DEDICACION BASILICA SAN JUAN DE LETRÁN
Ez. 47, 1-2.8-9.12
Sal. 45
Jn. 2, 13-22
Ez. 47, 1-2.8-9.12
Sal. 45
Jn. 2, 13-22
El día 9 de noviembre litúrgicamente se celebra la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma. Es la Catedral de Roma, la sede del Obispo de Roma y en consecuencia del Papa, Pastor de la Iglesia universal.
La fiesta nos quiere recordar y celebrar la Dedicación, la consagración de este templo, que se le llama el templo madre de toda la cristiandad. Y es al mismo tiempo una celebración profundamente eclesial, no sólo por este aspecto de la consagración de este templo, Iglesia, sino fundamentalmente porque quiere ser un signo de la comunión de todas las Iglesias con la Sede del Papa. Es la comunión necesaria de toda la Iglesia de Jesús, de todos los seguidores de Jesús.
En el marco de esta celebración la liturgia nos ofrece en la Palabra de Dios el texto que hace referencia a la expulsión de los vendedores del templo por parte de Jesús. ‘El celo de tu casa me devora’, recuerda el evangelista las palabras proféticas para aplicárselas a Jesús en este gesto de querer purificar el templo de Jerusalén de aquel mercado en que se había convertido.
La clave de la comprensión de este texto está en la respuesta de Jesús a los requerimientos de los judíos pidiendo explicación de con qué autoridad hacía aquello. ‘Destruid este templo y en tres días lo reedificaré’, les responde Jesús. No lo entienden, hablan del tiempo que habían tardado en su reconstrucción en los tiempos de Herodes, que incluso aún no había concluido, pero el evangelista nos dice que ‘él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron y dieron fe a la Palabra de Jesús y a la Escritura’. Una clara referencia en principio a su resurrección.
Pero en el marco de esta celebración se nos quiere decir algo más. Hablar de ese cuerpo y de ese templo, es hablar del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, que somos todos nosotros los que creemos en Jesús. Y aquí queremos centrar nuestra reflexión.
La imagen del templo edificio que se construye nos evoca no sólo la materialidad de un edificio material que se construye, sino que nos está hablando de ese templo que somos nosotros y que es la Iglesia.
Como dice uno de los prefacios de la Dedicación de una Iglesia, ‘esta casa visible… donde reúnes y proteges sin cesar a esta familia que hacia ti peregrina, manifiestas y realizas de manera admirable el misterio de tu comunión con nosotros…’ Podíamos decir, pues, que esta celebración es una invitación a la comunión; esa comunión necesaria que hemos de vivir en cuanto somos iglesia, comunidad, pueblo de Dios, o familia de Dios. Las mismas palabras lo indican; Iglesia es la convocatoria a un encuentro, los convocados a un encuentro que se encuentran unidos y reunidos; comunidad, ya la misma palabra la indica, los que viven en comunión; pueblo de Dios y familia que siempre implica que muchas se encuentran reunidos y en unidad.
Peregrinos que caminamos unidos; peregrinos hacia la Jerusalén del cielo, somos imagen y anticipo de esa Jerusalén celestial; peregrinos y constructores de esa Iglesia, de ese templo, de esa comunión que necesitamos tener los unos con los otros. ¡Cómo tenemos que cuidar la comunión entre nosotros! No puede faltar si en verdad nos sentimos Iglesia, nos sentimos familia y pueblo de Dios. Una tarea constante que tenemos que realizar. Un empeño y un compromiso, constructores de comunión. De cuántas maneras lo podemos expresar, lo tenemos que expresar en el día a día. Nunca destructores ni demoledores, siempre contribuyendo a la unidad, a la concordia, a la comunión.
Somos Iglesia en marcha, comunidad que se construye, familia que crece, cuerpo que se mantiene unido. Si nos faltara estaríamos destruyendo por la base nuestra fe, nuestro ser cristiano y no habría un auténtico seguimiento de Jesús. Que ese sea nuestro empeño.
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