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lunes, 13 de enero de 2020

Jesús viene allí donde estamos y hacemos nuestra vida pero nos invita a ver otros horizontes y otro sentido que dé profundidad a nuestras vidas


Jesús viene allí donde estamos y hacemos nuestra vida pero nos invita a ver otros horizontes y otro sentido que dé profundidad a nuestras vidas

1Samuel 1, 1-8; Sal 115; Marcos 1, 14-20
Como hemos dicho se ha terminado ya el tiempo de la Navidad y de la Epifanía y comienza en la liturgia lo que llamamos el tiempo Ordinario. Ahora es el tiempo que media hasta que el miércoles de ceniza iniciemos la Cuaresma como camino que nos conduce hasta la Pascua, y cuando terminen las celebraciones pascuales todo ese tiempo hasta llegar a iniciar un nuevo ciclo. Bien sabemos que el ritmo de nuestra vida cristiana se centra en la Pascua y en consecuencia la liturgia con la que celebramos nuestra fe y el misterio de Cristo.
Durante el tiempo ordinario en el evangelio iremos leyendo de forma ordenada y continuada los distintos evangelios, que nos ayudarán a ir penetrándonos más y más del mensaje del Reino de Dios alimentando así el camino de nuestra vida cristiana. Como en la vida, que tenemos momentos de especiales celebraciones y tenemos en consecuencia especiales motivos para ese sentido de fiesta que ha de acompañar la vida del cristiano, pero cuando nos salimos de esos momentos especiales continuamos con lo que podríamos decir es nuestra alimentación ordinaria y donde mejor la vamos a encontrar que en el evangelio y toda la Palabra de Dios.
Iremos, pues, como repasando esos distintos momentos de la vida de Cristo con sus palabras, sus signos y milagros, con sus gestos y el ejemplo de su vida para lo que ha de ser nuestra vida. Cuando amamos algo de verdad aunque repetidamente se nos ofrezca nunca nos cansamos de rumiarlo en nuestro corazón y es lo que tenemos que saber hace con la Palabra de Dios. Siempre encontraremos esa luz que necesitamos, esa palabra certera que llega a la realidad de nuestra vida para denunciarnos acaso algunos rumbos que vamos tomando que no son los mejores y nos hacen corregir actitudes y posturas, mejorar los gestos de nuestra vida, hacer brillar mejor esos signos que con nuestra vida vamos realizando.
En ese principio del evangelio de Marcos nos encontramos con unos momentos de la vida de Jesús en Galilea que recientemente hemos ya también meditado. Jesús anuncia la Buena Nueva del Evangelio, invita a la gentes a convertir su corazón a Dios, se acerca allí donde están, donde hacen su vida, porque siempre Jesús vendrá en nuestra búsqueda allí donde estamos, nos invita a seguirle dándole un valor y un sentido nuevo a eso que cada día hacemos.
Hoy contemplamos a Jesús en la orilla del lago, donde los pescadores después de su tarea repasan y reparan sus redes, donde preparan todo lo necesario para otro día u otra noche de pesca; y Jesús va caminando entre ellos haciéndoles ver nuevos horizontes que van mucho más allá de ese lago que les rodea y donde hacen su vida o de esas mismas tareas que realizan. Hay otra pesca, hoy otro sentido de vida, hay algo más que puede dar de verdad sentido a nuestra existencia, hay algo que va a dar profundidad a sus vidas.
Y Jesús les invita a seguirle, a estar con El, a descubrir esas nuevas luces y esos nuevos horizontes. Algo que tendrá que cambiar en el corazón, porque otras actitudes nuevas de disponibilidad tiene que haber cuando encontramos el amor de verdad. Es a lo que Jesús va invitando a aquellos pescadores de Galilea. ‘Venid conmigo y os haré pescadores de hombres’, y en aquellos corazones encuentra apertura y disponibilidad. ¿Cuál sería nuestra respuesta a la invitación de Jesús?

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