Feliz navidad porque sepamos encontrarnos con Jesús a quien vemos en todos los hermanos que están a nuestro lado
Isaías 9, 1-3. 5-6; Sal 95; Tito
2, 11-14; Lucas 2, 1-14
‘Hoy nos ha nacido un
salvador, el Mesías, el Señor’ así cantamos y repetimos una y mil veces, de
mil maneras en esta noche y en este día de la Navidad del Señor. Copiamos las
palabras del anuncio del ángel y también nuestro canto, nuestra alegría,
nuestros gestos con toda nuestra vida quiere ser, tiene que ser también anuncio
ante del mundo de que tenemos un Salvador, Jesús, el Señor.
Todo se viste de fiesta y de luz en este día. Por todas partes parece
que se contagia la alegría y los buenos deseos surgen del corazón y son las
palabras que brotan casi espontáneas de nuestra boca en estos días. Es Navidad.
Todos celebramos la Navidad. Todos nos contagiamos de la alegría que se vive en
estos días. Todo porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, Príncipe
de la paz, el Señor, el Salvador.
En medio de las sombras de nuestro mundo – cuántas son las sombras que
amenazan a la humanidad, que llenan de dolor a tantos hermanos nuestros –
aparece una luz que nos llena de esperanza, una luz que brota de la gruta de
Belén, pero que es una luz que nos viene de lo alto, el Sol de justicia y salvación
que ilumina y da vida a todos los hombres.
Nos amargan, es cierto, las tristezas y dolores de las gentes, el
sufrimiento y el dolor que padecen tantos en tan diversas circunstancias, el
odio y la violencia que no cesa en nuestro mundo, la corrupción y la injusticia
que envenena tantos corazones, las esclavitudes que siguen oprimiendo de mil
maneras a tantos hermanos nuestros, y así tantas cosas más. Alguien podría
pensar cómo podemos cantar llenos de alegría, como podemos andar felicitándonos
unos a otros, deseándonos tantos parabienes si hay esas sombras a nuestro lado.
Y es que con Jesús nace la esperanza en nuestros corazones. La imagen
de María y de José caminando en los oscuros caminos de Belén sin encontrar una
posada y refugiándose en la oscuridad de un establo refleja muy bien ese mundo
de oscuridad en que vivimos. Pero allí nació una nueva luz, allí brillo una
nueva luz, y los campos de Belén se llenaron de resplandores divinos llevando
un anuncio de esperanza a los que allá andaban en el frió de la noche.
Por eso, creemos de verdad que Jesús es nuestro salvador y el salvador
del mundo; tenemos la absoluta confianza de que si escucháramos y siguiéramos
con fidelidad las palabras de Jesús para ese mundo de sombras hay salvación,
para ese mundo atormentado y oscurecido por el mal hay luz. La tenemos en
Jesús. Como brilló aquella noche para los pastores de Belén sigue siendo luz
para los hombres de hoy.
Quienes esta noche y en este día cantamos con alegría el nacimiento de
Ges lo hacemos con esperanza y con compromiso. Esos hermosos gestos que nos
tenemos los unos a los otros en estos días queremos que sean semillas que
germinen un mundo nuevo, un mundo distinto, un mundo en el que tenemos la
esperanza de que un día todos podemos ser más felices. Jesús ha venido para
sacarnos de ese pozo hondo en que hemos hundido a la humanidad y pone en
nosotros las llaves, podemos decir, que abran la puerta de ese mundo nuevo a
través de nuestro amor.
Celebramos la Navidad y queremos hacerlo con toda intensidad.
Celebramos la Navidad porque tenemos la esperanza de ese mundo nuevo que nace
con Jesús y en el que nosotros estamos comprometidos para construirlo día a
día. Celebramos la Navidad y no queremos que sea la fiesta de un día sino que
queremos que sea la alegría de todos los días para todos los hombres del mundo.
Celebramos la Navidad y a eso nos
comprometemos, en eso queremos trabajar. Es la esperanza que los cristianos
estamos obligados a trasmitir a nuestro mundo desde nuestra fe y desde nuestro
compromiso de amor.
Sí, ‘ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación’,
para arrancarnos de toda impiedad y de toda maldad e injusticia. ‘Encontraréis
un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre’, fue la señal que
dieron los ángeles a los pastores de Belén.
La imagen de ese niño nos aparece hoy por todos lados. No solo son las
imágenes sagradas que tenemos entronizadas en nuestros templos y en nuestros
hogares. Hasta su imagen sagrada acudimos en estos días con nuestras oraciones
y nuestros cantos. Pero recordemos que ese Jesús nos dirá un día que lo que
hicimos al hambriento, al sediento, al peregrino o al enfermo, al que estaba en
la cárcel o a aquel que todos menospreciaban y nadie quería, a El se lo estábamos
haciendo.
Nos está señalando un camino. Vamos al encuentro de esa imagen de
Jesús que tenemos que saber ver en el hermano que está a nuestro lado, en el
hermano que canta junto a nosotros o que sufre solo escondido en su rincón, en
el amigo o familiar a quien queremos dar un abrazo de paz y felicitación en
este día y en aquel que nadie quiere o que todos desprecian y que quizás ni
miramos cuando pasamos a su lado. Son las imágenes de Jesús al que tenemos que
hacer nuestra ofrenda de amor.
¿Seremos capaces de hacer una navidad así? ¿Será nuestra navidad de
este año el comienzo de una vida nueva y de un mundo nuevo para mí y para
cuantos nos rodean porque empecemos a amar de verdad?
¡Feliz Navidad! ¡Feliz encuentro con Jesús! ¡Feliz encuentro con
nuestros hermanos!
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