Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella
Miqueas 5, 1-4ª; Sal 12; Romanos 8, 28-30; Mateo 1, 1-16.18-23
Hoy es un día especial en el que felicitamos a María, un día en que
nos felicitamos con María. Como lo hacemos con la madre al celebrar su onomástica
o su cumpleaños. No solo la felicitamos sino que nos felicitamos con ella
porque es nuestra Madre, nos alegramos con su alegría, nos alegramos por
tenerla por madre, nos gozamos y felicitamos a nosotros mismos por su amor. En
el día del cumpleaños de la madre cuantos recuerdos afloran no solo a nuestra
mente sino también a nuestro corazón; rememoramos su vida pero rememoramos
sintiendo una vez más en nosotros su amor, ese amor que se ha derramado desde
la madre sobre sus hijos cada uno de los días de su vida.
Y eso es lo que hoy queremos celebrar con María. Durante el año muchas
fiestas hacemos en su honor recordando las maravillas que el Señor hizo en
ella; celebramos muchas fiestas en su honor porque es recordar el amor que nos
tiene y de que de una forma maravillosa va derramando sobre nosotros; cada una
de esas fiestas es como un hito en nuestra historia o en la historia de nuestra
Iglesia por esa presencia especial de María.
La recordamos y acompañamos en su dolor sintiendo así su amor sobre nosotros
al que queremos corresponder, pero queremos caminar con ella en su espíritu de
servicio para caminar como ella fue al encuentro de Isabel nosotros ir también
al encuentro con los demás; la vemos a nuestro lado como estuvo con los discípulos
en el cenáculo y sentimos como ella nos impulsa una y otra vez para que nos
abramos al espíritu del Señor. Y así podemos recordar tantos momentos de
nuestra vida y de la presencia de María junto a nosotros; por eso la invocamos
con tantos nombres que no quieren ser sino la expresión de lo que ella
significa para nosotros y como nosotros así la sentimos en nuestra vida y en
nuestra historia.
Pero hoy es un día muy especial, es su cumpleaños, es la fecha de su
nacimiento, es el momento en que recordamos aquella niña que abrió sus ojos a
la luz de este mundo en un día así, y que fue la alegría y la esperanza para
sus padres, a quienes invocamos y recordamos como Joaquín y como Ana, aunque el
evangelio no nos hable de ellos. Cuando nace un niño cuantas esperanzas se abren
en las puertas de la vida. ¿Qué será de este niño? Quizás siempre pensamos en
medio de las alegrías de su nacimiento y eso sería también lo que surgió en
aquellos corazones en aquella casa perdida en las callejuelas de Jerusalén a
las espaldas del templo. Allí hoy un hermoso templo nos recuerda el nacimiento
de María y muy cerca de la piscina probática cercana a la puerta por donde
entraban las ovejas y animales para los sacrificios del templo, de ahí el
hombre de la piscina, probática, de las ovejas. Todo pudiera ser muy
significativo.
Quizá la incertidumbre del futuro aunque fuera muy lleno de esperanzas
era lo que predominaba en aquel hogar y entre familiares y amigos ante el
nacimiento de aquella niña. Pero nosotros bien sabemos que había brotado un renuevo
del tronco de Jesé de donde había de
florecer un vástago que nos traería la salvación. Comenzaban a cumplirse los
anuncios del profeta. Ya los santos padres desde la antigüedad vieron en el
nacimiento de esta niño ese renuevo del tronco de Jesé y el principio de ese vástago
de salvación que había de florecer; así lo han expresado incluso los artistas
de todos los tiempos en sus imágenes y hasta en los versos llenos de poesía con
que se ha querido honrar a María en su nacimiento. ‘Cuando nació la Virgen
María el mundo se iluminó, ¡dichosa estirpe, raíz santa, bendito su fruto!’,
rezamos con las antífonas de la liturgia de este día.
Aquella niña iba a ser la bendecida del Señor porque bendito para
nosotros iba a ser el fruto de su vientre que nos traería la salvación. Así
nosotros celebramos con alegría su natividad, el nacimiento de María. Nuestros
pueblos en este día celebran su fiesta con diversas invocaciones en su honor,
siendo nuestro socorro y el remedio de nuestras vida, siendo la luz que nos ilumina
por nos anuncia y nos trae la verdadera luz. ‘Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de
ella’.
Felicidades María, es tu cumpleaños. Contigo nos alegramos y nos
felicitamos porque a través de ti nos llego la salvación; contigo nos alegramos
y felicitamos como Jesús quiso dárnosla como Madre; contigo nos alegramos y
felicitamos porque tu nacimiento es la aurora que nos anuncia el gran día de la
salvación que nos llegará por tu Hijo Jesús.
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