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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Caminamos queriendo seguir a Jesús con la cruz de nuestras debilidades y tropiezos, con la realidad que es nuestra propia vida y la del mundo que nos rodea


Caminamos queriendo seguir a Jesús con la cruz de nuestras debilidades y tropiezos, con la realidad que es nuestra propia vida y la del mundo que nos rodea

Romanos 13,8-10; Sal 111; Lucas 14,25.33

‘Mucha gente acompañaba a Jesús…’ nos dice el evangelista. Y Jesús de alguna manera detiene su marcha para hacerles pensar y reflexionar cómo habían de buscar lo que era verdaderamente importante, asumiendo la realidad de su propia vida en ese camino del seguimiento de Jesús.
No somos perfectos y por muy radicales que nos pongamos en la vida siempre nos afloran nuestras limitaciones y nuestros tropiezos. Algunos se creen perfectos, yo al menos así no me siento porque reconozco cuantas limitaciones hay en mi vida. Quisiera hacer y quisiera ser pero aparecen las sombras, las dudas, las limitaciones, los tropiezos porque estamos sujetos a muchas influencias por acá y por allá.
Pero no significa eso que no pueda seguir a Jesús. Lo que necesito es un deseo de superación, una voluntad de querer dar pasos, de corregir errores, de soñar con cosas nuevas, de poner altura de miras en la vida buscando ideales altos y grandes que aunque no llegue a conseguirlos en plenitud al menos algún escalón vamos logrando subir si continuamos en nuestro empeño de superación.
Primero nos dice Jesús que pongamos en su justo punto de mira lo que son esas realidades más cercanas a nosotros como pueden ser nuestra familia o las cosas que poseamos. No nos dice Jesús que no amemos a nuestra familia, sea mujer o marido, padres o hijos, hermanos o personas allegadas a nosotros. No suprime Jesús el cuarto mandamiento de la ley del Señor. Tenemos que amarlos y hacer por ellos todo lo que esté en nuestra mano, tenemos que vivir nuestra vida familiar que no podemos desatender, pero en medio de todo eso, como centro de verdad de nuestra vida está el Reino de Dios por el que optamos.
No quiere Jesús que opongamos la familia y los seres queridos con el Reino de Dios, ni mucho menos. En ellos y con ellos tenemos que construirlo, y ellos no podrán ser nunca un obstáculo para esa consecución del Reino en lo que estoy comprometido. Dios sigue siendo el centro de mi vida, el punto más alto de nuestro amor, pero también el motor de ese amor que tengo que vivir con los que me rodean.
Luego nos dirá Jesús que hemos de tomar nuestra cruz para seguirle. Algunas veces entramos en confusiones, porque pensamos que es una cruz nueva que tenemos que cargar sobre nuestros hombros y quizá buscamos sacrificios y penitencias que nos imponemos como si ese fuera el camino que nos está señalando Jesús.
Pero Jesús nos dice que tomemos y carguemos nuestra cruz, la nuestra, la que está por así decirlo en nuestra vida. ¿Cuál será esa cruz? Decíamos antes que queremos pero no podemos muchas veces porque tenemos nuestras limitaciones. ¿Por qué no pensar en que va por ahí lo que nos quiere decir?
Muchas veces nos cuesta aceptarnos, nos damos cuenta de nuestros defectos o de nuestros fallos, ahí están presentes en nuestra vida lo que son nuestras debilidades o nuestros tropiezos, ahí podemos pensar está nuestra buena o mala salud en ocasiones, ahí están los encontronazos que tenemos en tantas ocasiones con los demás, quizá por nuestro propio carácter, quizás porque no terminamos de entendernos, quizás también por la manera de ser de los otros que nos cuesta aceptar. ¿Por qué no pensar que esa es la cruz, la realidad de nuestra vida que tenemos que aceptar y asumir?
Con esos tropiezos queremos avanzar, con esas debilidades queremos seguir caminando aunque nos cuesta, con esas personas que están en nuestro entorno y que nos hacen sufrir o quizá nosotros también las hacemos sufrir en ocasiones tenemos que convivir, ahí en esa realidad de nuestra vida tenemos que ir construyendo el Reino.
Nos cuesta, tenemos que superarnos, tenemos que elevar nuestro espíritu, tenemos que vencernos  en esas cosas que desde dentro quizá nos atacan, tenemos que caminar a pesar de la debilidad de nuestro cuerpo… esa es la cruz con la que seguimos a Jesús. Es por ahí por donde tenemos que caminar, es ahí donde sentiremos también la mano del Señor que nos ayuda, que nos levanta el peso de esa cruz porque El siempre será nuestro cireneo. No nos faltará la gracia del Señor. Caminemos, sigamos al paso de Jesús considerando lo que es lo verdaderamente importante, sintiendo siempre su amor y su voz que nos llama, nos invita a seguirle.

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