Unas actitudes y posturas nuevas para quienes somos los discípulos
de Jesús que han de resplandecer en su Iglesia
Hechos 13,13-25; Sal 88; Juan 13,16-20
‘Os
aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo
envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’. Corresponden estas
palabras de Jesús a la última cena, en el momento posterior al del lavatorio de
los pies. Ellos están desconcertados, sorprendidos por el gesto mawestrde Jesús. Ya
alguna había querido rechazarlo. ‘Tú a mi no me lavarás jamás los pies’,
había dicho Pedro, aunque finalmente se había sometido a lo que Jesús quería
hacer.
El es el
Maestro y el Señor, como le llaman pero Jesús ahora les dice que ‘el criado
no más que su amo y el enviado más que el que lo envía’. Pero es que Jesús
quiere algo más. Algo que ha venido enseñándoles continuamente aunque en su
cerrazón no habían querido o sabido comprender. Les hablaba de hacerse niños,
de acoger un niño, de hacerse el último y el servidor de todos, que no podían
ser como los poderosos de este mundo que se subían sobre pedestales y lo que
buscaban era la pleitesía y el servilismo. Ahora les dice que ‘puesto que sabéis
esto, dichosos si lo ponéis en práctica’.
Nos viene
bien recordar estas palabras de Jesús que nos valen para muchas cosas en la
vida. Nos explican o nos enseñan algo, y antes de terminar la explicación ya
estamos diciendo ‘sí, yo lo sé’; sabemos muchas cosas que quizá tenemos
metidas en la cabeza, pero no las hemos llevado al corazón, no las hemos
llevado a la vida. ‘Sí, eso yo lo sé’, decimos tantas veces, pero luego
en la hora de la verdad hacemos lo contrario. Nos dejamos llevar por rutinas o
costumbres, nos dejamos influir por lo que todo el mundo hace, no queremos
destacarnos haciendo lo contrario aunque sepamos que no lo debemos hacer y así
en tantas cosas.
Igual que
los discípulos tantas veces iban discutiendo por los primeros puestos, con
añoranzas de grandezas, con ínfulas de superioridad, así vamos por la vida
arrasando, manipulando, imponiéndonos. Nos falta el espíritu de servicio; nos
falta el que aprendamos a colaborar con los demás; nos falta la humildad de
hacer las cosas y de no aparecer; nos falta el abajarnos para caminar al lado
mirando a la misma altura de los ojos de los demás.
Dichosos,
nos dice Jesús, si hacemos lo que El hace, si aprendemos lo que El nos enseña,
si somos sencillos no importándonos ser los últimos, si tenemos la humildad de
reconocer que el otro también hace las cosas bien y muchas veces mejor que
nosotros, si somos capaces de tender la mano a todo el que pasa a nuestro lado
sin mirar antes el color de su piel o la apariencia que nos pueda mostrar, si
somos capaces de detenernos en el camino para hablar e interesarnos por aquel
con quien nadie habla o de quien nadie se interesa, si somos capaces de mirarle
a los ojos al que está enfrente de nosotros dejando que él también nos mire y
penetre hasta el fondo de nuestra alma.
Son
actitudes y posturas que tendrían que brillar mucho más en nosotros los
cristianos. Es la actitud y la postura que tendría que brillar más en nuestra
iglesia. Es el testimonio que también tendrían que dar los pastores que van
delante de nosotros para ayudarnos y guiarnos, pero que se saben mezclar con el
rebaño no importando que se manchen sus ropajes demasiados suntuosos en muchas
ocasiones. ‘Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en
práctica’.
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