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miércoles, 25 de septiembre de 2019

Un anuncio de la Buena Nueva de Jesús del que no nos podemos desentender sino que realicemos con todos los medios a nuestro alcance


Un anuncio de la Buena Nueva de Jesús del que no nos podemos desentender sino que realicemos con todos los medios a nuestro alcance

Esdras 9, 5-9; Sal.: Tb, 13,2.3-4.6; Lucas 9,1-6
‘Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades… Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes…’
Anunciando el evangelio, la Buena Nueva de Jesús, la Buena Nueva de que con Jesús llegaba el Reino de Dios. Lo que Jesús había comenzado anunciando también por los caminos y los pueblos de Galilea. Lo que sigue siendo el anuncio que hemos de seguir haciendo por los caminos del mundo.
Anunciando el evangelio y realizando los signos del Reino de Dios. Decir que llega el Reino de Dios es decir que vamos venciendo el mal, porque solo Dios es nuestro Señor. Y con Dios resplandece la luz, con Dios resplandece el bien y el amor, con Dios se vence todo mal. En el lenguaje del evangelio se curan las enfermedades, ha de desaparecer todo lo que produzca dolor al hombre.
Mucho es el mal que daña el corazón del hombre; la enfermedad es una imagen de ello, pero bien sabemos que no solo es ese mal físico de la falta de salud o de las imposibilidades o discapacidades que tengamos en nuestro cuerpo; hay un mal más profundo que daña el corazón del hombre, el corazón de toda persona y es el que también tenemos que eliminar. Lo llamamos pecado porque todo lo que dañe al hombre rompe nuestra amistad y nuestra armonía con Dios. Dios siempre quiere el bien del hombre y en nuestras manos está el que logremos ese bien venciendo todo lo que sea desamor, venciendo nuestros egoísmos y nuestros odios, venciendo la maldad que se nos mete en el corazón tantas veces y nos hace injustos y malvados, venciendo todo lo que rompe esa armonía de la humanidad y de la creación.
Cuando  hoy en el evangelio escuchamos que Jesús ha elegido el grupo de los doce y los manda con autoridad a expulsar demonios y a curar toda enfermedad anunciando el Reino de Dios, sentimos que esa es también nuestra tarea y nuestro compromiso, la tarea y el compromiso de la Iglesia y de cada uno de los cristianos. Anunciamos la buena nueva de Jesús pero lo hacemos dando señales del Reino de Dios.
Las señales han de aparecer primero que nada en nuestra propia vida porque nos sentimos liberados de todo mal, porque en nosotros no han de aparecer ya de ninguna manera esos signos del mal porque ya nuestra vida resplandece por el amor. Lejos de nosotros el egoísmo y la maldad, lejos de nosotros toda señal de maldad en nuestro corazón y toda hipocresía, lejos de nosotros las vanidades que nos hacen sentirnos orgullosos poniéndonos por encima de los demás, lejos de nosotros la insolidaridad y la mentira, lejos de nosotros la autosuficiencia y la despreocupación por los demás.
Pero ese es el mensaje que llevamos a los demás con nuestro compromiso con nuestra lucha por la justicia, por nuestro trabajo por la paz y por un mundo más solidario, por nuestra cercanía a todos los que sufren sintiendo como nuestros los sufrimientos de los demás, por querer aliviar todo sufrimiento y todo dolor, por nuestra búsqueda del bien y de lo que sea siempre la unidad entre todos tendiendo puentes que nos acerquen los unos a los otros. Estaremos así curando enfermos y expulsado demonios, porque estaremos trabajando así seriamente por hacer un mundo mejor al que nosotros queremos llamar el Reino de Dios.
Una tarea de la que no nos podemos desentender, con la que tenemos que sentirnos comprometidos, con la que estamos en verdad proclamando nuestra fe, con la que estaremos gritando al mundo que el evangelio de Jesús será siempre el camino seguro de salvación para todos. Es el anuncio del Evangelio que tenemos que realizar por todos los medios que estén a nuestro alcance.

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