No
sigamos deprisa con nuestras locas carreras que alguien puede estar esperando
detrás de las ramas de una higuera que me detenga junto a él
Apocalipsis 3,1-6.14-22; Sal 14;
Lucas 19,1-10
‘Jesús, al llegar a
aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo
que alojarme en tu casa’.
Atravesaba Jesús Jericó camino de Jerusalén. Mucha gente había salido a su
encuentro porque todos querían estar cerca de él, querían verle, querían
escucharle, acaso incluso tocarle el manto. Nadie se había quedado en su casa.
Todos se aglomeraban allí por donde había de pasar El.
Aquel hombre también había
salido en su curiosidad abandonando por un rato su garita de cobrador. Quería
pero no podía. La gente se lo impedía. No era solo que fuera bajo de estatura y
quedando detrás de la gente no podría ver, sino que nadie quería que él se
interpusiera ni dejar que estuviera a su lado. Como cobrador de impuestos era
repudiado por todos, publicano lo llamaban, lo consideraban un pecador y no era
digno de estar en medio de ellos. Además se consideraba un colaboracionista con
el poder extranjero que los cargaban de impuestos. No le había quedado más
remedio que subirse a una higuera, así no molestaba a nadie porque con nadie se
mezclaba y en su poca estatura era el mejor sitio para ver pasar a Jesús.
Pero Jesús se había
detenido delante de la higuera. Qué suerte pensaría él que si podía verlo con
mayor detenimiento oculto entre las hojas de la higuera. Pero Jesús se había
acercado a la higuera y se había dirigido a él. ‘Zaqueo, baja enseguida,
porque hoy tengo que alojarme en tu casa’. No se lo podía imaginar. Era a
él. Jesús se le había quedado mirando y le había tendido la mano para ayudarlo
a bajar. Sorpresa y alegría.
Ya sabemos todo lo que
sucedió después, porque muchas veces hemos escuchado este episodio y en él
hemos meditado. ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa’, proclamaría
más tarde Jesús.
¿Por qué podía decir Jesús
esas palabras? Pensamos en la decisión de Zaqueo, el cambio que había dado su
vida, desde el momento en que Jesús se había querido alojar en su casa. Estaba
dispuesto a todo, a devolver cuatrimultiplicado y a repartirlo entre los
pobres, como aquello que Jesús había sugerido en otro momento, ‘asi tendrás
un tesoro en el cielo’.
Pero ¿por qué podía decir Jesús
esas palabras? La decisión de Zaqueo había llegado, porque antes Jesús había
ido a buscarle, se había acercado a él, quería hospedarse en su casa. Como
ahora está de moda decir, había ido Jesús a las periferias. No se había quedado
Jesús en aquella gente entusiasmada de Jericó, sino que se había acercado al
que nadie quería, al que era despreciado por todos, del que todos pensaban mal,
que había tenido quizá un corazón turbio cuando defraudando se había
enriquecido, al que todos consideraban un pecador.
Todo había comenzado por Jesús
aunque fuera necesaria también la colaboración del hombre en su búsqueda y en
su respuesta. Jesús se había querido detener delante de la higuera, y Zaqueo no
había vuelto la cara para otro lado, para pasar desapercibido o para no darse
por enterado. Y las barreras se habían caído. Sería incluso mas tarde escándalo
para muchos que se seguían considerando buenos y los puros. Ya conocemos las críticas
de escribas y fariseos porque Jesús comía con publicanos y pecadores. Jesús había
querido llevar la salvación a aquella casa, a la que todos consideraban quizá
indigna, y allí se había encontrado la mejor respuesta. No había rehuido Jesús
el encuentro en la casa de un pecador, sino que lo había buscado. A las
periferias, como ahora se nos llena la boca de tanto decirlo. Calladamente sin
mucho aspaviento, ni fotógrafos que dejaran la fotografía para el recuerdo.
¿Seríamos capaces nosotros
de hacer algo así? ¿Detenernos en silencio junto a aquel que nadie quiere ni
ayuda? ¿Seguiremos marcando distancias con ciertos sectores o con determinados
individuos porque quizá pensamos que con ellos no merece la pena? Es admirable
la respuesta de Zaqueo, pero quiero quedarme en el gesto de Jesús que tendría
que saber repetir yo. Hay muchos escondidos detrás de muchas hojas de higuera
que están necesitado que yo me detenga junto a ellos. ¿Seguiré de largo? No
sigamos deprisa con nuestras locas carreras que alguien puede estar esperando
que me detenga junto a él.
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