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martes, 20 de julio de 2021

Seremos en verdad la familia de Jesús cuando hacemos como María plantando la palabra de Dios en nuestro corazón

 


Seremos en verdad la familia de Jesús cuando hacemos como María plantando la palabra de Dios en nuestro corazón

Éxodo 14, 21 — 15, 1; Sal.: Ex 15,8-9.10.12.17; Mateo 12,46-50

‘Aquí está la esclava del Señor’, había dicho un día María allá en Nazaret. ‘Hágase en mí según tu palabra’. Y había plantado la Palabra del Señor en su corazón. No había otra razón de ser para su vida. Ese era todo el sentido de su existencia. Obediencia de la fe, obediente siempre a la Palabra del Señor.

Lo que acabamos de oír hoy en el evangelio no es una minusvaloración de María hecha por su propio hijo Jesús. Todo lo contrario. El también obediente al Padre su alimento era hacer la voluntad del Padre del cielo. ‘Aquí estoy para hacer su voluntad’ había proclamado Cristo a su entrada en el mundo.

Un día María lo había visto partir de Nazaret. Se ponía en camino. En los datos casi cronológicos de algunos evangelistas parecía que su marcha de Nazaret había sido para ir también a escuchar al Bautista en las orillas del Jordán. Pero allí había de ser señalado desde el cielo como el Hijo amado y predilecto del Padre a quien habíamos de escuchar. Era la Palabra que se había encarnado y plantado su tienda en medio de nosotros; era la Palabra que había de resonar bien fuerte por los caminos y aldeas de Galilea y por toda Palestina. Era el camino que había emprendido desde su salida de Nazaret.

Aunque había vuelto por Nazaret donde no habían querido escucharle y poner su fe en El, ahora es María con sus hermanos la que viene hasta Jesús. Le avisan. ‘Ahí están tu madre y tus hermanos’, pero El quería resaltar muy bien quien era su madre y quienes serían para siempre sus hermanos. Los que escuchan la Palabra de Dios y la plantan en su corazón. Como había hecho María como ya lo proclamara ella en Nazaret.

Esos son mi madre y mis hermanos. Esa es mi madre, la que escucha la Palabra y la planta en su corazón. Es lo que nos está queriendo decir Jesús. Es el camino que está abriendo también delante de nosotros. Cómo tenemos que acoger la Palabra de Dios. Y nos hablará de la semilla sembrado en toda tierra, y nos hablará de la semilla de la que se espera que dé fruto al ciento por uno, y nos hablará de la semilla que se enraíza en nuestro corazón y comienza a germinar en nueva vida, sin que sepamos cómo, y nos hablará de ese misterio de Dios que es su Palabra produciendo fruto en nuestro corazón.

María está siendo para nosotros un modelo de esa acogida de la Palabra de Dios. Palabra de Dios que la abre al misterio de Dios. Cuántas maravillas se realizan en su corazón desde su acogida de la Palabra de Dios. El Espíritu del Señor, que la fecundó con su sombra está realizando obras maravillosas en ella, que se siente la pequeña, la esclava del Señor. Cómo lo canta María en el Magnificat. ‘El Señor hizo en mí obras grandes’. ‘El Señor que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes’, a María la ha levantado, la ha exaltado porque ella es la Madre del Señor. ‘¿De donde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor?’ proclamará también Isabel reconociendo las maravillas de Dios.

Es la Palabra de Dios que la pone siempre en camino. Irá presurosa a la montaña para servir a su prima Isabel de la que ha tenido conocimiento de que va a ser madre y necesitará alguna ayuda. Pero es la María que estará siempre con los ojos abiertos para detectar una necesidad pero también para provocar el milagro que transformará el agua en vino cuando somos capaces de hacer lo que El nos diga.

Pero es también la María que estará en el corazón de la Iglesia, como estuvo allí en cenáculo acompañando a aquella comunidad que estaba naciendo, ayudando a que aquellos discípulos abrieran también su corazón a Dios y se dejaran transformar por el Espíritu. ¿Queremos ser en verdad la comunidad de Jesús, la familia de Jesús? Hagamos como María, dejémonos fecundar por la Palabra de Dios y nuestros corazones se transformarán, y nos llenaremos de amor, y seremos capaces de estar siempre en camino como María para llevar a Dios a los demás.

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