La
presencia de los hermanos a nuestro lado confesando y cantando su fe sea la
señal que nos sorprenda con la presencia de que Cristo resucitado en medio de
nosotros
Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19;
Sal. 4; 1Juan 2, 1-5ª; Lucas 24, 35-48
Las apariciones
de Cristo resucitado se habían ido acumulando, pero ellos no salían de su
estupor por eso cada vez que se les manifestaba se llenaban de miedo y de temor
y aunque en el fondo sentían la alegría de encontrarse de nuevo con El se
quedaban como paralizados sin saber cómo reaccionar. Era algo nuevo, algo
distinto, no era simplemente verle como antes de su pasión y muerte en la cruz,
había algo que sentían y que vivían y que de alguna manera era indescriptible.
Allí
estaban en el cenáculo con los discípulos que habían vuelto del camino de Emaús
que contaban todo lo sucedido y como lo habían reconocido al partir el pan. Las
señales, los signos por lo que habría que reconocerle, donde habrían de sentir
su presencia. Por eso de nuevo está allí en medio de ellos e igualmente se ven
sorprendidos y como llenos de temor ante el misterio grande que se les está
revelando.
Y es que
esta será otra señal, cuando estén reunidos, aunque en ocasiones se encuentren
o desalentados o aturdidos por cuanto les sucede, Jesús se les manifiesta, como
a los discípulos de Emaús, o como a ellos mismos que allí están ahora con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Tenemos que ir aprendiendo las señales
de su presencia, las señales y los signos de que en verdad ha resucitado, está
vivo, y está junto a nosotros. Será la pauta para siempre. Será ya para siempre
la forma como la Iglesia va a sentir y a vivir su presencia a lo largo de los
siglos.
Pero con
Jesús viene siempre la paz, con Jesús siempre nos llenaremos de paz. Fue su saludo
pascual repetido en las diferentes apariciones; será lo que Jesús querrá
despertar en nuestros corazones aturdidos por tantas cosas. Como no tienen
palabras para expresarlo de otra forma dirá el evangelista que ellos creían ver
un fantasma pero Jesús trata de levantar su ánimo decaído, porque ha sido duro
el trago por el que han pasado con la pascua y es necesario que ellos se
sientan con una alegría nueva y distinta. ‘¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué
surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.
Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que
yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies’. Estaban
palpando su presencia pero seguían sorprendidos y atónitos sin saber cómo
reaccionar.
Nos
paralizan las sorpresas cuando son duras y amargas y no sabemos como
reaccionar, pero también lloramos de alegría y nos quedamos como paralizados
cuando llegamos a encontrarnos con alguien a quien queríamos ver pero no lo
esperábamos en ese momento. Muchas veces decimos cuando nos suceden cosas así
que tendrían que prepararnos para la sorpresa.
Y es que
ante muchas cosas hemos quizás perdido la capacidad de la admiración y de la
sorpresa. En nuestros racionalismos queremos darle explicación a todo y
buscamos mil razonamientos para explicarnos por qué nos suceden las cosas, pero
parece como si no quisiéramos dejar actuar a Dios que tantas veces nos
sorprende. Las cosas las queremos a nuestra manera pero ese actuar de Dios en
nuestra vida no es a nuestra manera sino a su manera. Lo que tenemos que saber
descubrir las señales de su presencia o de su actuar en nosotros, porque nos
puede hablar de mil maneras y a través de muchas cosas o personas y de la misma
manera nos hará sentir su presencia.
Quizás buscamos
en ocasiones cosas grandiosas y El se nos manifiesta en las cosas pequeñas.
Queremos buscarnos palabras rimbombantes para expresar los misterios de Dios y
al final nos pueden sonar huecas en nuestros oídos, porque es quizá en la
palabra sencilla del que aparece como más pequeño y humilde donde nos estará
manifestando todo su misterio.
¿Sabemos
una cosa que tendríamos que pedirle al Señor ante todo cuanto nos sucede o
cuanto ahora estamos viviendo en este tiempo de pascua? Que nos abra el
entendimiento para que comprendamos las Escrituras. Repetidas veces aparece
esta expresión en los relatos del evangelio en este tiempo de pascua. Lo escuchamos
que lo hacía con los discípulos que marchaban a Emaús, y vemos que hoy nos lo
repite el evangelio en este encuentro de Jesús con los discípulos allí reunidos
en el cenáculo. ‘Entonces les abrió el entendimiento para comprender las
Escrituras. Y les dijo: Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de
entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión
para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto’.
Será ahora
cuando comenzarán a comprender todo lo que había sucedido. Lo había anunciado y
ahora se los recuerda y llenándose del Espíritu de Cristo resucitado y será
entonces cuando entenderán todo el sentido de la pascua. Es ahora cuando
claramente están viendo que Jesús es el Mesías, por su pasión y por su muerte,
porque sobre todo por el triunfo de la resurrección. Es ahora cuando descubren
el valor de aquella muerte, de aquella pascua y podrán comenzar a proclamar la
conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos.
Recordamos
que en el relato paralelo del evangelista Juan, que fue el que escuchamos el
pasado domingo, Jesús les da la fuerza de su Espíritu para el perdón de los
pecados. Es ahora cuando comenzarán de verdad a ser los testigos de la
resurrección. Como les dice ‘vosotros sois testigos de esto’, y los
testigos no pueden callar, tienen que dar su testimonio.
Veamos
nosotros las señales y dejémonos sorprender por su presencia. Con nosotros está
aunque nos cueste reconocerle. Que la presencia de los hermanos a nuestro lado
confesando y cantando también su fe sea para nosotros la señal de que Cristo
resucitado está en medio de nosotros.
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