Gén. 3, 9-24;
Sal. 89;
Mc. 8, 1-10
Hemos venido escuchando durante toda esta semana los relatos de la creación que nos trae el Génesis. Finalmente Dios crea al hombre y a la mujer como culminación de todo lo que Dios ha hecho. Todo ha ido hablando de belleza y de armonía por lo que se dice que Dios colocó al hombre y a la mujer que había creado en un jardín, el paraíso terrenal como también lo llamamos. El hombre no creado para la soledad sino para la comunión por eso se habla de la creacion de Adán y de Eva. Una armonía total que Dios quería para todos y así vivía el ser humano en medio de toda aquella bella naturaleza que cultivaba con la fuerza de sus manos, tal como Dios lo había creado a su imagen y semejanza, y rodeado incluso de toda clase de animales.
Pero todo ello se vió truncado por el mal, por la fuerza del maligno que tienta al hombre ofreciéndole otras cosas que venían a romper todo el orden y belleza de la creación que Dios había hecho. La serpiente tienta a Eva ofreciéndole ser como dioses – ‘seréis como dioses’ - y la criatura se deja seducir por la tentación, como siempre que el orgullo y la soberbia se mete por medio en el corazón del hombre que le llevará siempre a rupturas dolorosas consigo mismo y con todo lo que le rodea, que al fin será ruptura con el Creador, ruptura y pecado contra Dios.
La belleza de la inocencia se pierde – ‘se dan cuenta de que están desnudos’ -, comienzan las huídas para no reconocer el vacío que se nos mete por dentro – ‘el hombre y la mujer se escondieron de la vista del Señor entre los árboles del jardín’ – y comenzarán también los enfrentamientos, divisiones y acusaciones porque nunca queremos reconocer la parte de nuestra culpa – ‘la mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto y comí… la serpiente me engañó’ -.
Quienes habían sido creados para el encuentro y la comunión – ‘no está bien que el hombre esté solo, voy a hacerle a alguien que le ayude’ – terminarán enfrentados y causándose dolor el uno al otro. Así podríamos seguir considerando todas las consecuencias del pecado porque hasta el trabajo se volverá duro para el hombre como si la naturaleza se le hubiera vuelto adversa.
Pero el amor de Dios por su criatura preferida estará por encima de todo ese mal que se ha introducido en el corazón del hombre. Hay una promesa de salvación. llamamos a esta página del Génesis que hoy hemos escuchado como el Protoevangelio, porque es un primer anuncio, un adelanto de esa Buena Nueva de salvación que Dios ofrece al hombre a pesar de su pecado. ‘Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza, cuando tu la hieras en el talón’. Es el anuncio de la futura liberación, promesa que Dios irá repitiendo a través de toda la historia de la salvación, que el pueblo de Israel guardará en su corazón a pesar de sus muchas infidelidades, y que tendrá plena realización en Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre que nos traerá la salvación.
Este texto del Génesis está lleno de imágenes, en ese lenguaje parábolico con el que se nos quiere decir tantas cosas. Esa imagen de la serpiente tentadora que lleva al pecado a Eva que viene a significar esa mal que se nos mete en el corazón del hombre, ese diablo tentador que nos quiere apartar del camino del bien, y que va a ser derrotado por el Mesías Salvador – ‘la estirpe de la mujer te herirá en la cabeza’ – será una imagen repetida que aparece con frecuencia en las imágenes que nos hablan de María Inmaculada a quien vemos pisando la cabeza de la serpiente, o en imágenes también de Jesús en la cruz o junto a la cruz aplastando también la cabeza del dragón maligno.
Pero todo ello nos habla de la victoria final de Jesús en su Pascua contra el mal; nos habla entonces también de esa tentación que nosotros hemos de saber vencer, no ya sólo por nuestras fuerzas, sino con la gracia salvadora de Jesús que siempre nos acompaña. Volvemos a repetir aquellas palabras del evangelio tantas veces recordadas, ‘no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal’. Que no caigamos en las redes del pecado, de la tentación, de la muerte, porque estamos llamados a la vida y a la vida feliz que en Dios podemos alcanzar. Mucho tendríamos que decir en este sentido y mucho tendríamos también que orar al Señor.
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