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miércoles, 11 de noviembre de 2009

La actitud de acción de gracias es también actitud de humildad

Sab. 6, 2-12
Sal. 81
Lc. 17, 11-19


¡Qué insistentes y hasta exigentes somos en nuestras súplicas por las necesidades que tenemos, qué prontos para olvidar los favores recibidos y cuánto nos cuesta a veces manifestar nuestro reconocimiento y gratitud!
Se suele decir que es de corazón noble el ser agradecido y desde siempre nos enseñaron a dar las gracias a quien haya mostrado algún tipo de benevolencia con nosotros. Sin embargo ya sabemos lo que a veces nos pasa.
Hoy en el evangelio hay una queja de Jesús. ‘¿No han quedado limpios los diez?’ Eran los leprosos que habían salido al borde del camino al encuentro de Jesús y, aunque de lejos para cumplir las prescripciones de la ley mosaica sobre los leprosos, habían gritado y suplicado: ‘Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros’.
Jesús los había curado y los había mandado presentarse a los sacerdotes que eran los que podían permitirles reintegrarse a su familia y a la comunidad. ‘Mientras iban de camino quedaron limpios’. Solo ‘uno de ellos, al ver que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús’. Es cuando surge la pregunta de Jesús: ‘Los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero – era un samaritano - para dar gloria a Dios? Levántate, vete, tu fe te ha salvado’.
¿Volveremos siempre sobre nuestros pasos para dar gloria a Dios? Es algo que con toda sinceridad tenemos que preguntarnos, plantearnos. ¡Son tantas las cosas que recibimos de Dios! Tendríamos que estar en todo momento dándole gracias.
Nos cuesta. La actitud de acción de gracias es también una actitud de humildad. Quizá por eso nos cueste. Reconocer nuestra pobreza y si hay algo ha enriquecido nuestra vida se lo debemos a Dios. Somos pobres y limitados y eso nos cuesta a veces reconocerlo. Nosotros que nos creemos que valemos tanto y tenemos tantas cosas. Lo que hay y se realiza en nuestra vida es siempre un don de Dios. Pero nos creemos tan grandes y poderosos - ¿pensamos quizá que tenemos el poder sobre todo? – que queremos manipularlo todo a nuestro antojo y para nuestra gloria personal.
Nos creemos que el reconocimiento de la acción de Dios en nuestra vida va a mermar nuestra grandeza y dignidad, cuando sucede todo lo contrario. La mayor grandeza y dignidad que tenemos como personas nos la ha dado El cuando nos ha creado a su imagen y semejanza y por la obra salvadora de su Hijo nos ha hecho a nosotros hijos, nos ha dado la dignidad de hijos de Dios. Es esa acción de Dios en nuestra vida lo que nos hace más grandes y es lo que enriquece en verdad nuestra existencia.
Quizá tendríamos que saber hacer un listado de todo cuanto recibimos de Dios. Creo que nos ayudaría mucho espiritualmente, porque nos haría dirigir más y mejor nuestro corazón a Dios. Nos haría buscar seriamente actitudes nuevas y nuevas acciones con lo que manifestaríamos ese reconocimiento y gratitud al Señor. Ese ser agradecidos desde lo hondo de nuestro corazón nos haría en verdad mejorar nuestra vida.
Que no escuchemos nunca el reproche del Señor.

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