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viernes, 8 de septiembre de 2017

‘Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella’.

Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella

 Miqueas 5, 1-4ª; Sal 12; Romanos 8, 28-30; Mateo 1, 1-16.18-23
Hoy es un día especial en el que felicitamos a María, un día en que nos felicitamos con María. Como lo hacemos con la madre al celebrar su onomástica o su cumpleaños. No solo la felicitamos sino que nos felicitamos con ella porque es nuestra Madre, nos alegramos con su alegría, nos alegramos por tenerla por madre, nos gozamos y felicitamos a nosotros mismos por su amor. En el día del cumpleaños de la madre cuantos recuerdos afloran no solo a nuestra mente sino también a nuestro corazón; rememoramos su vida pero rememoramos sintiendo una vez más en nosotros su amor, ese amor que se ha derramado desde la madre sobre sus hijos cada uno de los días de su vida.
Y eso es lo que hoy queremos celebrar con María. Durante el año muchas fiestas hacemos en su honor recordando las maravillas que el Señor hizo en ella; celebramos muchas fiestas en su honor porque es recordar el amor que nos tiene y de que de una forma maravillosa va derramando sobre nosotros; cada una de esas fiestas es como un hito en nuestra historia o en la historia de nuestra Iglesia por esa presencia especial de María.
La recordamos y acompañamos en su dolor sintiendo así su amor sobre nosotros al que queremos corresponder, pero queremos caminar con ella en su espíritu de servicio para caminar como ella fue al encuentro de Isabel nosotros ir también al encuentro con los demás; la vemos a nuestro lado como estuvo con los discípulos en el cenáculo y sentimos como ella nos impulsa una y otra vez para que nos abramos al espíritu del Señor. Y así podemos recordar tantos momentos de nuestra vida y de la presencia de María junto a nosotros; por eso la invocamos con tantos nombres que no quieren ser sino la expresión de lo que ella significa para nosotros y como nosotros así la sentimos en nuestra vida y en nuestra historia.
Pero hoy es un día muy especial, es su cumpleaños, es la fecha de su nacimiento, es el momento en que recordamos aquella niña que abrió sus ojos a la luz de este mundo en un día así, y que fue la alegría y la esperanza para sus padres, a quienes invocamos y recordamos como Joaquín y como Ana, aunque el evangelio no nos hable de ellos. Cuando nace un niño cuantas esperanzas se abren en las puertas de la vida. ¿Qué será de este niño? Quizás siempre pensamos en medio de las alegrías de su nacimiento y eso sería también lo que surgió en aquellos corazones en aquella casa perdida en las callejuelas de Jerusalén a las espaldas del templo. Allí hoy un hermoso templo nos recuerda el nacimiento de María y muy cerca de la piscina probática cercana a la puerta por donde entraban las ovejas y animales para los sacrificios del templo, de ahí el hombre de la piscina, probática, de las ovejas. Todo pudiera ser muy significativo.
Quizá la incertidumbre del futuro aunque fuera muy lleno de esperanzas era lo que predominaba en aquel hogar y entre familiares y amigos ante el nacimiento de aquella niña. Pero nosotros bien sabemos que había brotado un renuevo del tronco de Jesé  de donde había de florecer un vástago que nos traería la salvación. Comenzaban a cumplirse los anuncios del profeta. Ya los santos padres desde la antigüedad vieron en el nacimiento de esta niño ese renuevo del tronco de Jesé y el principio de ese vástago de salvación que había de florecer; así lo han expresado incluso los artistas de todos los tiempos en sus imágenes y hasta en los versos llenos de poesía con que se ha querido honrar a María en su nacimiento. ‘Cuando nació la Virgen María el mundo se iluminó, ¡dichosa estirpe, raíz santa, bendito su fruto!’, rezamos con las antífonas de la liturgia de este día.
Aquella niña iba a ser la bendecida del Señor porque bendito para nosotros iba a ser el fruto de su vientre que nos traería la salvación. Así nosotros celebramos con alegría su natividad, el nacimiento de María. Nuestros pueblos en este día celebran su fiesta con diversas invocaciones en su honor, siendo nuestro socorro y el remedio de nuestras vida, siendo la luz que nos ilumina por nos anuncia y nos trae la verdadera luz. ‘Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella’.
Felicidades María, es tu cumpleaños. Contigo nos alegramos y nos felicitamos porque a través de ti nos llego la salvación; contigo nos alegramos y felicitamos como Jesús quiso dárnosla como Madre; contigo nos alegramos y felicitamos porque tu nacimiento es la aurora que nos anuncia el gran día de la salvación que nos llegará por tu Hijo Jesús.

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