Sintiendo
a Jesús con nosotros, aunque las aguas tormentosas que atravesamos siguen
siendo las mismas, nos sentimos más seguros con la paz que nos da su presencia
Números 12, 1-13; Sal 50; Mateo 14, 22-36
‘Jesús apremió a sus discípulos a
que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él
despedía a la gente’. Pero Jesús no
volvió con ellos a la barca y ellos iban solos haciendo la travesía. Cruz el
lago para aquellos avezados pescadores no era algo que entraña dificultad, pero
sabemos cómo es andar sobre las olas. O viene la calma o se encrespan las olas
con el viento que aparece en contra de alguna parte.
Y en esas se vieron en aquella noche; y
la barca no avanzaba; y comenzaron los miedos. La oscuridad de la noche en
medio del agua nos hace ver más tinieblas que las que realmente existen en
algunas ocasiones. En estas andaban o más bien hacían esfuerzos por remar
cuando les pareció ver un fantasma; muy propio en esos niveles de cultura; se
llenaron de temor.
Cuántas veces en la vida nos llenamos
de miedos y temores, incluso en aquellas cosas o en aquellos lugares o
circunstancias a las que estamos habituados; pero como se nos pongan los
vientos en contra, como comiencen a no salirnos las cosas como nosotros quisiéramos,
como aparezcan dificultades con las que no contábamos, vienen los agobios, los
temores, la indecisión de no saber qué hacer, el sentirnos abrumados porque nos
parece que todo lo tenemos en contra. Cuántas veces perdemos esa serenidad de espíritu
que tanto necesitamos, y nos llenamos de angustias, y ya no sabemos hacer lo
que siempre hacíamos, o perdemos las fuerzas para luchar y querer salir
adelante.
Son muchas las circunstancias de la vida,
son muchos los aspectos en los que nos encontramos de esta manera. Y a veces se
nos tambalea nuestra fe, perdemos la confianza. Hay cosas que vemos que suceden
en nuestro entorno, incluso en nuestro entorno eclesial, que quizá no
terminamos de entender y nos sentimos que desestabilizados. Quisiéramos otra
imagen de la Iglesia, pero la imagen que damos muchas veces no es la más ideal;
nos sentimos mal muchas veces en la debilidad de los que están a nuestro lado y
eso nos desanima; nos parece que la barca se nos hunde.
Tenemos que pensar que es Jesús el que
nos ha puesto en marcha para hacer esa travesía; es en esa Iglesia que algunas
veces no nos gusta en las que nos quiere Jesús y donde también tenemos que
saber hacerle presente a El. Nos puede parece que no es Jesús sino son otras
cosas las que resplandecen en ocasiones, pero es la barca en la que tenemos que
remar, es la barca con la que tenemos que ir al mundo, cruzar todas las
travesías de la vida y donde tenemos que dejar una huella, la huella del
evangelio, la huella de Jesús. Es lo que nos toca realizar.
A veces saltamos al agua de la vida y
nos parece que nos hundimos como Pedro, porque son tales las tormentas del
mundo alrededor que nos parece que perdemos pie. Nos tenemos que dar cuenta que
Jesús está ahí, a nuestro lado, a nosotros nos tiende la mano también para que
nos mantengamos firmes y sigamos dando testimonio, sigamos siendo testigos de
algo nuevo, de lo que Jesús quiere para nosotros y para el mundo.
Sintiendo a Jesús a nuestro lado,
porque hayamos despertado bien nuestra fe, aunque las aguas que atravesamos son
las mismas y con las mismas dificultades de siempre, nos sentimos más seguros,
sentiremos la paz en el corazón que tanto necesitamos. No olvidemos la
presencia de Jesús. Hagamos sentir su presencia al mundo a través del
testimonio que damos con nuestra vida. Hagamos resplandecer la verdadera imagen
de la Iglesia de Jesús.
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