Jesús
viene allí donde estamos y hacemos nuestra vida pero nos invita a ver otros
horizontes y otro sentido que dé profundidad a nuestras vidas
1Samuel 1, 1-8; Sal 115; Marcos 1, 14-20
Como hemos dicho se ha terminado ya el
tiempo de la Navidad y de la Epifanía y comienza en la liturgia lo que llamamos
el tiempo Ordinario. Ahora es el tiempo que media hasta que el miércoles de
ceniza iniciemos la Cuaresma como camino que nos conduce hasta la Pascua, y
cuando terminen las celebraciones pascuales todo ese tiempo hasta llegar a
iniciar un nuevo ciclo. Bien sabemos que el ritmo de nuestra vida cristiana se
centra en la Pascua y en consecuencia la liturgia con la que celebramos nuestra
fe y el misterio de Cristo.
Durante el tiempo ordinario en el
evangelio iremos leyendo de forma ordenada y continuada los distintos
evangelios, que nos ayudarán a ir penetrándonos más y más del mensaje del Reino
de Dios alimentando así el camino de nuestra vida cristiana. Como en la vida,
que tenemos momentos de especiales celebraciones y tenemos en consecuencia
especiales motivos para ese sentido de fiesta que ha de acompañar la vida del
cristiano, pero cuando nos salimos de esos momentos especiales continuamos con
lo que podríamos decir es nuestra alimentación ordinaria y donde mejor la vamos
a encontrar que en el evangelio y toda la Palabra de Dios.
Iremos, pues, como repasando esos
distintos momentos de la vida de Cristo con sus palabras, sus signos y
milagros, con sus gestos y el ejemplo de su vida para lo que ha de ser nuestra vida.
Cuando amamos algo de verdad aunque repetidamente se nos ofrezca nunca nos
cansamos de rumiarlo en nuestro corazón y es lo que tenemos que saber hace con
la Palabra de Dios. Siempre encontraremos esa luz que necesitamos, esa palabra
certera que llega a la realidad de nuestra vida para denunciarnos acaso algunos
rumbos que vamos tomando que no son los mejores y nos hacen corregir actitudes
y posturas, mejorar los gestos de nuestra vida, hacer brillar mejor esos signos
que con nuestra vida vamos realizando.
En ese principio del evangelio de
Marcos nos encontramos con unos momentos de la vida de Jesús en Galilea que
recientemente hemos ya también meditado. Jesús anuncia la Buena Nueva del
Evangelio, invita a la gentes a convertir su corazón a Dios, se acerca allí
donde están, donde hacen su vida, porque siempre Jesús vendrá en nuestra
búsqueda allí donde estamos, nos invita a seguirle dándole un valor y un
sentido nuevo a eso que cada día hacemos.
Hoy contemplamos a Jesús en la orilla
del lago, donde los pescadores después de su tarea repasan y reparan sus redes,
donde preparan todo lo necesario para otro día u otra noche de pesca; y Jesús
va caminando entre ellos haciéndoles ver nuevos horizontes que van mucho más
allá de ese lago que les rodea y donde hacen su vida o de esas mismas tareas
que realizan. Hay otra pesca, hoy otro sentido de vida, hay algo más que puede
dar de verdad sentido a nuestra existencia, hay algo que va a dar profundidad a
sus vidas.
Y Jesús les invita a seguirle, a estar
con El, a descubrir esas nuevas luces y esos nuevos horizontes. Algo que tendrá
que cambiar en el corazón, porque otras actitudes nuevas de disponibilidad
tiene que haber cuando encontramos el amor de verdad. Es a lo que Jesús va
invitando a aquellos pescadores de Galilea. ‘Venid conmigo y os haré
pescadores de hombres’, y en aquellos corazones encuentra apertura y
disponibilidad. ¿Cuál sería nuestra respuesta a la invitación de Jesús?
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