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lunes, 7 de junio de 2021

Entremos en las redes del amor de Jesús y seremos los más dichosos alcanzando la altura de la felicidad que nos ofrecen las bienaventuranzas

 


Entremos en las redes del amor de Jesús y seremos los más dichosos alcanzando la altura de la felicidad que nos ofrecen las bienaventuranzas

2Corintios 1, 1-7; Sal 33; Mateo 5,1-12

La felicidad. Todos la desean. Todos la buscamos. Pero no todos somos felices de la misma manera. Miramos a nuestro alrededor ¿y quienes son los que nos parecen más felices? Vemos a los triunfadores, los que parece que todo lo tienen, los que se sienten poderosos, los que ocupan los primeros puestos, los que parecen que disfrutan de la vida sea como sean, sin limites, sin escrúpulos, nos parecen felices, van derrochando risas y carcajadas por donde quiera que van, pero ¿serán los más felices? Muchos los envidian, quieren parecerse a ellos, quieren ocupar también esas cuotas de poder y de grandezas, y vienen las luchas y los empujones por alcanzar esa ansiada felicidad. ¿Nos sentiremos tentados nosotros a alcanzar una felicidad así?

Hoy el evangelio nos propone las bienaventuranzas; aquellos que nos dice Jesús que son dichosos y felices; pero nos da unas pautas que nos resultan incomprensibles, muy distantes de los caminos que veíamos antes que muchos recorrían para alcanzar la felicidad. Por eso tenemos el peligro de sentirnos confundidos y no entender las bienaventuranzas que nos propone Jesús y entonces querer hacernos unos arreglos para alcanzar esa bienaventuranza.

Y es que tenemos que comprender que nunca entenderemos las bienaventuranzas fuera de la órbita de Jesús. Solo quien se haya sentido cautivado por Jesús porque en El ha encontrado su esperanza y la razón de su existir podrá llegar a entender las bienaventuranzas y ponerse en camino para alcanzarlas.

Es cierto que tuvieron que causar gran sorpresa cuando fueron proclamadas por Jesús y para aquellas gentes atormentadas con tantos sufrimientos y decepciones eran unas palabras que en la sorpresa despertaban esperanza. Pero eran difíciles de entender si no nos ponemos en camino de seguir el camino de Jesús, el estilo y los valores que Jesús nos propone en el evangelio.

Solo quien se siente cautivado por Jesús entenderá lo que es el desprendimiento de esa pobreza de la que nos habla Jesús; solo desde Jesús se podrá entender que las lágrimas del sufrimiento o de la lucha interior por alcanzar un mundo mejor y más justo se pueden transformar en felicidad y alegría; solo quien está dispuesto a seguir ese camino de amor que se hace servicio y nos convierte en esclavos de los demás podrá entender la felicidad que se siente cuando amamos de verdad y nos damos y desgastamos por los otros. Sin Jesús no las entenderemos, sin Jesús no las podremos vivir, sin Jesús no podremos entender esa felicidad que El nos promete, sin contrastar esas palabras con todo el evangelio de Jesús no podremos disfrutar de esa felicidad que El nos ofrece.

Las bienaventuranzas no son solamente un código moral que tenemos que cumplir para salvarnos, no son unas normas o unas leyes que a fuerza tengamos que cumplir; es algo distinto, es un querer parecernos a Jesús porque nos sentimos cautivados por su amor porque el que entra en las redes del amor querrá parecerse, querrá imitar a aquel por quien se siente amado y al que quiere amar con un amor igual; cuando de verdad entramos en las redes del amor somos los más dichosos y los más felices.

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