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lunes, 25 de diciembre de 2017

Cuando deseamos en esta navidad que Cristo nazca en nuestro corazón es porque estamos queriendo ser capaces de poner a todo hombre, a todo hermano en nuestro corazón

Cuando deseamos en esta navidad que Cristo nazca en nuestro corazón es porque estamos queriendo ser capaces de poner a todo hombre, a todo hermano en nuestro corazón

Lc. 2, 1-20; Jn. 1, 1-18
Anuncios de paz que llenan de alegría escuchamos en esta noche. La sorpresa en medio de una noche oscura aunque sea entre resplandores celestiales deja aturdidos a los que la reciben. Será la primera impresión que sientan aquellos pastores que en la placidez de la noche y sin sobresaltos hasta el momento cuidan sus rebaños. Pero los resplandores celestiales los despiertan, las voces angélicas los sobresaltan, pero las palabras que escuchan son una invitación a la paz y a la alegría.
‘No temáis…’ son las primeras palabras de los ángeles. No era para menos el llenarse de temor ante el sobresalto que significa aquella aparición. ‘Os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo’, continúa el mensaje angélico. ‘Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor’. La noticia era buena y era grande; será motivo de gran alegría para todos, y no solo los que esa noche la reciben, sino que a través de los siglos será la Buena Nueva que seguimos recibiendo y es motivo de gran alegría para todos. Igual seguimos haciendo fiesta por esa gran noticia.
‘Ha llegado la plenitud de los tiempos y nacido de una mujer… ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres’. La noticia que están escuchando aquellos pastores que abren sus ojos somnolientos en medio de la noche significa que las promesas se han cumplido. Ha aparecido la salvación, ha llegado el Mesías, es el Señor que ha visitado a su pueblo para derramar su misericordia y su salvación sobre todos los hombres.
Los ángeles cantan la gloria de Dios y anuncian la paz para todos los hombres porque son amados de Dios, para siempre se va a manifestar ese amor de Dios por la humanidad. ‘Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor’, resuena fuerte el cántico de los ángeles que se extiende como un eco por todos aquellos campos de Belén y aun seguimos escuchándolo hoy.
Se alegran los pastores y se aderezan para ir corriendo a la ciudad de David para contemplar lo que se les ha anunciado y nos seguimos alegrando nosotros. Por eso, esta noche es tan especial, este día es tan grande, todos tenemos que hacer fiesta y nos llenamos de alegría. Buscamos mil maneras de celebrarlo y queremos hacer posible esa paz que nos trae el amor de Dios en medio de toda nuestra humanidad.
Ha llegado el Salvador, el que nos va a redimir de nuestro mal y nuestro pecado para vencer para siempre la muerte. ‘No temáis...' seguimos escuchando porque se manifiesta el amor, porque nos llega la paz, porque va a renacer un hombre nuevo, porque en verdad podemos hacer una tierra nueva y sentir un cielo nuevo. ‘No temáis’, porque ese recién nacido que vemos entre pajas – así lo encontraron los pastores como les habían dicho los Ángeles, ‘envuelto en pañales y recostado entre las pajas de un pesebre’ – es nuestro Salvador que nos trae el amor y la misericordia del Señor.
La humildad de aquel pesebre en que está recostado el Niño nos está dejando una gran lección. Siendo Dios se hizo hombre y se hizo el último de todos para servirnos a todos. Es el camino nuevo que dará sentido a una nueva humanidad. Es el camino del amor y es el camino de la humildad, es el camino del que sabe hacerse el último y el servidor de todos porque esa será la grandeza del hombre nuevo que en Jesús ha de nacer.
No es el que viene desde arriba y desde un estadio superior se pone a decirnos como tenemos que hacer, sino que es el que se abaja y se hace el ultimo y lavando los pies a los demás nos está señalando con su propio hacer ese camino nuevo que tenemos que emprender.
Hoy es un día en que sentimos la tentación de decirnos bonitas palabras y expresarnos hermosos y buenos deseos los unos de los otros. Pero no son bonitas palabras y deseos lo que necesitamos sino ese compromiso serio de hacer que de verdad nos amemos, que no solo un día en el año nos encontremos las familias y los amigos sino que tenemos que aprender que la familia se construye día a día, que el encuentro de amistad no solo para ocasiones especiales sino que cada día tenemos que buscarnos para caminar juntos, sentirnos solidarios los unos con los otros y abrir nuestro corazón para que siempre todos puedan caber en él.
Sí, en este día nos felicitamos y eso está muy bien porque nos felicitamos porque Jesús ha nacido y nos trae la salvación y eso es gran motivo para que compartamos nuestra alegría haciendo felices a los demás. Pero creo que cuando hoy nos felicitemos de alguna manera le estemos diciendo al otro ‘te felicito, te deseo la felicidad porque te quiero llevar siempre en mi corazón’. Sí, tenemos que aprender a llevarnos en el corazón los unos a los otros porque eso significa que nos amamos y siempre procuraremos lo mejor mutuamente.
Hemos dicho muchas veces que deseamos que en Navidad Cristo nazca en nuestro corazón. Es cierto y tenemos que desearlo de verdad. Pero Cristo nacerá en nuestro corazón de verdad cuando seamos capaces de poner al hermano, a todo hermano en nuestro corazón. Así estaremos dándole cabida a Dios en nuestra vida y será auténtica Navidad. 

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