En el
sentido de nuestra fe cristiana no cabe la angustia ni el temor ante el final
de la vida y de la historia, es tiempo de esperanza como nos dice Jesús ‘se
acerca nuestra liberación’
Daniel 6, 11-27; Sal. Dn 3,68-74; Lucas 21,
20-28
Aunque
queramos ir muchas veces de estoicos por la vida, diciendo que nada nos
preocupa, que esos temas del final de los tiempos y de otros mundos y de otra
vida son frutos de imaginaciones y sueños nacidos de la incultura y no sé
cuantas cosas más que queramos decir, sin embargo hemos de reconocer que allá
en el fondo de nosotros mismos nos queda la duda, aparece una cierta inquietud
y hasta angustia, porque como solemos decir, ¿y si todo eso es verdad? El mundo
ha de acabarse un día ¿un cataclismo final? Ahora que tanto hablamos de medio
ambiente y de la destrucción del planeta es que algo nos tememos para ese
final.
Ahora que
estamos en el final del año litúrgico se nos presentan en la Palabra de Dios
unos textos con un sentido apocalíptico de final y de final envuelto en medio
de catástrofes y de guerras. Lo hemos venido escuchando estos días que Jesús ha
comenzado a hablarnos en el evangelio de esos últimos tiempos y habla de algo
inmediato para lo que podían estar muy sensibles los judíos como era la
destrucción de Jerusalén y el templo. Pero se entremezclan cosas, porque ayer escuchábamos
esa profecía de la historia donde los cristianos íbamos a ser perseguidos y
pasar por tiempos difíciles. Hoy, podemos decir, se da un paso mas pues se
habla incluso de cataclismos de carácter cósmico.
¿Todo eso
para que nos entre el pánico, la angustia y el temor? De ninguna manera porque
el mensaje de Jesús siempre es para la esperanza y para la paz. No nos puede faltar porque si Dios está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros? El
verdadero sentido del Apocalipsis es la esperanza, la esperanza del triunfo
final. Y todas esas señales son los
signos de la venida del Señor a nosotros. ‘Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se
acerca vuestra liberación’,
nos dice hoy Jesús.
El sentido apocalíptico
del final de los tiempos era algo muy presente en el pensamiento del pueblo de
Dios. Pero todo era para una invitación a la esperanza, pero para prepararnos
para ese encuentro definitivo con el Señor. En ese lenguaje oriental tan rico
en imágenes y comparaciones, los últimos grandes profetas habían hablado de
esos últimos tiempos, como había sido por ejemplo el profeta Daniel. Claro que
según tengamos nuestra conciencia podrá surgir el temor y la angustia en
nuestro corazón.
Por eso Jesús
nos repetirá continuamente en el evangelio también con muchas imágenes como
hemos de estar preparados para ese momento final. Las lámparas encendidas en
nuestras manos, como las jóvenes que esperaban al novio para la boda, el traje
de fiesta para participar en el banquete, el administrador que tiene que estar
atento para el cuidado de los que trabajan en casa, o el criado vigilante para
abrir la puerta apenas venga y llame el ama, la fe que continuamente Jesús
pedía a quienes acudían a El son algunas muestras de esa preparación que ha de
haber en nuestra vida.
Y esto es
algo serio que tenemos que pensarnos. No nos gusta pensar en ese momento final
de nuestra vida; quizá nos preocupamos de preparar nuestros asuntos materiales
con tema de las herencias para evitar problemas en el futuro, pero poca
trascendencia le damos a esos momentos de nuestra vida para prepararnos para
nuestro encuentro con el Señor.
El viene como
ladrón en la noche cuando menos lo esperamos, como nos dirá en otro lugar, y
para ello hemos de estar atentos y preparados. Quien ha purificado su corazón acogiéndose
a la misericordia del Señor nada teme porque nos confiamos al que es compasivo
y misericordioso, y para nosotros entonces será en verdad el momento de nuestra
liberación. Si ahora te llama el Señor, te pide la vida, ¿estarás con la
conciencia realmente preparada?
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