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lunes, 22 de febrero de 2010

Pedro, piedra de comunión, de fidelidad e integridad de nuestra fe apostólica

1Ped. 5, 1-4;
Sal. 22;
Mt. 16, 13-19



‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… te daré las llaves del Reino de los cielos, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo’. Es la promesa y la autoridad que Jesús confía a Pedro. Pedro será la piedra sobre la que se edificará la Iglesia de Jesús. Es la piedra de comunión, la piedra sobre la que se afianza nuestra fe en Jesús.
Así lo hemos expresado en la oración colecta en esta liturgia en la que celebramos la Cátedra del Apóstol san Pedro. Una fiesta importante en la liturgia y para la vida de la Iglesia, de manera que, aunque estemos en la austeridad de la Cuaresma, sin embargo se celebra con sones y sentido de fiesta la celebración de la Cátedra de san Pedro. Anteriormente a la reforma litúrgica ya se celebraban por separado la Cátedra de san Pedro en Antioquia y la de la Cátedra de san Pedro Roma. La Iglesia de Antioquia celebra el paso del apóstol por ella y Roma sería la sede definitiva de Pedro – allí recibiría su martirio -, de manera que, como todos sabemos, el sucesor como Obispo de Roma se convierte en el Pontífice de la Iglesia universal, de toda la Iglesia católica. No se celebran ahora separadamente sino en una sola fiesta con este título simplemente de la Cátedra de san Pedro.
Podíamos decir que el que tiene la cátedra tiene el derecho y la autoridad para enseñar. Es una forma de expresar el sentido de Pedro para toda la Iglesia. Jesús le había constituido en Piedra fundamental en la construcción de la Iglesia cuando allá en Cesarea de Filipo como hoy hemos escuchado en el evangelio, tras la afirmación de fe de Pedro como el Mesías de Dios, como el Hijo del Dios vivo en respuesta a las preguntas de Jesús así lo había constituido. Tú eres Pedro, la piedra sobre la que edificaré mi Iglesia.
Hay varios aspectos que sobresalen en las oraciones de la liturgia de este día. Como ya hicimos referencia en la oración colecta pedimos no vernos perturbados por ningún peligro ya que estamos afianzados sobre la roca de la fe apostólica.
En la oración sobre las ofrendas pediremos que ‘bajo el pastoreo y la doctrina de san Pedro nos conceda guardar la integridad de la fe y llegar de este modo a la vida eterna’.
Mientras que en la oración final después de la comunión pediremos que alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo al celebrar la festividad de san Pedro ‘este misterio de redención sea para nosotros sacramento de unidad y de paz’.
Una celebración, pues, que nos afianza en la roca de la fe apostólica; creemos en la Iglesia que es una santa, católica y apostólica, como confesamos en el Credo. Nos viene bien destacar este aspecto, porque por la fe trasmitida por los apóstoles podemos llegar nosotros a proclamar nuestra fe en Jesús; formamos parte de una Iglesia apostólica, de manera que cada Iglesia local se encuentra congregada en torno al Obispo, verdadero sucesor de los Apóstoles.
Nos da seguridad, firmeza en nuestra fe. Lo que nos lleva a mantener esa integridad de nuestra fe, como pedíamos en la oración. Desde su Cátedra, Pedro y sus sucesores, guardan la integridad de la fe, nos trasmiten la integridad de la fe. Y por la asistencia del Espíritu Santo que Cristo prometió tenemos la certeza y garantía de que no nos vamos a apartar de esa verdadera fe.
Pero nos hablaba también la liturgia de sacramento de unidad y de paz. Pedro es piedra de unidad y de comunión. Por eso garantía de esa integridad de la fe, de esa firmeza de la fe es nuestra comunión con Pedro, es la comunión de las Iglesia locales con Pedro, con el sucesor de Pedro, y así comunión con toda la Iglesia. Bien sabemos que esa falta de comunión ha producido y produce muchas rupturas en la Iglesia; es caballo de batalla en toda la tarea del ecumenismo para lograr esa unidad en todas las Iglesia; pero la falta de esa comunión es causa también de muchas rupturas en el interior del corazón de muchos cristianos que les puede hacer perder esa estabilidad necesaria de la fe. Bien conocemos también el empeño grande que se ha vivido en la Iglesia por restablecer esa unidad y el esfuerzo grande y las iniciativas nacidas del amor que Benedicto XVI está teniendo continuamente para tejer esa unidad rota de la Iglesia.
Pidamos al Señor nos mantengamos, con la intercesión del Apóstol Pedro a quien hoy celebramos y contemplamos en su Cátedra, firmes y totalmente fortalecidos en nuestra fe, mantengamos esa integridad y también esa unidad y esa comunión garantía de la verdadera fe cristiana.

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