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jueves, 16 de mayo de 2019

Unas actitudes y posturas nuevas para quienes somos los discípulos de Jesús que han de resplandecer en su Iglesia


Unas actitudes y posturas nuevas para quienes somos los discípulos de Jesús que han de resplandecer en su Iglesia

Hechos 13,13-25; Sal 88; Juan 13,16-20
‘Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’. Corresponden estas palabras de Jesús a la última cena, en el momento posterior al del lavatorio de los pies. Ellos están desconcertados, sorprendidos por el gesto mawestrde Jesús. Ya alguna había querido rechazarlo. ‘Tú a mi no me lavarás jamás los pies’, había dicho Pedro, aunque finalmente se había sometido a lo que Jesús quería hacer.
El es el Maestro y el Señor, como le llaman pero Jesús ahora les dice que ‘el criado no más que su amo y el enviado más que el que lo envía’. Pero es que Jesús quiere algo más. Algo que ha venido enseñándoles continuamente aunque en su cerrazón no habían querido o sabido comprender. Les hablaba de hacerse niños, de acoger un niño, de hacerse el último y el servidor de todos, que no podían ser como los poderosos de este mundo que se subían sobre pedestales y lo que buscaban era la pleitesía y el servilismo. Ahora les dice que ‘puesto que sabéis esto, dichosos si lo ponéis en práctica’.
Nos viene bien recordar estas palabras de Jesús que nos valen para muchas cosas en la vida. Nos explican o nos enseñan algo, y antes de terminar la explicación ya estamos diciendo ‘sí, yo lo sé’; sabemos muchas cosas que quizá tenemos metidas en la cabeza, pero no las hemos llevado al corazón, no las hemos llevado a la vida. ‘Sí, eso yo lo sé’, decimos tantas veces, pero luego en la hora de la verdad hacemos lo contrario. Nos dejamos llevar por rutinas o costumbres, nos dejamos influir por lo que todo el mundo hace, no queremos destacarnos haciendo lo contrario aunque sepamos que no lo debemos hacer y así en tantas cosas.
Igual que los discípulos tantas veces iban discutiendo por los primeros puestos, con añoranzas de grandezas, con ínfulas de superioridad, así vamos por la vida arrasando, manipulando, imponiéndonos. Nos falta el espíritu de servicio; nos falta el que aprendamos a colaborar con los demás; nos falta la humildad de hacer las cosas y de no aparecer; nos falta el abajarnos para caminar al lado mirando a la misma altura de los ojos de los demás.
Dichosos, nos dice Jesús, si hacemos lo que El hace, si aprendemos lo que El nos enseña, si somos sencillos no importándonos ser los últimos, si tenemos la humildad de reconocer que el otro también hace las cosas bien y muchas veces mejor que nosotros, si somos capaces de tender la mano a todo el que pasa a nuestro lado sin mirar antes el color de su piel o la apariencia que nos pueda mostrar, si somos capaces de detenernos en el camino para hablar e interesarnos por aquel con quien nadie habla o de quien nadie se interesa, si somos capaces de mirarle a los ojos al que está enfrente de nosotros dejando que él también nos mire y penetre hasta el fondo de nuestra alma.
Son actitudes y posturas que tendrían que brillar mucho más en nosotros los cristianos. Es la actitud y la postura que tendría que brillar más en nuestra iglesia. Es el testimonio que también tendrían que dar los pastores que van delante de nosotros para ayudarnos y guiarnos, pero que se saben mezclar con el rebaño no importando que se manchen sus ropajes demasiados suntuosos en muchas ocasiones. ‘Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’.

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