Ángeles de Dios que nos protegen, nos hacen sentir allá en nuestro corazón los deseos del bien, la repulsa de lo malo y del pecado y nos libran de los peligros en la vida
Éxodo 23, 20-23ª; Sal 90; Mateo 18,
1-5- 10
‘A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en sus caminos’.
Quizá en principio estas palabras simplemente nos recuerden los argumentos con
que el diablo tentaba a Jesús cuando le pedía que se tirara del pináculo del
templo abajo porque nada le pasaría. No olvidemos que el tentador estaba tratando
de argumentarle con palabras propias de la Escritura. Ya lo hemos de tener en
cuenta en las tentaciones que sufrimos que nos vienen envueltas en apariencias
de bien, lo decimos como en un paréntesis pero que también es importante. Pero
siguiendo con lo que comentamos esas palabras es con las que Dios prometía
acompañar a Moisés y su pueblo en el camino del desierto hacia la tierra
prometida.
Pero bien podemos recordar estas palabras, como lo hace la liturgia de
este día en que celebramos a los santos Ángeles Custodios, como el signo y la
señal de que Dios nos acompaña en nuestro caminar y para eso junto a nosotros
el ángel del Señor nos recuerda esa presencia divina.
Los que somos mayores recordamos como nos enseñaban desde pequeños a
rezar en la noche invocando la presencia del ángel custodio que velaba nuestro
sueño. No sé si hoy se enseñará algo de eso a nuestros niños, pero creo que es
algo que no podemos dejar de lado. Dios ha querido hacernos sentir su
presencia, su gracia y su fuerza con el santo ángel que acompaña nuestra vida. Nos
inspira lo bueno, nos recuerda lo malo de lo que hemos de apartarnos, nos
impulsa al bien; allá en lo hondo de nuestra conciencia lo sentimos si tenemos
la mínima sensibilidad espiritual.
Ya sé que a las gentes de nuestro tiempo le gusta más pensar en las
buenas ‘vibras’ que podamos tener, o no
sé cuantas cosas nos inventamos para decir que estamos o no estamos en buena
onda. Quizá hasta nos podamos atrever a hablar del espíritu de nuestros muertos
que está ahí en el aire o no sé donde para acompañarnos o recordarnos cosas.
Unos espiritismos que no sé de donde aparecen pero que tienen ciertos resabios
paganos bien ajenos a lo que tendría que ser nuestro sentir cristiano.
Cuanto nos cuesta tener una verdadera espiritualidad que hunda de
verdad sus raíces en Dios al que tenemos que saber buscar y que quiere hacerse
presente en nosotros y en nuestra vida para ser nuestra verdadera fuerza para
nuestro caminar. Recientemente hemos comentado cómo, en la Escritura nos aparece
repetidas veces, Dios se hace presente junto a los hombres en el ángel del
Señor que se les manifiesta. Algo de eso decíamos en la fiesta de los santos
Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Dios se hace presente en nosotros por
medio de sus ángeles.
Es lo que hoy estamos celebrando en la fiesta de los santos Ángeles
Custodios. ‘El ángel del Señor acampa junto a sus fieles y los protege’,
rezamos en los salmos. O podemos recordar aquel ángel con un incensario de oro
que estaba junto al altar, como nos dice el Apocalipsis, para que junto al humo
aromatizado de aquel incensario subieran por mano de su ángel las oraciones de
los santos. De ello le hablaba también el arcángel Rafael a Tobías, diciéndole
que su misión era presentar ante el trono de Dios sus oraciones.
Son los Ángeles de Dios que nos protegen, que nos hacen sentir allá en
nuestro corazón los deseos del bien, la repulsa de lo malo y del pecado y nos
libran de tantos peligros en la vida. Casualidades decimos en ocasiones sobre
cosas que nos suceden, suerte o como dicen ahora buena ‘vibra’, el azar o no sé
que cosas podemos pensar, pero ¿por qué no pensar en el ángel del Señor que
custodia nuestra vida y nos trae la gracia del Señor? Ellos que están siempre
contemplando el rostro de Dios nos hacen brillar la luz del rostro divino sobre
nosotros para protegernos de mal. No infantilicemos la imagen del ángel
custodio, porque no solo en nuestra niñez sino en toda nuestra vida está
siempre acompañándonos.
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