Comulgar
no es solo lo material de comer un pan, sino realmente algo místico porque solo
desde la mística de la unión con Dios podremos comprenderlo en toda su plenitud
Hechos de los apóstoles 9, 1-20; Sal 116;
Juan 6, 52-59
¡Esto es de locura! Reaccionamos en
alguna ocasión cuando lo que nos cuentan parece
imposible, cuando la noticia que nos están dando se salta todas las
normalidades, cuando aquello que hace o que dice aquella persona no nos cabe en
nuestra cabeza y decimos que quien dice eso o quien hace cosas semejantes no
está en sus cabales. ¿Cómo reaccionar? Si no nos queremos complicar la vida
tratamos de olvidarlo, darle la espalda a aquel hecho que nos parece de locura
o no mezclarnos con personas que demos actuar así.
Pues eso les pareció aquella mañana a
las gentes que estaban en la sinagoga de Cafarnaún lo que les estaba diciendo
Jesús. ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’ se preguntan y no hay
manera de entender lo que Jesús les está diciendo porque se sale de lo normal.
¿Cómo vamos a comer la carne de una persona? El les había dicho: ‘En verdad,
en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida,
y mi sangre es verdadera bebida’.
Bueno, fueron las gentes de Cafarnaún
aquel día, pero también han sido muchos a través de los tiempos, como sigue
sucediendo hoy mismo, que no entienden, a los que no les caben en la cabeza
estas palabras de Jesús. Fue motivo de rechazo entonces como sigue siéndolo hoy
cuando no intentamos entrar en la órbita y en el sentido de Jesús para entender
sus palabras. Algunas veces parece que somos medio infantiles para hacernos
unas interpretaciones tan literales que poco menos – perdonen la expresión –
que nos vemos chorreando sangre desde nuestros labios.
Tampoco hemos de irnos a hacernos
interpretaciones tan melifluas que lleguemos a desvirtuar y hacer que pierdan
sentido las palabras de Jesús. Tenemos que entrar en una órbita de la fe para
fiarnos de la palabra de Jesús, pero para sentir tanto deseo de vivir unidos a
El que lleguemos a entender la comunión de vida y amor que podemos llegar a
tener en Jesús. Fijémonos en lo que termina diciéndonos hoy Jesús. ‘El que
come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él’. No es una unión
cualquiera, se trata de que comemos a Jesús de tal manera que habita en
nosotros y que nosotros terminamos habitando en El.
Ya hemos comentado que estas palabras
de Jesús llegarán a tener plena comprensión para nosotros cuando llegue la
noche del Jueves Santo, cuando Jesús nos dé el signo de su cuerpo, de su carne,
de su sangre en el pan y el vino que se hacen eucaristía. No vamos a comer un
pan cualquiera sino que vamos a comer a Cristo mismo, su cuerpo y su Sangre que
se hacen vida en nosotros. Por eso tan tajantemente nos dice que si no comemos
su carne y no bebemos su sangre no tenemos vida en nosotros, porque el que come
su carne y bebe su sangre tendrá vida eterna y El nos resucitará en el último
día.
Como decíamos, no es una unión
cualquiera; no son simplemente como unas personas que se juntan porque tienen
un proyecto común; no es simplemente como el hecho de estar junto al otro
porque su compañía se hace agradable para mí; no es acercarme a alguien porque
simplemente lo necesito y vengo a pedir ayuda en mi necesidad; no es la
compañía de unos amigos que porque se quieren comparten muchas cosas en lo
material y también en lo espiritual. Todo esto puede ser muy hermoso pero la unión
que llegamos a vivir con Jesús es mucho más. Como nos dice habita en nosotros y
nosotros en El.
Comulgar no es simplemente recibir algo
hermoso, un regalo que nos hacen porque nos quieren. Comulgar es entrar en
comunión, en esa unión tan profunda en que llegaremos a sentir en nosotros todo
el misterio de Dios, todo el misterio de su amor. Comulgar no es un rito ni una
rutina, comulgar significa una vida porque es entrar en comunión de vida desde
el amor que Dios nos tiene y al que correspondo con mi pobre amor. Comulgar no
es solo una cosa material que hacemos de comer un pan, sino que es realmente
algo místico porque solo desde la mística de la unión con Dios podremos
comprenderlo en toda su plenitud.
Mucho tendríamos que preguntarnos cómo
son nuestras comuniones, qué hay de todo esto cada vez que nos acercamos a la
comunión del Cuerpo de Cristo. A la larga sí tenemos que decirnos que es una
locura, una locura de amor de Dios.
Gracias, me gustan mucho sus posteos, son muy emotivos y ayudan muchísimo a la reflexión. Hoy le traigo una inquietud, no sé si es el ámbito, pero como siento que vamos por la misma sintonía creo poder llegar a sentirme comprendida. ¿Cómo se puede ayudar a alguien a ablandar su corazón? Conocí a alguien que me resultó agradable, pero es como que siempre se muestra como con una coraza y se aleja de todo aquello que le pueda generar incertidumbre, por ejemplo, conocer gente nueva. Me gustaría que se anime a aceptar mi amistad, pero temo que esté tan evasivo, que no se de cuenta que al andar así por la vida también puede provocar herir los sentimientos de los demás. A mí me duele la indiferencia y no se lo reprocho, pero mucho más no creo poder hacer. Me aferro rezando y que algún día tal vez la luz del Señor le llegue, ilumine su mente y abra su corazón.
ResponderEliminarGracias por el espacio. Saludos cordiales.