N os tenemos que sentir inquietos e insatisfechos si no llegamos a hacer que nuestro amor a Dios sobre todo se traduce en el amor al prójimo como a nosotros mismos
Oseas 14, 2-10; Sal 80; Marcos 12, 28b-34
Nos dice el evangelista que
‘un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero
de todos?’
Siempre nos preguntamos por
qué aquel escriba le hace esta pregunta a Jesús. Nos decimos que si era un
escriba, un maestro de la ley, era algo que tenia que saber muy bien. ¿Por qué,
entonces, la pregunta? Muchas veces decimos, así aparece en algún otro momento
en el evangelio, que era como un poner a prueba a Jesús, un tenderle una
trampa, un juicio en cierto modo que quería hacer de la enseñanza de Jesús a
ver si se conformaba con los expresado en la Ley y los Profetas.
Pero, ¿por qué no podemos
pensar que de alguna manera era como una inquietud que había en su corazón, una
insatisfacción que le interrogaba por dentro? Nos puede pasar a nosotros que en
ocasiones preguntamos no porque no sepamos las cosas sino que de alguna manera
queremos confrontar lo que llevamos dentro que nos puede producir inquietud,
insatisfacción, una búsqueda que llevamos en nuestro interior en la que no
sabemos donde vamos a encontrar la luz.
No importa que nos surjan
dudas en nuestro interior, que nos interroguemos a nosotros mismos buscando la
respuesta, buscando la verdad. Hay ocasiones en que lo que hemos estado
haciendo desde siempre ahora parece que no nos satisface, que quizá le falta
algo que lo podía hacer mejor, que quizá se haya podido convertir en una rutina
de nuestra vida y ahora parece como un sin sentido. Siempre tenemos que estar
en esas ansias de búsqueda de algo mejor, o de hacer lo que hacemos con una
mayor autenticidad; hay frialdades que se nos meten por dentro que nos van
produciendo una tibieza en lo que hacemos o en lo que vivimos y no podemos
dejarnos ir por esa pendiente.
Tendremos que tener la
valentía de planteárnoslo o de ir a buscar quien nos saque de dudas, que nos
ayude a reflexionar, que nos haga ver una cara distinta, que nos eleve de esa
tibieza para darle más calor espiritual a nuestra vida. Pero tenemos que saber
bien a quien vamos a acudir, hemos de saber oler donde hay verdadera sabiduría
y verdadera altura espiritual, no nos podemos contentar con ir a cualquier
charlatán, y lo digo así, charlatán porque es lo que nos podemos encontrar a
veces.
Aquel escriba acudió a Jesús.
No era tentarlo o ponerlo a prueba, sino que se estaba probando a si mismo. Jesús
le responde textualmente con lo que estaba escrito en el libro de la ley y lo
que realmente todo judío se sabia hasta de memoria. Es el amor a Dios sobre
todas las cosas lo que es la ley y el mandato principal; pero un amor
auténtico, un amor que no son solo palabras, un amor que se traduce en una
vida, porque nos hará ver a los demás también de manera distinta. Por eso Jesús
une en su respuesta dos textos del antiguo testamento. Amarás a Dios sobre
todas las cosas, pero el segundo es semejante a este. Quiere decir que tiene la
misma importancia; quiere decir que no podemos decir que cumplimos con el
primero si no tenemos en cuenta el segundo, como decíamos, es la visión nueva
que hemos de tener de los demás. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. ‘No
hay mandamiento mayor que estos’.
Pero es importante que nos
fijemos en la respuesta del escriba que viene a repetir las mismas palabras de Jesús,
pero terminará diciendo que quien viva este amor está haciendo algo que vale
más que todos los holocaustos y sacrificios. No es con los holocaustos y
sacrificios ofrecidos ritualmente allá en el altar del templo donde estamos
manifestando todo lo que es ese amor que decimos le tenemos a Dios, es en ese
amor que se convierte también en amor al prójimo.
Está manifestando aquí y de
esta manera seguro la inquietud que llevaba dentro y que no se atrevía a
terminar de pronunciar, porque quizá le podría parecer que traicionaba lo que
habitualmente se enseñaba en las sinagogas y en las escuelas rabínicas. Pero
ahora ante Jesús lo expresa porque en las palabras de Jesús está viendo
reflejada, está viendo la respuesta a todo lo que lleva dentro. Por eso Jesús
le dirá que no está lejos del Reino de Dios. Su corazón está dando pasos, su
vida va tomando un nuevo sentido, está comenzando a entender lo que es ese
Reino de Dios que Jesús les anuncia. No estás lejos del Reino de Dios.
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