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domingo, 18 de abril de 2021

La presencia de los hermanos a nuestro lado confesando y cantando su fe sea la señal que nos sorprenda con la presencia de que Cristo resucitado en medio de nosotros

 


La presencia de los hermanos a nuestro lado confesando y cantando su fe sea la señal que nos sorprenda con la presencia de que Cristo resucitado en medio de nosotros

Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19; Sal. 4; 1Juan 2, 1-5ª; Lucas 24, 35-48

Las apariciones de Cristo resucitado se habían ido acumulando, pero ellos no salían de su estupor por eso cada vez que se les manifestaba se llenaban de miedo y de temor y aunque en el fondo sentían la alegría de encontrarse de nuevo con El se quedaban como paralizados sin saber cómo reaccionar. Era algo nuevo, algo distinto, no era simplemente verle como antes de su pasión y muerte en la cruz, había algo que sentían y que vivían y que de alguna manera era indescriptible.

Allí estaban en el cenáculo con los discípulos que habían vuelto del camino de Emaús que contaban todo lo sucedido y como lo habían reconocido al partir el pan. Las señales, los signos por lo que habría que reconocerle, donde habrían de sentir su presencia. Por eso de nuevo está allí en medio de ellos e igualmente se ven sorprendidos y como llenos de temor ante el misterio grande que se les está revelando.

Y es que esta será otra señal, cuando estén reunidos, aunque en ocasiones se encuentren o desalentados o aturdidos por cuanto les sucede, Jesús se les manifiesta, como a los discípulos de Emaús, o como a ellos mismos que allí están ahora con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Tenemos que ir aprendiendo las señales de su presencia, las señales y los signos de que en verdad ha resucitado, está vivo, y está junto a nosotros. Será la pauta para siempre. Será ya para siempre la forma como la Iglesia va a sentir y a vivir su presencia a lo largo de los siglos.

Pero con Jesús viene siempre la paz, con Jesús siempre nos llenaremos de paz. Fue su saludo pascual repetido en las diferentes apariciones; será lo que Jesús querrá despertar en nuestros corazones aturdidos por tantas cosas. Como no tienen palabras para expresarlo de otra forma dirá el evangelista que ellos creían ver un fantasma pero Jesús trata de levantar su ánimo decaído, porque ha sido duro el trago por el que han pasado con la pascua y es necesario que ellos se sientan con una alegría nueva y distinta. ‘¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies’. Estaban palpando su presencia pero seguían sorprendidos y atónitos sin saber cómo reaccionar.

Nos paralizan las sorpresas cuando son duras y amargas y no sabemos como reaccionar, pero también lloramos de alegría y nos quedamos como paralizados cuando llegamos a encontrarnos con alguien a quien queríamos ver pero no lo esperábamos en ese momento. Muchas veces decimos cuando nos suceden cosas así que tendrían que prepararnos para la sorpresa.

Y es que ante muchas cosas hemos quizás perdido la capacidad de la admiración y de la sorpresa. En nuestros racionalismos queremos darle explicación a todo y buscamos mil razonamientos para explicarnos por qué nos suceden las cosas, pero parece como si no quisiéramos dejar actuar a Dios que tantas veces nos sorprende. Las cosas las queremos a nuestra manera pero ese actuar de Dios en nuestra vida no es a nuestra manera sino a su manera. Lo que tenemos que saber descubrir las señales de su presencia o de su actuar en nosotros, porque nos puede hablar de mil maneras y a través de muchas cosas o personas y de la misma manera nos hará sentir su presencia.

Quizás buscamos en ocasiones cosas grandiosas y El se nos manifiesta en las cosas pequeñas. Queremos buscarnos palabras rimbombantes para expresar los misterios de Dios y al final nos pueden sonar huecas en nuestros oídos, porque es quizá en la palabra sencilla del que aparece como más pequeño y humilde donde nos estará manifestando todo su misterio.

¿Sabemos una cosa que tendríamos que pedirle al Señor ante todo cuanto nos sucede o cuanto ahora estamos viviendo en este tiempo de pascua? Que nos abra el entendimiento para que comprendamos las Escrituras. Repetidas veces aparece esta expresión en los relatos del evangelio en este tiempo de pascua. Lo escuchamos que lo hacía con los discípulos que marchaban a Emaús, y vemos que hoy nos lo repite el evangelio en este encuentro de Jesús con los discípulos allí reunidos en el cenáculo. ‘Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto’.

Será ahora cuando comenzarán a comprender todo lo que había sucedido. Lo había anunciado y ahora se los recuerda y llenándose del Espíritu de Cristo resucitado y será entonces cuando entenderán todo el sentido de la pascua. Es ahora cuando claramente están viendo que Jesús es el Mesías, por su pasión y por su muerte, porque sobre todo por el triunfo de la resurrección. Es ahora cuando descubren el valor de aquella muerte, de aquella pascua y podrán comenzar a proclamar la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos.

Recordamos que en el relato paralelo del evangelista Juan, que fue el que escuchamos el pasado domingo, Jesús les da la fuerza de su Espíritu para el perdón de los pecados. Es ahora cuando comenzarán de verdad a ser los testigos de la resurrección. Como les dice ‘vosotros sois testigos de esto’, y los testigos no pueden callar, tienen que dar su testimonio.

Veamos nosotros las señales y dejémonos sorprender por su presencia. Con nosotros está aunque nos cueste reconocerle. Que la presencia de los hermanos a nuestro lado confesando y cantando también su fe sea para nosotros la señal de que Cristo resucitado está en medio de nosotros.

 

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