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miércoles, 15 de abril de 2009

Camina a nuestro lado y no lo reconocemos

Hechos, 3, 1-10
Sal. 104
Lc. 24, 13-35


‘¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados…’ dice el evangelista a la pregunta que les hace el extraño caminante que se les ha unido.
Se sienten tan frustrados y desesperanzados que sus ojos estaban ciegos. Sólo piensan en pasado mientras no caen en la cuenta de lo hermoso del momento presente.
‘¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?’ ‘Ha pasado… fue un profeta poderoso en obras y palabras… nosotros esperábamos… les habían dicho… no encontraron su cuerpo… las mujeres vinieron contando que habían visto…’ Hablan de Jesús en pasado pero no ven el momento presente. La muerte de Jesús les había llenado la vida de sombras y todavía ellos no habían visto la luz de la resurrección.
Y Jesús estaba con ellos como con nosotros tantas veces cuando en el camino de la vida nos sentimos desalentados, las cosas no nos salen como nosotros quisiéramos, recibimos desaires que nos hieren y hacen sentir mal. También nosotros nos cegamos y nos cuesta ver esa presencia de Jesús.
Hubo una cosa buena en aquellos caminantes de Emaús. A pesar del estado de ánimo se dejaron enseñar por Jesús. Casi sin darse cuenta ellos, una vez que desahogaron sus penas y tristezas, Jesús tomó la palabra y comenzó a enseñarles. Ellos, como dirían luego, le escuchaban a gusto y les ardía el corazón. ‘¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?’
Jesús les explicaba el sentido de las cosas que a ellos hasta ese momento tanto les había costado aceptar y comprender. ‘¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a El en toda la Escritura’.
Escuchando la Palabra de Jesús el corazón se les fue abriendo hasta que surge el gesto generoso de la hospitalidad. ‘Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída’… se hace de noche si tú no estás con nosotros, y no queremos perder tu luz, es como si le dijeran.
Será entonces sentados a la mesa del amor y la hospitalidad cuando al partir el par lo reconocieron. ‘Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron’. Aunque luego ya sus ojos no lo verán, saltarán de alegría porque Jesús estuvo con ellos. Ya tenían luz en el corazón y no importaba lo oscuro del camino para volver a Jerusalén. ‘Les contaban lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan’.
Tenemos que dejarnos encontrar por Jesús en cualquiera que sea la situación de nuestra vida en que nos encontremos. Dejarnos encontrar y escucharle. Dejarnos llenar de luz. Dejar que se caldee de nuevo nuestro corazón. Reconocerle en lo hondo del corazón y reconocerle en la fracción del pan. Muchas oscuridades desaparecerán de nuestra vida.

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