvará’, habían anunciado los profetas, que nosotros hemos repetido también hecho oración en el salmo. ‘Mirad a vuestro Dios que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará’. Así se estaba manifestando la salvación que Jesús viene a ofrecernos. No solo se van a despegar los ojos del ciego, no solo los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo y la lengua del mudo se soltará para cantar a Dios, sino que algo más profundo se viene a realizar con la venida del Mesías, con la venida de Jesús.
Los profetas habían anunciado que la transformación que se iba a realizar era como si un desierto se convirtiera en un vergel. Pero eso eran imágenes de la belleza nueva en la vida nueva que el Mesías nos iba a ofrecer. Lo estamos viendo. Es de lo que nos vamos nosotros impregnando con la fuerza de la palabra del Señor de manera que en Jesús nos vamos a sentir fuertes, renovados, con nueva vida.
Estamos llenos de debilidades y también de muchos tropiezos en la vida, andamos a veces como ciegos sin saber a donde vamos, nos sentimos confundidos con muchas cosas que nos suceden que no terminamos de comprender, pero para nosotros hay una nueva luz, un nuevo sentido que nos llena de fortaleza, nos llena de gracia para sentirnos distintos, para alejar de nosotros todos los temores y desconfianzas.
‘Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis’. Así nos decía el profeta y todo eso lo vamos a ver realizado en Jesús. Nuestro corazón se llena de esperanza y de alegría. Llega a nosotros la salvación. Porque con Jesús nos viene la gracia, con Jesús nos viene el perdón, con Jesús nos sentiremos llenos del Espíritu y nuestra vida será distinta.
Estamos haciendo el camino del Adviento y todo esto hemos de tenerlo en mente, hemos de tener muy claro lo que nos ofrece Jesús, lo que entonces ha de ser para nosotros la navidad. Es el Señor que viene en persona y nos salvará. Y podremos ver la gloria del Señor.
Si ayer escuchábamos al Bautista clamando en el desierto que había que preparar los caminos del Señor enderezando todo lo que estaba torcido, limpiando todo lo que hay de escabroso en nuestra vida, hoy estamos viendo cómo esto será posible, cómo podremos realizarlo. Quien viene a nosotros no viene solo con bonitas palabras, sino que nos trae el perdón y la gracia.
Algunos no lo entenderán. Algunos incluso se resistirán a acercarse a Jesús con humildad para reconocerse necesitados de salvación. Algunos se opondrán y hasta querrán llamar blasfemo a Jesús cuando nos hable del perdón de los pecados.
Pero ahí está Jesús con su poder y con su gracia y para nosotros nos trae el perdón que es la salvación más hondo que podemos alcanzar, porque cuando nos sintamos perdonados nos sentiremos renovados; cuando nos sintamos perdonados nos encontraremos con fuerza para emprender una nueva vida; cuando nos sintamos perdonados sentiremos el gozo  más hondo en el alma; cuando nos sintamos perdonados veremos cómo es el amor del Señor que ya nunca más va a tener en cuenta ese pecado que habíamos cometido y El  nos ha perdonado; cuando nos sintamos perdonados nos sentiremos en verdadera paz.
‘Hoy hemos visto cosas admirables’, terminaremos diciendo nosotros también  y daremos gloria al Señor.

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