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viernes, 31 de agosto de 2012

El que está de guardia no se puede dormir
1Cor. 1, 17-25; Sal. 32; Mt. 25, 1-13

El que está de guardia no se puede dormir. Así de sencillo es el mensaje. La espera y la vigilancia no son una actitud o una postura pasiva. Es lo que hace el centinela o el vigía, es lo que tiene que hacer el controlador ya sea de un enorme complejo industrial o del tráfico aéreo. El que tiene la misión de vigilar tiene que estar siempre atento por lo imprevisto que pueda suceder, por lo que ha de tener preparado para que todo siga funcionando debidamente, o para recibir de la forma adecuada a quien pueda llegar, ya sea un personaje que esperamos o un ladrón que intentara robar o sabotearnos aquello que está a nuestro cuidado.

Es una actitud que ha de mantener en su vida el cristiano. Es el mensaje que quiere trasmitirnos Jesús con la parábola, que se nos adelantaba con la vigilancia a la que nos invitaba ayer o que se va a seguir prolongando en las parábolas de los próximos días.

En un momento de la parábola nos dice: ‘El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron’. Por eso cuando llega el esposo no todas tenían preparado lo previsto para recibir al esposo. Muchas se quedarían sin poder entrar al banquete de bodas porque les faltó el aceite, se apagaban sus lámparas y mientras fueron a conseguir más la puerta de la boda se cerró y se quedaron fuera.

Lo hemos escuchado muchas veces y repetidamente lo hemos meditado, pero en esa vigilancia que necesitamos mantener nos es bueno que lo recordemos y lo meditemos una vez más. Algunas veces pensamos que como ya somos cristianos porque estamos bautizados y pensamos que aún mantenemos nuestra fe aunque fuera sólo de manera elemental ya con eso pensamos que nos es suficiente. Y vamos por la vida acordándonos de Dios quizá solo cuando tenemos problemas, los sufrimientos nos aparecen en la vida o queremos conseguir algo que deseamos y hacemos para ello mil promesas. O simplemente nos vamos dejando llevar porque en realizamos algunos actos piadosos desde momentos de fervor o devoción o nos contentamos con ir cumpliendo con aquellas cosas más elementales de nuestra religión.

Pero, ¿podemos quedarnos en eso si en verdad queremos vivir una vida cristiana? Creo que nos damos cuenta que el seguimiento de Jesús es mucho más que todo eso. Porque ser cristiano, es seguir a Jesús. Cristiano es el discípulo de Cristo, aprendimos en el catecismo. Y el discípulo es el que sigue a su maestro. Seguir, ponernos en camino, vivir de una manera distinta porque es seguir el camino de Cristo, vivir el camino de Cristo. ‘Ya sabéis el camino…’ recordamos que nos decía Jesús en una ocasión. ‘Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida’, terminaría diciendo Jesús entonces.

No podemos seguir un camino si no lo conocemos; no podemos seguir un camino si estamos durmiendo; no podemos seguir un camino y no nos preparamos adecuadamente para ello; no podemos seguir un camino si nos quedamos cómoda y pasivamente sentados esperando que otros lo hagan por nosotros. Es la vigilancia de la que nos está hablando Jesús en estos días. Es el poner todo nuestro empeño para que se pueda mantener encendida esa luz que nos ilumine el camino, como nos enseña hoy la parábola. Es el estar atentos al Señor que llega a nuestra vida, que pasa junto a nosotros invitándonos a seguirle. Es poner esa disposición por nuestra parte para ponernos a caminar con El y a su manera. Es querer conocer más y más a Jesús para que no nos confundamos con falsos Mesías o falsas luces que en la vida tratan de encandilarnos para alejarnos del camino verdadero que nos lleva a la vida.

La vida del cristiano no puede ser una vida pasiva, donde nos dejemos adormilar. Es una vida llena de esperanza pero que tenemos que alimentar muy bien con esa luz con que Jesús quiere iluminarnos. Que no se nos apague la luz. Que no nos apartemos nunca de Cristo y de su gracia que El nos regala en sus sacramentos.

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