El
tallo de la rosa tiene espinas pero esperamos alcanzar a contemplar e
impregnarnos de la belleza y del aroma de la flor
Daniel 5,1-28; Sal. Dn 3,62-67; Lucas
21,12-19
¿Quién te
dijo que es un camino de rosas? Habremos escuchado que se nos dice cuando quizá
nos quejamos de las dificultades que vamos encontrando en la vida y cómo nos
cuesta alcanzar nuestras metas. De la rosa nos gusta el perfume y la belleza de
los colores de la flor, pero bien sabemos que hemos de tomarlas con cuidado
porque sus tallos están llenos de espinas y no nos queremos herir, pero no es fácil
tomar un ramo de rosas en nuestras manos sin que alcancemos alguna pequeña
herida.
¿Lo podemos
aplicar al camino de nuestra vida cristiana y del seguimiento de Jesús? Nos
quisiéramos quedar en la belleza de la flor y en su perfume. Y claro que seguir
a Jesús nos conduce a esa belleza para nuestra vida; llegar a encontrarnos con
El y vivirle es lo más hermoso que podamos encontrar, lo que mayor felicidad
nos daría. Sin embargo vemos que el camino de ese seguimiento de Jesús a veces
se nos hace duro, dificultoso. Como si fuéramos subiendo por el tallo de la
rosa donde nos vamos a encontrar las espinas, pero queremos llegar al final,
queremos alcanzar la meta.
Ya nos lo
plantea Jesús a lo largo del todo el evangelio cuando desde el principio nos
pide cambiar el corazón para poder creer en la Buena Noticia que nos anuncia.
Cambiar el corazón que significará despojarnos de muchas cosas, de muchas ideas
preconcebidas, de muchas posturas, de un estilo de vida. Y eso no es fácil. Nos
hablará de un hombre nuevo desprendiéndonos de las viejas vestiduras que tan
bien se habían amoldado a nuestra vida o nosotros nos habíamos amoldado a
ellas; nos hablar de camino estrecho y nos hablará de cruz que hemos de cargar,
de negarnos a nosotros mismos y de un nacer de nuevo.
Pero cuando
tenemos una meta, cuando queremos alcanzar algo que es precioso y valioso para
nosotros no nos importarán sacrificios, lo que sea necesario, porque lo que
queremos es llegar a esa meta. Nos hablará de vender nuestros tesoros para
poder conseguir la perla más preciosa, nos hablará de un tesoro guardado allí
donde no nos lo puedan robar ni la polilla roer; nos hablará de vigilancia y de
estar atentos sin dejarnos dormir. Pero todo merece la pena por poder entrar al
banquete del Reino al que nos tiene convidados.
Hoy nos habla
de otras dificultades que vamos a encontrar en el camino, como son la oposición
que podamos encontrar en los demás que conduzca a la persecución, la cárcel e
incluso la muerte. Bien conocemos que la historia de los cristianos y de la
Iglesia ha estado siempre rodeada de persecución. Pero Jesús nos habla de cómo
no podemos perder la paz en nuestro corazón, porque el Espíritu del Señor es
nuestra fortaleza.
Oposición y
persecución que nos puede llegar por diferentes caminos, nos habla Jesús que
nos podrá venir hasta de los más cercanos a nosotros, en quienes no vamos a
encontrar la comprensión para nuestro sentido de vida. Y eso lo vivimos muy
fuerte en la sociedad en que nos ha tocado vivir, el aislamiento y la soledad,
el crear en torno a quienes quieren proclamar valientemente con sus palabras y
su vida el evangelio de Jesús, una barrera de silencio que quiere acallarnos,
que busca desprestigiarnos aprovechándose de cualquier circunstancia e incluso
de nuestra debilidad, o donde querrán quitar ese sentido religioso de la vida y
por supuesto todo lo que suene o tenga sabor a cristiano.
No temamos,
nos dice el Señor. Su Espíritu es nuestra fuerza, y nuestra perseverancia nos
hará llegar en fidelidad a la meta final. Con vuestra perseverancia salvaréis
vuestras almas, termina diciéndonos Jesús. No importa el buen olor de Cristo se
desprenderá al final para darle un perfume nuevo a la vida y un sentido nuevo a
nuestro mundo.
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