En los santos inocentes martirizados en Belén y en la huida de Jesús a Egipto tenemos que ver cuantas situaciones de sufrimientos inocentes vemos en el mundo de hoy
1Juan 1,5-2,2; Sal 123; Mateo
2,13-18
Mira que algunas veces nos volvemos crueles. Un hecho que en si mismo
es sangriento lo convertimos en un día de bromas, ‘inocentadas’ decimos, que de
alguna manera lo hacemos risa y diversión. Costumbres, tradiciones que se nos
han metido en alma del pueblo y en este día de los Santos Inocentes, no lo
dejamos pasar sin que le gastemos alguna inocentada a un amigo, familiar o
compañero.
Pero como decíamos el hecho del evangelio que hoy recordamos tiene
mucho de cuento y sangriento cuanto significa la muerte de tantos niños en los
alrededores de Belén desde la ambición, el orgullo y la crueldad del rey
Herodes que podía ver en peligro su reinado tras el anuncio por parte de
aquellos magos venidos de Oriente del nacimiento de un niño que iba a ser rey.
A verse burlado por los Magos que desde Belén no volvieron para
indicarle el lugar exacto donde habían encontrado al Niño que venían buscando
se desata la ira del rey mandando matar a todos aquellos niños inocentes, de
dos años para abajo, que no sabían ni por qué ni por quien morían. Fue el
nacimiento de Jesús la causa de la muerte de aquellos niños y es por lo que los
llamamos santos, porque los consideramos mártires, primeros testigos en dar la
vida por el nombre de Jesús.
Este texto del evangelio es un cruel retrato de las maldades que se
nos meten en el corazón de los hombres cuando nos dejamos arrastrar por la ambición
del poder, sea cual sea el poder que ansiemos, pero también reflejo de
sufrimientos y situaciones duras que podemos contemplar como se siguen
sucediendo hoy.
Ya mencionamos esa ambición del corazón de los hombres que son capaces
de hacer lo que sea cuando ven en peligro su poder o sus influencias. Cuantas
cosas en este sentido siguen sucediendo hoy en las trampas que nos ponemos los
unos a los otros, en nuestras luchas porque menos que tribales por mantenernos
en el lugar de nuestros sueños, y por no permitir que nos abajen de esos
pedestales de poder, prestigio, vanidad en una palabra, en donde nos hemos
subido en nuestros afanes de dominio.
Es también la muerte cruel de tantos inocentes desde nuestras
violencias humanas, desde nuestras guerras en las que la mayoría de las veces
los que mueren son ciudadanos inocentes – y no digamos cuantos niños – que se
ven bajo la sombras de esas batallas muchas veces interesadas y planeadas desde
lugares de poder.
Son también los niños de la guerra, inocentes convertidos en soldados
o en armas de matar de mil maneras, pero son los que sufren los horrores y las
violencias de tantas clases nacidas de la pasión de los mayores. Son los
inocentes que mueren de inanición porque los que pudiéramos hacer algo por
remediar el hambre del mundo, los vemos tan lejos que hemos perdido incluso la
sensibilidad.
Como consecuencia de la ambición y crueldad de Herodes la sagrada
familia de Jesús, María y José se ven abocados a una situación que nos recuerda
también tantas situaciones de las que somos testigos, lo noticieros nos están
dando referencias continuamente y vemos que se repite a nuestro alrededor; es
el mundo de los emigrantes. Un ángel del Señor avisa en sueños a José y ha de
salvar al niño por lo que huyen a Egipto donde se verán salvos. Cruzar aquellos
desiertos que separan Egipto de Israel, que un día hicieran en sentido
contrario los israelitas buscando la tierra prometida, y con lo medios
precarios de la pobreza en que se encontraban para vivir en un país desconocido
como era Egipto no seria plato de buen gusto.
Es la imagen que vemos en los que llegan a nuestras costas en pateras
o por el medio que sea, atravesando continentes y mares, huyendo de la
situación de pobreza o de guerra de sus países de origen, para venir a un lugar
que no conocen, donde muchas veces no son socorridos ni atendidos, con
dificultades de lenguaje, costumbres e idiomas que está sucediendo hoy a
nuestro lado, repito, Pensemos en cuanto sufrimiento se genera con estas
situaciones, mucho tendríamos que decir. Es la imagen que vemos en la huida a
Egipto de María y José por salvar al Niño.
Claro que todas estas cosas no las queremos pensar. La respuesta que
damos muchas veces a todas esas situaciones no suele ser la más apropiada, por
decirlo de una manera suave, cuando no somos nosotros los que de alguna manera
nos portamos de una forma cruel con tantos inocentes – y pongamos aquí el
rostro que queramos -.
No es ya que convirtamos la fiesta de los Santos Inocentes en motivo
para nuestras bromas y causa de diversión; eso seria lo de menos, porque nos
metemos en el rió de costumbres que no sabemos ni su sentido y su origen y por
ahí andamos en la vida.
Es esa otra crueldad de la vida en la que no veamos envueltos, esas
ambiciones que nos envenenan el alma de lo que tenemos que ser conscientes y si
en esa huida de Jesús a Egipto hemos querido ver a todos esos inocentes
maltratados, en ellos veamos la imagen de Jesús en todos ellos y recordemos lo
que luego nos dirá Jesús en el evangelio. ‘Lo que a ellos hicisteis a mi me
lo hicisteis...’ ¿Qué le estamos haciendo a Jesús?
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