En la
vida de cada día vivida con la intensidad del amor, la responsabilidad, la
autenticidad de la verdad están las señales del Reino de Dios en medio de
nosotros
Sabiduría 7, 22 – 8, 1; Sal 118; Lucas 17,
20-25
Vivimos en un
mundo de prisas; queremos que todo sea de inmediato. Nos hemos acostumbrado con
la técnica y con la informática que tocamos una tecla, tocamos un botón o
colocamos una clavija y todo sucede inmediatamente, que no soportamos las
esperas. Que el ordenador va lento, nos quejamos tantas veces; que no nos
resuelven de inmediato nuestros problemas, y ya andamos quejándonos y
protestando porque nos hacen esperar. Un mundo de inmediatez.
Pero por unas
razones o por otras, con unas técnicas modernas, o simplemente cuando las cosas
llevaban otro ritmo, siempre nos hemos estado preguntando ¿y eso me lo van a
solucionar pronto? ¿Y cuándo va a suceder eso que nos anuncian? Siempre hay
como una expectativa de inmediatez. Y aunque las esperas a lo largo de la
historia de la salvación podríamos decir que fueron de siglos, siempre estaba
la esperanza de que todo aquello anunciado por los profetas tuviera pronto
cumplimiento.
Ahora Jesús
anuncia el Reino de Dios, nos da señales de cómo ha de ser ese Reino de Dios,
nos pide un espíritu de conversión para abrir los espíritus de verdad a ese
Reino de Dios, pero allí andaban los contemporáneos de Jesús, como había
sucedido también a través de los tiempos en la espera de sucesos espectaculares
con los que se hiciera presente el Reino de Dios.
Y ahora vienen preguntándole, ‘¿cuándo
va a llegar el reino de Dios?’ y la respuesta de Jesús es clara. ‘El
reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”,
porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros’. Será algo que
Jesús repetirá en varias ocasiones como nos narran los evangelistas.
La tendencia a lo espectacular. Que
nosotros también la tenemos. Cómo corremos de un lado para otro y somos capaces
de atravesar el mundo cuando nos dicen que sucedieron cosas espectaculares o
milagrosas en un lugar determinado; cómo corremos tras las apariciones o las
visiones de algo que nos pueda parecer sobrenatural; cómo acudimos a este o al
otro santuario porque allí nos dicen que se hacen milagros, que allí nos
curamos de nuestras enfermedades y hacemos largas peregrinaciones. ¿Buscamos lo
espectacular o buscamos a Dios? Será algo que tenemos que preguntarnos.
Y Jesús nos ha dicho ‘mirad que el
Reino de Dios está en medio de vosotros’. Ahí, en nosotros, en nuestro
interior según las actitudes nuevas de las que llenemos nuestro corazón, según
los valores nuevos que vayamos poniendo en nuestra vida; ahí en nosotros, en
medio de ese mundo en el que vivimos que luchamos por hacerlo mejor, es donde
tenemos que encontrar el Reino de Dios, es donde tenemos que despertar todos
esos valores del Reino de Dios.
Y cuando comencemos a amarnos más,
cuando aprendamos a estar más unidos colaborando los unos con los otros, cuando
vayamos arrancando de nosotros y de nuestras relaciones esos orgullos que nos
destrozan, esas envidias que nos corroen, esos egoísmos que nos hacen
insolidarios, esa maldad que hace ruin nuestro corazón y llena de injusticia
nuestro trato y nuestra relacion con los demás, entonces nos daremos cuenta de
cómo estamos construyendo el Reino de Dios.
Mira a esas personas que se aman, mira
a quienes viven desprendidos y con corazón generoso dándolo todo por los demás,
mira a esa gente que es verdaderamente solidaria, mira a quienes trabajan por
lo bueno, por hacer el bien a todos, por buscar el respeto de cada persona,
mira a esas personas que alejan de sí toda vanidad y toda hipocresía y estarás
encontrando semillas del Reino de Dios. Ahí en ese mundo que vamos construyendo
de esa manera, pongamos a Dios en el centro y estaremos en verdad encontrándonos
con el Reino de Dios.
No son cosas espectaculares lo que esas
personas hacen; es la vida de cada día vivida con la intensidad del amor, la
responsabilidad, la autenticidad de la verdad; y eso serán quizás cosas que nos
parecen pequeñas, pero ahí estamos viendo las señales de que el Reino de Dios
está en medio de nosotros.
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