Abramos
los ojos para ver cuanto bueno podemos encontrarnos en nuestro entorno y nos
encontraremos a Dios caminando a nuestro lado
Daniel 1, 1-6. 8-20; Sal. Dn 3, 52-56; Lucas
21, 1-4
Es cierto que
vamos caminando con los ojos abiertos, de lo contrario iríamos tropezando con
todo y con todos, pero también hemos de decir, aunque parezca contradicción,
que no siempre vamos con los ojos abiertos y suceden cosas delante de nosotros
y ni las vemos ni nos enteramos.
Es mirar,
prestar atención, detenernos, darnos cuenta del detalle o del gesto; no nos
quedemos en una mirada superficial y ligera donde paseamos los ojos por todos
lados pero al final no vemos nada. ¿Te diste cuenta de aquel detalle? Nos dice
el que va con nosotros que sí ha sabido observar y se fijó en un detalle al que
nosotros no prestamos atención. Pasan desapercibidos delante de nuestros ojos y
no los vemos.
Ya sé que me
vais a decir que hay muchos que se fijan en todo, que todo lo están observando
para criticar, para ver lo malo o la segunda intención, pero yo te digo no
mires con mirada turbia, porque algunas veces, es cierto, la maldad que
llevamos en el corazón se convierte en persiana delante de los ojos para
dejarnos ver solo lo que nos interesa desde nuestra maldad. Sin embargo hay
tantas cosas hermosas que nos pasan desapercibidas; nuestros ojos se han ido
entumeciendo y ya no nos permiten ver esas cosas tenues pero bellas que si nos
fijamos en ellas tienen bello resplandor.
Hoy el
evangelio nos habla de que Jesús estaba cerca de la entrada del templo y
levantando los ojos vio a cuantos iban entrando y como estaba cerca el cepillo
de las limosnas no podía menos que observar la ostentación con que algunos
echaban sus limosnas, pero esos oropeles no le impidieron ver a una mujer
sencilla, una pobre viuda que echó solo dos reales porque era lo que tenia.
Aquella mujer hubiera pasado desapercibido, como realmente lo fue para la
inmensa mayoría, frente a los sonidos tintineantes de las monedas que echaban
los ricos o de los que hacían ostentación, que además querían hacerse notar.
Normalmente
siempre destacamos, como lo hace el mismo Jesús, en este evangelio la
generosidad y desprendimiento de aquella pobre mujer que echó cuanto tenía para
vivir. Diríamos que en principio es el primer mensaje del evangelio de este día,
pero como siempre decimos, con una lectura atenta podemos descubrir algo más. Y
es en lo que hoy nos fijamos, la mirada de Jesús que nos enseña para nuestras
miradas.
Porque hay
tanto detalles en la vida que pueden ser Buena Nueva para nosotros, evangelio
para nuestra vida, porque nos enseñan a vivir, nos abren los ojos para amar,
nos ponen en una disposición distinta cuando nos hacen salir de nosotros, de
nuestros anhelos, de nuestras preocupaciones y agobios para ver algo nuevo, para
descubrir una nueva actitud, o para hacernos notar una nueva manera de mirar
que hemos de tener en la vida.
Abramos los
ojos para ver cuanto bueno podemos encontrarnos en nuestro entorno; abramos los
ojos para ver más allá de las apariencias y poder descubrir el corazón de las
personas; abramos los ojos llenos de luz para ver lo bueno, para llegar a
descubrir que siempre en toda persona hay algo bueno, en toda persona puede
florecer el amor, aunque si nos quedamos en lo externo solo veamos hojarasca y espinas;
abramos los ojos para descubrir también el sufrimiento que muchos llevan
calladamente en su corazón y necesitan el bálsamo de un corazón amigo que
camine a su lado y podemos ser nosotros. Abramos los ojos y nos encontraremos a
Dios en los que caminan a nuestro lado y en cuanto sucede en torno nuestro.
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