Caminamos queriendo seguir a Jesús con la cruz de nuestras debilidades y tropiezos, con la realidad que es nuestra propia vida y la del mundo que nos rodea
Romanos 13,8-10; Sal 111; Lucas 14,25.33
‘Mucha gente acompañaba a Jesús…’ nos dice el evangelista. Y Jesús
de alguna manera detiene su marcha para hacerles pensar y reflexionar cómo habían
de buscar lo que era verdaderamente importante, asumiendo la realidad de su
propia vida en ese camino del seguimiento de Jesús.
No somos perfectos y por muy radicales que nos pongamos en la vida
siempre nos afloran nuestras limitaciones y nuestros tropiezos. Algunos se
creen perfectos, yo al menos así no me siento porque reconozco cuantas
limitaciones hay en mi vida. Quisiera hacer y quisiera ser pero aparecen las
sombras, las dudas, las limitaciones, los tropiezos porque estamos sujetos a
muchas influencias por acá y por allá.
Pero no significa eso que no pueda seguir a Jesús. Lo que necesito es
un deseo de superación, una voluntad de querer dar pasos, de corregir errores,
de soñar con cosas nuevas, de poner altura de miras en la vida buscando ideales
altos y grandes que aunque no llegue a conseguirlos en plenitud al menos algún escalón
vamos logrando subir si continuamos en nuestro empeño de superación.
Primero nos dice Jesús que pongamos en su justo punto de mira lo que
son esas realidades más cercanas a nosotros como pueden ser nuestra familia o
las cosas que poseamos. No nos dice Jesús que no amemos a nuestra familia, sea
mujer o marido, padres o hijos, hermanos o personas allegadas a nosotros. No
suprime Jesús el cuarto mandamiento de la ley del Señor. Tenemos que amarlos y
hacer por ellos todo lo que esté en nuestra mano, tenemos que vivir nuestra
vida familiar que no podemos desatender, pero en medio de todo eso, como centro
de verdad de nuestra vida está el Reino de Dios por el que optamos.
No quiere Jesús que opongamos la familia y los seres queridos con el
Reino de Dios, ni mucho menos. En ellos y con ellos tenemos que construirlo, y
ellos no podrán ser nunca un obstáculo para esa consecución del Reino en lo que
estoy comprometido. Dios sigue siendo el centro de mi vida, el punto más alto
de nuestro amor, pero también el motor de ese amor que tengo que vivir con los
que me rodean.
Luego nos dirá Jesús que hemos de tomar nuestra cruz para seguirle.
Algunas veces entramos en confusiones, porque pensamos que es una cruz nueva
que tenemos que cargar sobre nuestros hombros y quizá buscamos sacrificios y
penitencias que nos imponemos como si ese fuera el camino que nos está
señalando Jesús.
Pero Jesús nos dice que tomemos y carguemos nuestra cruz, la nuestra,
la que está por así decirlo en nuestra vida. ¿Cuál será esa cruz? Decíamos
antes que queremos pero no podemos muchas veces porque tenemos nuestras
limitaciones. ¿Por qué no pensar en que va por ahí lo que nos quiere decir?
Muchas veces nos cuesta aceptarnos, nos damos cuenta de nuestros
defectos o de nuestros fallos, ahí están presentes en nuestra vida lo que son
nuestras debilidades o nuestros tropiezos, ahí podemos pensar está nuestra
buena o mala salud en ocasiones, ahí están los encontronazos que tenemos en
tantas ocasiones con los demás, quizá por nuestro propio carácter, quizás
porque no terminamos de entendernos, quizás también por la manera de ser de los
otros que nos cuesta aceptar. ¿Por qué no pensar que esa es la cruz, la
realidad de nuestra vida que tenemos que aceptar y asumir?
Con esos tropiezos queremos avanzar, con esas debilidades queremos
seguir caminando aunque nos cuesta, con esas personas que están en nuestro
entorno y que nos hacen sufrir o quizá nosotros también las hacemos sufrir en
ocasiones tenemos que convivir, ahí en esa realidad de nuestra vida tenemos que
ir construyendo el Reino.
Nos cuesta, tenemos que superarnos, tenemos que elevar nuestro espíritu,
tenemos que vencernos en esas cosas que
desde dentro quizá nos atacan, tenemos que caminar a pesar de la debilidad de
nuestro cuerpo… esa es la cruz con la que seguimos a Jesús. Es por ahí por
donde tenemos que caminar, es ahí donde sentiremos también la mano del Señor
que nos ayuda, que nos levanta el peso de esa cruz porque El siempre será
nuestro cireneo. No nos faltará la gracia del Señor. Caminemos, sigamos al paso
de Jesús considerando lo que es lo verdaderamente importante, sintiendo siempre
su amor y su voz que nos llama, nos invita a seguirle.
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