Queremos amar con un amor auténtico para hacer entrar a nuestro mundo en la nueva dimensión del amor que nos enseña Jesús
1Corintios 8, lb -7. 11-13; Sal 138; Lucas 6, 27-38
Alguna vez lo he comentado. En los perfiles que ponemos en las redes
sociales para darnos a conocer queriendo hablar bien de uno mismo hay una
particularidad que aparece con mucha frecuencia para definirnos a nosotros
mismos, ‘soy amigo de mis amigos’. Y yo me pregunto y ¿qué tiene eso de
particular? Mal amigo serías que no fueras amigo de tus amigos. De alguna
manera quizás lo que estas queriendo decir es que te encierras en el circulo de
tus amigos y de ahí no quieres salir.
Hago referencia a esto que, repito, es hoy hay común en las redes
sociales porque de alguna manera determina las actitudes que tenemos ante la
vida aunque vayamos pregonando mucho de amistad y utilicemos como una cantinela
la palabra amor. Se nos puede volver en un amor egoísta, que ya no sería amor;
seria un amor interesado porque amo a alguien por es bueno conmigo o me reporta
algún beneficio, pero a la larga vamos poniendo barreras, nos encerramos en
exclusivismos, discriminamos a quien no nos puede caer bien, y apartamos de un
plumazo a quien en algún momento consciente o inconscientemente nos haya podido
molestar.
El amor del que nos habla Cristo tiene otra dimensión, tiene que ser
un amor más universal, no puede ser un amor que discrimine, tiene que ir
rompiendo murallas para lograr que todos podamos acercarnos los unos a los
otros. Es difícil. Cuesta. Tenemos nuestro orgullo y nuestro amor propio. Nos
cuesta mucho aceptar al otro. Pero es que lo otro lo hace cualquiera. Nuestro
distintivo tiene sus exigencias.
Por eso nos habla hoy Jesús del amor a los enemigos, a los que nos
hayan podido hacer daño o nos hayan ofendido porque siempre tiene que estar
presente el perdón para que haya verdadero amor. Si amamos a los que nos aman,
qué merito tenemos nos viene a preguntar Jesús. Eso lo hace cualquiera.
Pero este mandato de Jesús no olvida que es algo que nos pueda costar,
porque nos está diciendo que solo lo podemos hacer con la fuerza y la gracia
que El nos da. Por eso no pide que
recemos por los que nos hayan ofendido, porque cuando somos capaces de orar por
alguien es porque de alguna manera nos estamos poniendo en la orbita del amor y
en esa orbita estamos poniendo a aquel por quien rezamos.
Por eso nos dice
tajantemente: ‘Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar
nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los
malvados y desagradecidos’. ¿Qué razones tenemos para amar? Simplemente
amar. Amamos porque nos damos, amamos porque hay generosidad en nuestro corazón,
amamos porque queremos hacer el bien. No buscamos premios ni recompensas, no
amamos por interés, no amamos simplemente buscando ser correspondidos, no
amamos porque nos amen. Simplemente amamos.
Y amamos porque somos hijos
de Dios; amamos porque nos sentimos amados de Dios. Amamos porque queremos
imitar en el amor de Dios. Por eso nos dice: ‘Sed compasivos como vuestro
Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no
seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os
verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante’.
El modelo lo tenemos en
Dios y no juzgamos, y no condenamos, y siempre perdonamos, y somos generosos
porque así es el amor. No es, pues, solo soy amigo de mis amigos, sino que mi corazón
siempre está abierto con generosidad universal porque estamos dispuestos a
aceptar y a perdonar, porque estamos dispuestos a perdonar para hacer entrar en
nuestro mundo en esa nueva dimensión del amor.
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