Nos llamó por medio del evangelio a una gran esperanza
2Tes. 2, 1-3.13-16; Sal. 95; Mt. 23, 23-26
Todos nos alegramos cuando recibimos una buena noticia, aunque el hecho que se nos anuncie no nos afecte directamente a nosotros. Pero si la buena noticia que nos dan nos afecta positivamente y es algo que tiene repercusiones en nuestra vida, la alegría será mucho mayor y quizá a partir de esa buena noticia ya las cosas no son de la misma manera para nosotros.
Eso que nos parece o vemos tan elemental sin embargo no siempre es así, porque quizá no le damos la importancia debida a la buena noticia recibida. ¿Por qué digo esto? Tendríamos que reconocer que nosotros los cristianos somos los hijos de la buena noticia, por decirlo de alguna manera. Todo parte para nosotros de la Buena Noticia que nos trae Jesús, más aún, que es Jesús para nosotros. Jesús es la Buena Noticia de la Salvación. ¿Será eso verdaderamente importante para nosotros? ¿Le damos la importancia que se merece, que tiene o ha de tener para nuestra vida esa Buena Noticia de Jesús?
Recordemos que cuando Jesús comienza su actividad por Galilea lo que va haciendo es el anuncio de una Buena Noticia. Y es tan importante esa Buena Noticia que nos dirá que hay que tener fe y convertirse. Será esa la manera de recibir esa Buena Noticia. ‘Convertios y creed en el Evangelio, creed en la Buena Noticia’. Y es Jesús que llega, que viene anunciando la salvación que llega a nuestra vida. Y tan importante es que hay que cambiar totalmente nuestra vida ante esa Buena Noticia.
Nos preguntábamos antes si es verdaderamente importante para nosotros. Será importante si somos conscientes de que necesitamos de esa salvación, salvación que realmente solo podemos alcanzar en Jesús. No somos nosotros los que nos salvamos por nosotros mismos; si fuera así no sería Buena Noticia. Es que por nosotros mismos poco podemos hacer para alcanzar esa salvación, para merecer ese perdón que el Señor nos ofrece, porque además nuestra vida llena de pecado poco puede así merecer.
La noticia está en que Jesús viene para darnos ese perdón que necesitamos, arrancarnos de ese abismo de pecado y de muerte en el que hemos caído y que por nosotros mismos no lo podemos hacer; pero la gran noticia que acompaña es que no solo nos perdona sino que nos llena de nueva vida hasta el punto de hacernos hijos de Dios. Por eso llamamos gracia a esa salvación de Dios, porque es el regalo, don gratuito, que Dios nos ofrece.
Es lo que está recordando Pablo a los cristianos de Tesalónica en esta segunda carta que estamos leyendo. Hay una llamada de Dios en esa Buena Noticia que nos hace. ‘Dios os llamó por medio del Evangelio - Buena Noticia - que predicamos, para que así sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así pues, manteneos firmes y conservad todo lo que os trasmitimos de viva voz o por carta’.
Invita el apóstol a mantenerse firmes en la fe, no olvidando cuanto se les ha trasmitido. Ese Evangelio recibido, esa Buena Noticia que se les ha trasmitido habrá que reflejarlo en la vida a pesar de que no siempre sea fácil y se puedan recibir influencias de muchos sitios. Es invitación que también nosotros escuchamos para que no abandonemos nuestra fe y que cuando somos conscientes de lo que significa la salvación que el Señor nos ha ofrecido luego obremos en consecuencia; y obrar en consecuencia es continuar viviendo una vida santa.
Ese Evangelio, esa Buena Noticia que es para nosotros consuelo y vida en medio de nuestras tribulaciones. ‘Dios nos ha amado tanto en Jesucristo que nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza’. Nos sentimos consolados y llenos de esperanza, porque aunque mucho haya sido nuestro pecado nos sentimos sanados en el Señor y vivimos en la esperanza de la vida eterna que nos ofrece si en verdad queremos vivir unidos a El.
Cuánto tenemos que darle gracias a Dios por ese don de la fe, por esa gracia divina que nos regalado, por la esperanza con que podemos vivir a pesar de todas las tribulaciones, por el amor que nos llena de gozo que podemos experimentar.
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