Apoc. 15, 1-4;
Sal. 97;
Lc. 21, 12-19
Los versículos anteriores (los que escuchamos y comentamos ayer) nos hablaban de los tiempos difíciles que nos invitaban a la conversión y a la solidaridad, los que hoy escuchamos nos invitan a la perseverancia en la fidelidad, de la que hemos de dar testimonio que nos conduce a la salvación y que será testimonio también que ayude a los demás a encontrarse con esa salvación.
‘Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, así tendréis ocasión de dar testimonio… con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas’. Así nos lo anuncia Jesús. Así nos prepara Jesús.
Tiempos difíciles también, pero ocasión de dar testimonio. Es la historia de los creyentes de todos los tiempos. Es la historia de los cristianos ayer y hoy. Sigue siendo hoy. Pero recordemos una cosa: Jesús nos llama dichosos por ser perseguidos. Recordemos las bienaventuranzas. Y de los que son perseguidos es el Reino de los cielos.
Pero, qué confianza nos da Jesús. Las palabras de Jesús no son para el temor, sino para la confianza y la esperanza. Nos podría parecer que nos llenamos de miedo cuando sabemos esto que nos anuncia Jesús que nos puede suceder. Las palabras de Jesús nos hacen sentirnos fuertes. Nos dice que no es ni siquiera necesario preparar nuestra defensa. ‘Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningun adversario vuestro…’ Recordemos la valentía de tantos mártires a través de los tiempos. Es que Jesús nos promete la asistencia de su Espíritu.
Hoy mismo seguimos viendo el testimonio de tantos cristianos en tantos lugares del mundo que siguen arriesgando su vida por su fe. No suelen ser noticias de portada de los telediarios, pero las podemos encontrar cada día. Y sería bueno que las encontráramos y las conociéramos, no para llenarnos de temor por lo que también a nosotros nos pudiera pasar, sino para sentirnos más fortalecidos en el Espíritu.
¿No hemos oído estos días la noticia de la mujer que en Pakistán había sido condenada a muerte, dicen que por blasfemia, pero que lo único que ella había hecho era confesar su fe en Jesús como su único Salvador. Es cierto que ya ayer salían noticias de que se le había condonado su pena a muerte y quedaría en libertad. Pero son tantos los que siguen muriendo, teniendo que abandonar sus tierras, o poniendo su vida en peligro, solamente por eso, por ser cristianos y confesar su fe.
‘Con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas’, termina diciéndonos Jesús. Quería unir en esta reflexión que nos estamos haciendo el libro del Apocalipsis. Hoy nos ha hablado de aquellos ‘que han vencido a la bestia… tenían en sus manos las arpas que Dios les había dado y cantaban el cántico de Moisés y el cántico del Cordero: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios soberano de todo… ¿quién no dará gloria a tu nombre…? Todas las naciones vendrán y se postrarán ante Ti…’
Es el cántico de los salvados, de los vencedores. Es el cántico triunfal que pueden cantar aquellos que ‘han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero… aquellos que vienen de la gran tribulación’, como nos dice en otro lugar el Apocalipsis y que muchas veces ya hemos escuchado.
Tenemos ocasión de dar testimonio. Que un día podamos cantar ese cántico del Cordero porque seamos también del grupo de los vencedores, de los que participemos de la victoria y de la gloria de Cristo para siempre.
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