Hechos, 2, 14. 22-32
Sal. 15
Mt. 28, 8-15
Seguimos disfrutando de ls mieles de la Pascua. Vivimos la misma alegría de domingo de la resurrección que se va a prolongar de manera especial durante todo lo que es la octava de la Pascua, que es como seguir celebrando lo mismo que el primer día en un día grande que se prolonga ocho días.
Hoy nos encontramos en la Palabra proclamada dos posturas o actitudes contrapuestas en los testigos de la resurrección del Señor, que bien pudieran reflejar actitudes y posturas que nos seguimos encontrando hoy.
Por una parte, aquellos que fueron testigos directos del momento en que se corrió la piedra de la entrada del sepulcro, los guardianes que se habían puesto, y a los que hicieron callar con sobornos para que no se manifestaran como tales testigos. Por otro lado, el testimonio valiente y claro de Pedro y los otros discípulos manifestándose sin ningun temor como testigos de Cristo resucitado.
Hemos escuchado a Pedro en su discurso del día de Pentecostés que habla directamente de Jesús. 'Escuchadme, israelitas: os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros...' Estaba hablando ante quienes crucificaron a Jesús. 'Vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz...' No era fácil decirlo. Ya incluso antes incluso habían prohibido hablar de Jesús o manifestarse como su seguidor con la amenaza de ser expulsado de la sinagoga.
Podemos recordar el hecho de la curación del ciego de nacimiento en las calles de Jerusalén. Los padres del ciego no habían querido dar testimonio sobre quién había curado a su hijo. 'Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo ve ahora, no lo sabemos... preguntádselo a él, que es mayor, y puede explicarse'. Y comenta el evangelista: 'Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como Mesías'.
Más tarde nos contarán los Hechos de los Apóstoles, como tendremos oportunidad de escuchar en este tiempo de Pascua, que les prohibían formalmente hablar de Jesús, pero los apóstoles respondían que 'no podemos callar lo que hemos visto y oído... tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres'.
Ahora Pedro habla directamente de Jesús, como hemos escuchado. 'Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio... Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos...'
En el evangelio veremos la alegría de aquellas 'mujeres que se marcharon a toda prisa del sepulcro e impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos'. El sepulcro estaba vacío y los ángeles les habían anunciado la resurrección. Pero es Cristo quien les sale al encuentro. 'Alegráos... no tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán'.
Nosotros hemos de manifestarnos así valientemente como testigos de la resurrección del Señor. Aunque el mundo que nos rodea no nos entienda o esté en otras cosas. Porque muchos no lo terminan de entender ni lo creen. A muchos incluso les puede sonar raro que nosotros nos felicitemos en estos días.
Me sucedió ayer al ir a comprar el pan. Tras el saludo les felicité porque estamos en la resurrección del Señor. Una persona me miró y me dijo, sí es verdad es el día de resurrección, pero la otra persona se quedó callada mirándome como si no entendiera lo que le decía.
No es noticia para nuestros medios de comunicación que estemos celebrando la resurrección del Señor. Noticia serán en estos días las procesiones de los coches que regresan de las vacaciones con las largas y kilmétricas colas en carreteras y autopistas; noticia son los accidentes de tráfico y sus muertos o la lluvia que aguó las vacaciones a muchos. Pero no será noticia de primera página que celebramos la resurrección del Señor, porque creemos en El.
Frente a este mundo tenemos que seguir siendo testigos de una fe y de una esperanza, que para nosotros nace en la resurrección del Señor.
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