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martes, 10 de noviembre de 2009

La vida de los justos está en manos de Dios

Sap. 2, 23-3, 9
Sal. 33
Lc. 17, 7-10


‘La vida de los justos está en manos de Dios… ellos están en paz… esperaban seguros la inmortalidad… Dios los puso a prueba y los hallo dignos de sí… el día de la cuenta brillarán como chispas en un cañaveral…’
Hermosa reflexión del libro de la Sabiduría, uno de los llamados libros sapienciales del Antiguo Testamento. Son reflexiones muy cercanas, incluso en el tiempo, a la época de Jesús, aunque aún pertenecen al Antiguo Testamento. sin embargo notamos que un cierto sabor a la sabiduría evangélica, porque incluso tienen su resonancia en las bienaventuranzas.
‘La vida de los justos está en manos de Dios y ellos están en paz…’ No podía ser menos. Quien se confía totalmente en Dios se siente seguro y nada le hará temer. ‘El Señor es mi pastor, nada temo’. La confianza en Dios no nos aleja de la muerte, ni de dificultades y problemas que los seguiremos teniendo.
Alguno podrá pensar, como creo en Dios, ya todo me va a salir bien, voy a tener suerte en la vida y no tendré problemas. Creer en Dios y porque en Dios pones tu confianza y esperanza significará que vas a enfrentarte a los problemas y dificultades de distinta manera, no que no los vas a tener. Te sentirás fortalecido en el Señor. No perderás la paz y el equilibrio frente a las cosas que pudieran agobiarte. Desde el Señor y nuestra fe en El me sentiré como con otros recursos y fortaleza para enfrentar las situaciones.
Nos sentiremos probados, habrá momentos difíciles sin saber qué salida tomar, pero no nos faltará la fuerza y la luz del Espíritu que nos dará su Sabiduría divina. Esos momentos los veré como una prueba de la que saldré más fortalecido y purificado. ‘Lo probó como oro en el crisol’. Es a fuego donde se purifica el oro para quitar todas las escorias que lleva adheridas el metal precioso. Sólo cuando se purifique al fuego es cuando brillará en todo su esplendor.
Muchas escorias en nuestra vida, muchas cosas inservibles e inútiles de las que nos tenemos que purificar. No hemos de rehuir el fuego de la prueba, que puede ser una enfermedad, un problema que nos parece insoluble, un mal momento que nos hace sufrir y que llega a nosotros como una crisis en muchos sentidos. Pero todo esto tiene que hacernos ver la verdad de la vida, lo que es verdaderamente importante.
La prueba nunca nos debe separar del Señor, sino que en El tenemos que apoyarnos más fuertemente. Y se verá purificada nuestra fe y más madura. Y arrancaremos apegos del corazón que nos hará sentirnos más libres, esas cosas que como cachivaches vamos metiendo en nuestra vida y que como una rémora no nos dejan avanzar.
En el Señor ponemos nuestra confianza. La vida eterna de dicha sin fin junto a Dios es nuestra esperanza. Así resplandecerá un amor más auténtico y más puro.
‘Los que en El confían conocerán la verdad y los fieles permanecerán con El en el amor, porque sus elegidos encontrarán amor y misericordia’.

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