2Cor. 8, 1-9
Sal. 145
Mt. 5, 43-48
Sal. 145
Mt. 5, 43-48
Ya hemos escuchado que no vino a abolir la ley sino a dar plenitud. ‘No penséis, nos decía, que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir sino a dar plenitud’.
Hoy nos viene dar la altura de esa plenitud, la altura, la meta, el ideal a imitar está en Dios. ‘Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’. El listón está colocado bien alto, donde está la mayor plenitud, que es en Dios. No nos extrañe, entonces, lo que anteriormente nos había propuesto. Lo que ayer escuchábamos de romper la espiral de la violencia, como reflexionábamos. Y no nos extrañe lo que hoy nos propone.
Es que Jesús nos está hablando del amor donde encuentra plenitud la ley; del amor donde está la plenitud del hombre y de la persona; del amor en ese estilo nuevo que es el estilo de Jesús, es el estilo que nos propondrá en el evangelio.
Hoy nos habla del amor a todos y en concreto del amor a los enemigos. Porque ya no es amor a los amigos, a los que nos aman o nos caen bien; no es el amor al otro como simple correspondencia al amor que el otro nos pueda tener. Es el amor al otro aunque no se sea correspondido, e incluso, aunque no sea amado sino mas bien odiado, porque sea mi enemigo. Bueno, tendríamos que decir, que ya entre los que seguimos a Jesús a nadie podremos considerar enemigos, porque todo hombre, sea quien sea, es mi hermano.
‘Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian…’
Fijémonos en lo que nos dice: amar a los enemigos… hacer el bien a los que nos aborrecen… y rezar por los que nos persiguen y calumnian… Esto último tendría que ser algo a tener muy en cuenta, lo de ser capaces de rezar por aquellos que nos hacen daño. Quizá el autor sagrado cuando nos trasmite el evangelio y lo redacta estaban viviendo en la Iglesia tiempos difíciles de persecución, y por eso insiste en la referencia a los que son perseguidos y calumniados. Pero es algo que nos viene bien recordar siempre porque son situaciones por las que en unos momentos u otros pasamos o podemos pasar.
No es fácil en esas situaciones hacer esto que nos pide Jesús en el evangelio, tenemos que reconocer, y puede resultar hasta heroico el hacerlo, pero, ¿quién nos dijo que nosotros, los cristianos, tenemos que hacer sólo lo que todos hacen o lo que hace cualquiera?
Jesús a continuación nos lo dice. Si hacemos lo que todos hacen, ¿qué mérito tenemos? ‘Así, nos dice, seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos’. Como recordamos antes, nos propondrá al final que seamos perfectos como nuestro Padre del cielo. Pero nos dice más: ‘Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos… los gentiles? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?’
Es la ley del amor que nos dará la mayor plenitud. Es el amor que envolverá nuestra vida y nos hará verdaderamente grandes. Pero será un amor que sólo podremos vivir con su fuerza, con la fuerza de su Espíritu. Será algo por lo que tenemos que orar mucho. Para que nunca nos falte esa fuerza del Señor.
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