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martes, 17 de mayo de 2011

Nos seguimos preguntando por el sentido de Jesús


Hechos, 11, 19-26;

Sal. 86;

Jn. 10, 22-30

‘¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesias, dínoslo francamente’. Es la pregunta que se hacían los judíos cuando escuchaban a Jesús o contemplaban sus obras aunque no terminaban de reconocer cómo Dios se estaba manifestando en las obras que Jesús realizaba.

La respuesta de Jesús es clara aunque no siempre le quieren creer. ‘Os lo he dicho y no queréis creer; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí, pero vosotros no creéis porque no sois ovejas mías…’ Como bien comprendemos este texto es continuación del que desde el domingo venimos escuchando cuando Jesús se nos proclama como el Buen Pastor. ‘Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna…’

Nosotros sí queremos reconocerle como nuestro Buen Pastor, queremos escuchar su voz y seguirle, porque queremos en verdad llenarnos de su vida eterna. Queremos poner toda nuestra fe en Jesús reconociéndolo en verdad como nuestro Señor y nuestro Salvador, aunque a veces andemos confundidos y desorientados porque la tentación nos arrastre al pecado. Pero queremos volver a El porque sabemos bien que es el Buen Pastor que nos guía, nos conduce a la vida eterna; se nos da como alimento de vida en su entrega de amor por nosotros.

Quizá pueda ser la pregunta que muchos hoy a nuestro alrededor en el mundo convulso en el que vivimos se pueden seguir haciendo, porque todos aunque no siempre lo reconozcan están buscando una respuesta para sus vidas, ansiando una salvación. Las reacciones que se tienen ante el hecho religioso o ante la Iglesia pueden ser diversas, pero quizá haya muchos corazones inquietos buscando respuestas a los interrogantes profundos que puedan tener en su corazón.

Quizá suceda que todo lo queremos medir con medidas del mundo y cuando no se llega a entender el misterio de Dios que está detrás de todo, lo rechazamos como inservible o incomprensible. Se quiere mirar la Iglesia como una simple organización humana y hacemos comparaciones de su existir con otras organizaciones del mundo donde todo se rige por la ambición del poder y sus luchas. Qué lástima que a veces desde la propia Iglesia se pueda dar la sensación de esas luchas y ambiciones humanas.

Algunas veces no se quiere abrir los ojos de la fe y todo queremos palparlo con nuestras manos, nuestras pruebas o solo a partir de nuestros propios razonamientos. Es necesario también abrir el corazón al misterio de Dios que nos trasciende, pero que dará la más profundas respuestas a los interrogantes de nuestro corazón. Es necesario saber reconocer esas obras de Dios, ese actuar de Dios que se manifiesta en el actuar de los cristianos auténticos y de la Iglesia. No podemos cerrar los ojos.

No nos extrañe esa confusión que hoy a nuestro alrededor pueda haber ante lo religioso o ante la Iglesia misma, porque también sobre Jesús las gentes de su tiempo tenían sus confusiones, por llamarlas de alguna manera, cuando convertían el sentido del Mesías en una lucha de poder quizá, o de simple liberalización política de poderes humanos. Recordemos que en sus propios seguidores más cercanos había a veces luchas por primeros puestos o primeros lugares en su reino.

Creo que los que creemos en Jesús y nos llamamos cristianos y tenemos el gozo de nuestra pertenencia a la Iglesia es necesario que demos un buen testimonio de nuestra fe y del sentido de nuestra vida. Como Jesús decía que por las obras que hacia en nombre del Padre, ésas daban testimonio de él, así nuestras obras, nuestra manera de expresar nuestra fe, de vivir nuestro compromiso creyente en medio del mundo tenemos que ayudar a cuantos nos rodean a ese encuentro profundo con Dios que les haga encontrar respuestas a esos interrogantes que pueda haber en su corazón.

Que importante es el testimonio auténtico que hemos de dar los creyentes por nuestra vida. Que importante que busquemos desde lo más hondo del corazón a Jesús y lo sintamos en verdad como ese Buen Pastor de nuestra vida a quien queremos seguir y a quien queremos escuchar.

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