Yo voy a ti en el nombre del Señor de los ejércitos
1Samuel, 17, 32-33.37.40-51; Sal. 143; Mc. 3, 1-6
El libro
de Samuel nos narra el episodio por todos conocido de la victoria del joven
David sobre el filisteo Goliat. Entra este texto en esos episodios que tratan
de magnificar al que iba a ser gran rey de lo judíos vencedor luego en muchas
batallas contra los filisteos y todos los enemigos de Israel hasta su
instauración en la ciudad de Jerusalén por él también conquistada. Muchos son los relatos épicos de sus batallas
y victorias así como los cánticos con que el pueblo le alababa.
Más allá
de todo eso podemos descubrir en este texto también hermosa lección para la
lucha de nuestra vida. El joven David aun no entrenado lo suficiente para
entablar batalla con el gigante filisteo sin embargo logrará vencerle. No ha
podido ceñirse la armadura que el rey le había ofrecido para la lucha por su
falta de entrenamiento y sólo se enfrentará con una honda y unas piedrecillas
en su morral.
Pero no
serán solamente su astucia y destreza en el manejo de la honda los bagajes con
los que se enfrente al enemigo, sino que lo hará en el nombre del Señor. ‘Tú vienes a mí, armado de espada, lanza y
jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de las
huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en mis
manos… todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel’, le dice. En ese
mismo sentido le había dicho al rey Saúl cuando se ofreció para enfrentarse al
filisteo: ‘El Señor, que me ha librado de
las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese
filisteo’.
Ahí tenemos
el hermoso mensaje y lección. Es como una parábola para nosotros. Caminamos
entre luchas y tentaciones por los caminos de la vida. No nos es siempre fácil
sobreponernos a las dificultades y problemas que vamos encontrando, porque nos
sentimos muchas veces débiles y pequeños. Frente a la tentación que nos acecha
continuamente queriendo arrastrarnos al mal y al pecado no sabemos en ocasiones
como vencerla porque son cosas que nos parecen superiores a nuestras fuerzas.
Gigante es
el enemigo y nosotros nos sentimos débiles y pequeños. No son solo nuestras
fuerzas y ardides humanos los que van a ayudarnos a vencer la tentación. Hemos de
aprender a contar con el Señor, con su gracia y con su fuerza, que si confiamos
plenamente en el Señor nunca nos faltará. ‘Yo
voy a ti en nombre del Señor…’ decía el joven David frente al enemigo.
Hemos de
ser muy conscientes de que en nuestra lucha contra el pecado, en nuestros
deseos de superación, en el camino de maduración que vamos haciendo de nuestra
vida cristiana no vamos solos, y no lo hacemos sólo con nuestras fuerzas. Por eso
es tan importante la oración en la vida del creyente. Oración para unirnos a
Dios y descubrir lo que es su voluntad. Oración para alabar y bendecir al Señor
que se hace presente continuamente en nuestra
vida. Oración para invocarle y pedir su fuerza y su gracia para nuestra
lucha, para nuestro camino de santidad. Si abandonamos la oración entonces sí
que nos sentiremos débiles e incapaces. Y nos pasa tantas veces que oramos con
desgana, o abandonamos la oración.
‘Líbranos del mal, no nos dejes caer en la tentación’,
rezamos cada día con el padrenuestro. Hemos de ser conscientes de que vamos a
superar y vencer la tentación en el nombre y con la fuerza del Señor. Esa oración
ha de salir sincera e intensa de nuestro corazón. En esa oración fundamentamos
y fortalecemos nuestra vida y nuestro seguimiento de Jesús.
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