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viernes, 20 de marzo de 2020

Nos tenemos que sentir inquietos e insatisfechos si no llegamos a hacer que nuestro amor a Dios sobre todo se traduce en el amor al prójimo como a nosotros mismos


Nos tenemos que sentir inquietos e insatisfechos si no llegamos a hacer que nuestro amor a Dios sobre todo se traduce en el amor al prójimo como a nosotros mismos



Oseas 14, 2-10; Sal 80; Marcos 12, 28b-34
Nos dice el evangelista que ‘un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?
Siempre nos preguntamos por qué aquel escriba le hace esta pregunta a Jesús. Nos decimos que si era un escriba, un maestro de la ley, era algo que tenia que saber muy bien. ¿Por qué, entonces, la pregunta? Muchas veces decimos, así aparece en algún otro momento en el evangelio, que era como un poner a prueba a Jesús, un tenderle una trampa, un juicio en cierto modo que quería hacer de la enseñanza de Jesús a ver si se conformaba con los expresado en la Ley y los Profetas.
Pero, ¿por qué no podemos pensar que de alguna manera era como una inquietud que había en su corazón, una insatisfacción que le interrogaba por dentro? Nos puede pasar a nosotros que en ocasiones preguntamos no porque no sepamos las cosas sino que de alguna manera queremos confrontar lo que llevamos dentro que nos puede producir inquietud, insatisfacción, una búsqueda que llevamos en nuestro interior en la que no sabemos donde vamos a encontrar la luz.
No importa que nos surjan dudas en nuestro interior, que nos interroguemos a nosotros mismos buscando la respuesta, buscando la verdad. Hay ocasiones en que lo que hemos estado haciendo desde siempre ahora parece que no nos satisface, que quizá le falta algo que lo podía hacer mejor, que quizá se haya podido convertir en una rutina de nuestra vida y ahora parece como un sin sentido. Siempre tenemos que estar en esas ansias de búsqueda de algo mejor, o de hacer lo que hacemos con una mayor autenticidad; hay frialdades que se nos meten por dentro que nos van produciendo una tibieza en lo que hacemos o en lo que vivimos y no podemos dejarnos ir por esa pendiente.
Tendremos que tener la valentía de planteárnoslo o de ir a buscar quien nos saque de dudas, que nos ayude a reflexionar, que nos haga ver una cara distinta, que nos eleve de esa tibieza para darle más calor espiritual a nuestra vida. Pero tenemos que saber bien a quien vamos a acudir, hemos de saber oler donde hay verdadera sabiduría y verdadera altura espiritual, no nos podemos contentar con ir a cualquier charlatán, y lo digo así, charlatán porque es lo que nos podemos encontrar a veces.
Aquel escriba acudió a Jesús. No era tentarlo o ponerlo a prueba, sino que se estaba probando a si mismo. Jesús le responde textualmente con lo que estaba escrito en el libro de la ley y lo que realmente todo judío se sabia hasta de memoria. Es el amor a Dios sobre todas las cosas lo que es la ley y el mandato principal; pero un amor auténtico, un amor que no son solo palabras, un amor que se traduce en una vida, porque nos hará ver a los demás también de manera distinta. Por eso Jesús une en su respuesta dos textos del antiguo testamento. Amarás a Dios sobre todas las cosas, pero el segundo es semejante a este. Quiere decir que tiene la misma importancia; quiere decir que no podemos decir que cumplimos con el primero si no tenemos en cuenta el segundo, como decíamos, es la visión nueva que hemos de tener de los demás. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. ‘No hay mandamiento mayor que estos’.
Pero es importante que nos fijemos en la respuesta del escriba que viene a repetir las mismas palabras de Jesús, pero terminará diciendo que quien viva este amor está haciendo algo que vale más que todos los holocaustos y sacrificios. No es con los holocaustos y sacrificios ofrecidos ritualmente allá en el altar del templo donde estamos manifestando todo lo que es ese amor que decimos le tenemos a Dios, es en ese amor que se convierte también en amor al prójimo.
Está manifestando aquí y de esta manera seguro la inquietud que llevaba dentro y que no se atrevía a terminar de pronunciar, porque quizá le podría parecer que traicionaba lo que habitualmente se enseñaba en las sinagogas y en las escuelas rabínicas. Pero ahora ante Jesús lo expresa porque en las palabras de Jesús está viendo reflejada, está viendo la respuesta a todo lo que lleva dentro. Por eso Jesús le dirá que no está lejos del Reino de Dios. Su corazón está dando pasos, su vida va tomando un nuevo sentido, está comenzando a entender lo que es ese Reino de Dios que Jesús les anuncia. No estás lejos del Reino de Dios.

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