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viernes, 31 de diciembre de 2010

Una acción de gracias en el año que termina y una súplica por el año nuevo

Una acción de gracias en el año que termina y una súplica por el año nuevo

La vida la marcamos por el tiempo o por los acontecimientos que nos van sucediendo, que van siendo como hitos de nuestra historia. Unos agradables y felices, otros quizá llenos de problemas o dificultades, muchas veces dolorosos, algunos se borran quizá pronto de la memoria, otros son tan memorables que nunca olvidamos, pero ahi se van sucediendo esos hechos que marcan nuestra vida. Dividimos la vida en días, meses o años también según una cronología en cierto modo universal que vamos llenando con todos esos aconteceres de la vida.

Algunos piensan quizá en el azar o el destino porque pareciera que todo sucediera irremediablemente. Pero el creyente cree en la providencia de Dios y es capaz de descubrir detrás de todo eso que nos sucede la mano de Dios que nos guía o nos habla incluso a través de eso que nos sucede. Hemos de saber leer nuestra historia personal con ojos de fe y saber escuchar a Dios que nos habla y nos manifiesta su amor incluso en aquellas cosas que nos pudieran parecer dolorosas.

En esta última celebración del año en la que ahora estamos deberíamos saber hacer esa lectura creyente de todo lo que nos ha sucedido para también saber dar gracias a Dios por cuanto amor nos ha manifestado a lo largo de este año que terminamos en este día. Podríamos hacer una lista de acontecimientos que en el orden social han ido sucediendo a lo largo del año. Cada uno ha de recordar quizá esos hechos que más le hayan afectado en todos los aspectos de la vida, en el ámbito de la vida familiar, en nuestro yo personal, o en eso que hemos convivido con los que nos rodean. Acontecimientos de nuestra historia, acontecimientos de la vida de la Iglesia, acontecimientos que hayan sucedido en nuestra cercanía. Cuántas cosas podríamos recordar.

Os invito a que sepamos dar gracias a Dios descubriendo, como decíamos, su mano amorosa que en todo lo que nos ha sucedido siempre ha querido manifestarnos su amor o una llamada especial. Seguro que hay muchas cosas por las que dar gracias a Dios. Desde la misma vida que vivimos, las atenciones que recibimos de los que están a nuestro lado, el cariño de nuestra familia, la amistad sincera de tantos amigos que han sabido estar a nuestro lado.

En el ámbito de nuestra vida religiosa y de nuestra fe, cuanto nos habrá dicho el Señor en esa Palabra de Dios que escuchamos en nuestras celebraciones; seguro que recordamos cosas que nos llamaron la atención o nos impactaron, o nos sintieron sentir una presencia especial del Señor en alguna de esas celebraciones. Un motivo para recordarlo agradecido en la presencia del Señor.

Habrá habido quizá momentos difíciles por los que hemos tenido que pasar, problemas personales, familiares, de relación con los demás. Sepamos ver también la mano amorosa de Dios que nos ha ayudado a superar esos momentos, reconozcamos su gracia que siempre nos ha acompañado. Y por aquellos momentos en que quizá no supimos vivir nuestra fe y nuestro amor con toda la intensidad que debíamos, o perdimos la esperanza al vernos agobiados por los problemas, también hemos de saber pedirle perdón al Señor y que nos dé esa gracia que necesitamos para salir de ese mal momento y volver a vivir con gozo en su presencia y amistad.

De la misma manera con ojos de fe miramos hacia adelante en el año que va a comenzar y hemos de saber pedir la bendición y la gracia del Señor. Le damos gracias por habernos dado un año más de vida, por poder iniciar otro año en esas etapas de nuestra historia. Y le pedimos, como lo haremos mañana con las bendiciones del Señor, que vuelva su rostro sobre nosotros y nuestro mundo para que nos conceda su favor y su paz. Hemos vivido socialmente momentos difíciles y no parece menos dificil y problemático el año que comienza, pero pidamos la ayuda, la fortaleza, la gracia del Señor para que sepamos construirlo en paz, se supere toda esa problemática social y de pobreza en que se vive en nuestra sociedad, y con la fuerza del Señor entre todos sepamos hacer un mundo mejor.

Como creyentes y cristianos sabemos que el Señor ha puesto la vida en nuestras manos como un talento que hemos de hacer fructificar. Pues que sepamos comprometernos cada uno en su ámbito hacer lo posible por desarrollar nuestras capacidades y valores para entre todos hacer ese mundo mejor y más justo, ese mundo en paz y en el que se pueda salir de esa situación de pobreza en que viven tantos.

Y pidamos por nuestra Iglesia, por cada uno de nosotros, pero pidamos por nuestros pastores para que no falte nunca la gracia del Señor para seguir haciendo el anuncio del evangelio y en verdad vayamos construyendo el Reino de Dios en medio de nuestro mundo. Pensamos en las necesidades de la Iglesia o de los problemas a los que se tiene que enfrentar. Pensamos en las vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida religiosa. Pensamos en los misioneros y en tantos comprometidos en el apostolado. Pensamos en los que trabajan por los demás, por los pobres, por los enfermos, por los ancianos… por todos los que tienen alguna necesidad. Que se eleve nuestra oración confiada y agradecida al Señor.

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