Busquemos la plenitud para nuestra vida que en el evangelio
de Jesús podemos encontrar dando verdadero valor y sentido a cuanto hacemos y
vivimos
Deuteronomio 4, 1. 5-9; Sal 147; Mateo 5,
17-19
En el corazón del
hombre siempre hay un ansia de más, que en ocasiones podemos confundir con el
deseo de más cosas, de ambicionar esas cosas materiales que nos ofrece la vida,
pero que realmente es un deseo de crecimiento interior alcanzando sí una mayor
felicidad en la satisfacción de aquellas cosas que ambicionamos y deseamos,
pero donde también quizá muchas veces andamos como perdidos, no sabemos lo que
realmente queremos y nos satisfacemos en lo primero que llegue a nuestro
alcance.
Pero el hombre
insatisfecho se pregunta sobre el valor y el sentido de lo que hace, quiere
encontrar un por qué de lo que vive para, por decirlo así, sacarle el mejor
jugo, la mejor satisfacción a aquello que hace. Es un deseo de crecimiento, de perfección,
de plenitud que llevamos en nuestro interior y que en ocasiones no sabemos como
satisfacer o donde encontrar esa plenitud.
Queremos más y no sabemos bien qué queremos o donde buscarlo. Queremos
encontrar el sentido verdadero de lo que hace, de lo que vive, de lo que es la
vida misma, y entonces también de todo cuanto le rodea.
En esas búsquedas
termina por trazar caminos, por ponerse normas quizá porque sujetándose a esas
reglas le parece que puede con mayor seguridad alcanzar también esa perfección
de su vida. Muchas desde la ley natural que impera en nuestro corazón, desde
ese sentido común que vamos teniendo también con la experiencia de la vida,
facilitan y ayudan pero otras quizá encorsetan a la persona limitando sus
mejores ansias o imponiéndole rutinas que no son precisamente lo que le puede
llevar a lo mejor. En el transcurso de la vida se van entremezclando todas esas
cosas y puede que en un momento lleguemos a una confusión donde le demos más
importancia a lo secundario que a lo que tiene que ser el principal sentido de
su vida.
El creyente sabe que
no camina solo en esa búsqueda y que no es solo por si mismo como va
encontrando ese camino que da sentido y valor a su vida. El creyente verdadero
siente en lo hondo de su corazón esa
presencia de Dios que le ilumina, que le inspira lo mejor para ese camino de
plenitud que anda buscando; se sabe guiado por Dios y siente que a través de la
historia Dios le ha manifestado su Palabra que se ha convertido en su ley y
norma en lo más hondo del corazón. En el camino que hacia el pueblo creyente
por el desierto que era un camino de búsqueda más allá de encontrar una tierra
donde establecerse hay un momento que siente la inspiración de Dios a través de
Moisés que experimenta de una manera especial esa presencia de Dios en su vida.
Siente que Dios le
habla y que le inspira lo que ha de ser su ley, su voluntad para el hombre en
ese camino que hace sobre la tierra. Es lo que llamamos la ley de Dios, que
nombramos también como ley Mosaica porque a través de Moisés les llegó esa
Palabra de Dios. Fue el camino, el cauce que lo hizo en verdad pueblo, el
pueblo de Dios que le ayudó a caminar por el desierto pero también para
establecerse en lo que llamarían la tierra prometida.
Tal como hablábamos
antes de lo que va sucediendo en el corazón del hombre aparecen las confusiones
cuando pronto quizá le dan más importancia a cosas que eran meramente
circunstanciales a lo que era en verdad el meollo de la ley del Señor. Son
todas aquellas tradiciones y rutinas que se habían introducido en la vivencia
del pueblo de Israel y que es lo que Jesús quiere purificar. Por eso les dice,
como hemos escuchado hoy en estas palabras que pertenecen al llamado sermón de
la montaña, que no viene a abolir la ley sino a dar plenitud.
Y dar plenitud es ir a
eso más profundo de la ley del Señor, eso que es lo que verdaderamente da el
mayor y mejor sentido a lo que hacemos y a lo que vivimos, como expresábamos
anteriormente. Es la buena noticia que Jesús viene a traernos para que en
verdad vivamos el Reino de Dios en toda su plenitud, es su evangelio.
Bien nos viene a
nosotros en este camino cuaresmal que estamos haciendo que busquemos esa
plenitud porque en verdad escuchemos a Jesús en lo hondo de nuestro corazón,
para que también nos purifiquemos, para que sepamos ir a lo esencial, para que
llenemos de amor nuestras vidas, para que como nos dice Jesús seamos compasivos
y misericordiosos como lo es nuestro Padre del cielo. Es el camino de
perfección que nos traza cuando nos dice que seamos perfectos como Dios nuestro
Padre, ese camino de crecimiento interior que hemos de ir haciendo y que nos
conduce a la plenitud verdadera.
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