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martes, 20 de mayo de 2025

Bella imagen que presentar al mundo que nos rodea cuando vivimos esa comunión con Cristo en la escucha y en el amor y también en la comunión con los hermanos

 


Bella imagen que presentar al mundo que nos rodea cuando vivimos esa comunión con Cristo en la escucha y en el amor y también en la comunión con los hermanos

Hechos 15, 1-6; Salmo 121; Juan 15, 1-8

Es cosa que todos sabemos aunque no estemos muy habituados a la vida en el campo o en el trabajo de la agricultura, los árboles y en especial los árboles frutales hay que podarlos para mejorar su calidad y su producción. Alguien desconocedor de estos elementos al llegar en una ocasión a una huerta con árboles frutales, todos ellos muy frondosos y llenos de ramas alababa el que ellos se podría tener hermosas cosechas, pero un viejo agricultor le señaló que aquellos árboles había que podarlos, quitarle ese excesos de ramaje inservible que más bien dañaría o mermaría su producción, en la cabeza de aquel individuo le cabía el hecho de que sería necesario una profunda poda.

Una profunda poda necesitamos nosotros en la vida para que todo no se nos vaya por las ramas, como se suele decir, para que podamos llegar a la hondura del sentido de la vida y así en verdad podamos producir hermosos frutos de vida. Dicen que con la educación, aunque pudiera haber otras teorías, la rama hay que ir enderezándola desde chiquita; bellas formas vemos también en nuestros huertos y jardines de esas plantas que se han ido preparando con hermosas figuras, para lo que ha sido necesario ir haciendo podas aquí y allá para resaltar esa belleza que pretendemos.

Así la vida, no vamos a lo que salga; eso denotaría frivolidad y superficialidad; pero para dar esa profundidad de sentido a la vida mucho habrá que enderezar y corregir; tarea de educación, tarea que cada uno tiene que ir realizando en su vida para esa maduración, para ese crecimiento humano y espiritual, para lograr lo mejor de nuestra vida. Eso humanamente tenemos que hacerlo todos si queremos esa madurez en nuestra vida para afrontar problemas, para asumir responsabilidades, para dar lo mejor de nosotros mismos para hacer una sociedad mejor.

Es lo que nos está pidiendo Jesús para su seguimiento, para lo que sería una vida cristiana. Decimos vida cristiana porque el camino que queremos hacer es el de Cristo. ¿No le hemos escuchado recientemente que nos decía que El es el Camino, y la Verdad, y la Vida? No vamos a escoger el camino que nos aparezca o se nos ocurra a ver lo que sale, es Jesús el camino, y si nos decimos cristianos es porque escogemos ese camino, porque le seguimos o más aun porque caminamos sus mismos pasos. No es solo camino para seguirle sino para hacerlo.

Hoy nos habla Jesús de la vid, de los sarmientos, de la poda, de la necesidad de que los sarmientos estén unidos a la vid, en fin de cuentas nos dice que sin El nada somos ni nada podemos hacer. Nuestro seguimiento de Jesús exige radicalidad en nuestra vida, aun sabiendo de nuestra debilidad y de nuestra flaqueza. No siempre es fácil, nos cuesta, son muchos los apegos que se van cargando sobre nuestro corazón de los que tenemos que desprendernos para encontrar esa libertad en el seguimiento de Jesús. Que nada nos ate, que nada nos entorpezca el camino, que nada sea tropiezo en nosotros; son esas varas no solo infecundas sino también malignas que nos hacen daño, que tenemos que podar.

Es esa necesaria revisión que cada día tenemos que ir haciendo de nuestra vida, para que haya avance, para que haya crecimiento, para que haya vida de verdad en nosotros. Como nos dice hoy Jesús a todo sarmiento inservible hay que podarlo. Pero no es solo una tarea de ascesis la que vamos realizando sino que tiene que ser la tarea de estar unidos a Cristo, de conexión, de comunión, para que por nuestras venas circule la sabia de la gracia que es la que nos dará vida.

Esa necesidad de estar unidos a Cristo, que es escucharle, escuchar su Palabra pero recibiendo esa semilla en un campo bien labrado; esa necesidad de estar unidos a Cristo con nuestra oración y con los sacramentos; es nuestro encuentro vivo con El, para llenarnos de Dios, para llenarnos de vida; pero estar unidos a Cristo significa también nuestra comunión con los hermanos, nuestra comunión sintiéndonos Iglesia, nuestra comunión en la fe con los que hacen el mismo camino a nuestro lado.

Esa comunión de hermanos es también comunión con Cristo, es ese estar unidos a la vida para que los sarmientos tengan vida y puedan producir fruto. Un aspecto que es muy importante y que no podemos olvidar. Nos dirá Jesús que en ellos tenemos que verle a El, porque El así se nos hace presente también, y nos dirá Jesús que si no vivimos esa comunión de amor con los hermanos tampoco podremos vivir esa comunión de vida con El.

Por eso nos dirá también que cuando en su nombre nos reunimos y en su nombre desde esa comunión oramos al Padre siempre seremos escuchados, porque El mismo estará orando con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo decimos en nuestras oraciones litúrgicas y eso es lo que queremos expresar.

Qué bella imagen podemos presentar al mundo que nos rodea cuando vivimos esa comunión con Cristo y también con los hermanos.

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