Somos habilidosos en la vida para conseguir la satisfacción de nuestros intereses materiales pero no lo somos tanto para buscar los verdaderos valores que hagan un mundo mejor
Romanos 15,14-21; Sal 97; Lucas 16,1-8
Qué habilidosos somos en la vida cuando queremos conseguir algo que
nos satisfaga o vaya bien a nuestros intereses. Somos capaces de darle vueltas
y vueltas a las cosas hasta que encontremos ese resquicio por donde podamos
entrar, ya sea porque queremos ganarnos la confianza de alguien para que nos
facilite lo que deseamos, ya sea moviendo los hilos de lo que sucede para
presentarlo a nuestro favor o para que podamos alcanzar aquello que deseamos.
Tenemos nuestras propias escalas de valores según nuestros intereses y
hasta tenemos la tentación de saltarnos a la torera, como se suele decir,
aquellos principios que en otro momento invocamos para manifestar la rectitud
de nuestra vida. claro que cuando tenemos bien fundamentados nuestros
principios y valores morales ya nada nos podrá mover y no andaremos con esos
juegos que puedan convertirse un tanto peligrosos para nuestra propia
integridad moral.
Pero así son las cosas de la vida, así vemos actuar a nuestro
alrededor, y algunas veces pudiera parecer que los que queremos seguir el
camino de Jesús por ese lado no andamos con tanta astucia y habilidad para
luchar por lo bueno.
Los evangelios de san Lucas que venimos escuchando estos días en la
liturgia creo que entre otras cosas – siempre podemos encontrar un amplio
mensaje de vida en toda página del evangelio – nos están hablando de esa
responsabilidad con que hemos de actuar en la vida, sabiendo que es un don de
Dios, que somos unos administradores o gerentes de esa vida y esos valores que
tenemos y un día hemos de rendir cuentas de lo que hemos hecho de nuestra vida.
Es la actitud del autentico creyente que implica toda su vida en esa fe que
profesa.
Hoy el evangelio nos habla de un administrador que ya de antemano
decimos que era injusto. El amo le pedía cuentas de su administración y las
cuentas parece que no iban por buen camino; se veía en la calle y sin tener
donde trabajar, por eso se vale de sus artimañas para lograrse amigos con el
dinero injusto para cuando se viera despedido. No es un ejemplo de rectitud y
responsabilidad lo que nos propone Jesús.
Alguien quizás haciendo una lectura superficial de la parábola podría
pensar que Jesús nos está proponiendo un mal ejemplo para nuestra vida en el
actuar de aquel hombre. Jesús quiere solamente destacar como para nuestras
cuestiones materiales o económicos somos demasiado listos, pero que en las
cosas que verdaderamente importante no ponemos a juego todo nuestro ingenio. De
ahí la sentencia con que termina la parábola
- ‘Pues los que pertenecen
a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz’ – con lo que nos quiere dejar su mensaje.
Hablábamos antes de escalas
de valores que hemos de tener en nuestra vida y como conforme a ello tendríamos
que actuar. Lo que es verdaderamente importante es donde tendríamos que poner
más empeño y por lo que tendríamos que luchar. Desde ahí tendríamos que ver qué
lugar ocupa Dios en nuestra vida y lo que es el cumplimiento de su voluntad;
qué lugar le damos al evangelio de Jesús como camino de nuestra verdadera
salvación y si de verdad tratamos de empaparnos de sus valores; que lugar ocupa
en nuestra vida todo lo que hace referencia nuestra relación con Dios y lo que
son los valores espirituales; qué empeño ponemos en ser fieles de verdad en
nuestro sentido cristiano de la vida sin dejarnos arrastrar por influencias que
nos puedan venir de acá o de allá.
Avaloresí tendríamos que
preguntarnos también qué valoración hacemos de la persona, de toda persona, y
el respeto que a todos tenemos sin ningún tipo de discriminación; y tendríamos
que seguir preguntándonos quizá muchas cosas en referencia a nuestro compromiso
por la verdad y por la justicia, o cómo nos comprometemos de verdad por hacer
que nuestro mundo sea mejor.
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