Tenemos que desprendernos de tantos oropeles y sueños para vestirnos más de cruz, de amor, de entrega, de compromiso, del Espíritu del Señor que nos transforme para también transformar nuestro mundo
Jeremías 20, 7-9; Sal 62; Romanos, 12,
1-2; Mateo 16, 21-27
Se sentían confundidos. A Pedro y a los discípulos no les cabía en la
cabeza lo que Jesús les estaba diciendo. Cuántas veces cuando nos hacemos una
idea de algo, nos parece tan clara nuestra manera de ver las cosas que nos
cuesta aceptar que van a ser o tienen que ser de otra manera.
Nos creamos nuestros sueños y nos creemos nuestros sueños como si ya
fuesen una realidad. Idealizamos las cosas, las personas, los mismos hechos que
suceden o que han sucedido y los engrandecemos de tal manera que en cierto modo
los cambiamos. Pensemos en nuestros recuerdos de hechos que nos han pasado,
sobre todo si han sido hace ya años; nos creamos casi un mito, porque nada
puede haber tan hermoso como aquello que vivimos.
Es lo que nos sucede con acontecimientos de nuestra historia mas o
menos cercana que ahora no somos capaces de comparar con lo que ahora nos esta
sucediendo aunque quizás sea mas importante o mas grandioso. Fiestas como las
de antes ya no se hacen, decimos tantas veces; aquellas aventuras que vivimos
en nuestra juventud, aquello si era vivir, ahora la vida es más aburrida,
idealizamos.
Y lo mismo de los sueños de futuro, de lo que pensamos que puede
suceder, de las historias que en nuestra mente nos creamos pero para el futuro,
muchas veces sin fundamento, o idealizando aquello tan bueno que nos puede
suceder. Ahora nos dicen que eso no va a ser así, que las cosas tienen que ser
de otra manera y no lo aceptamos, nos rebelamos y nos ponemos en contra de
todo, nos entran los malos humores y hasta quizá nos deprimimos.
Me he extendido en toda esta consideración previa porque comparo de
alguna manera lo que le sucedía a los discípulos en aquel momento con
situaciones en las que nos podemos ver envueltos en la vida.
Como escuchábamos el pasado domingo ante las preguntas de Jesús Pedro había
hecho una afirmación muy rotunda, una hermosa confesión de fe. Había proclamado
que Jesús era el Mesías. En la mentalidad judía de la época, conforme a las
esperanzas que tenían de la venida del Mesías, sería un triunfador, que daría
la libertad y la salvación al pueblo. En consecuencia no cabrían sufrimientos,
muertes martiriales, sino todo lo contrario. Y era lo que ahora no les cabía en
la cabeza de los anuncios que Jesús estaba haciendo. Aunque ya en otras
ocasiones se los había anunciado, pero ellos no entendían.
Si Pedro quiere quitarle de la cabeza a Jesús, en sus idealizaciones,
de que el Mesías había de padecer, es Jesús el que quiere que Pedro y los discípulos
terminen de cambiar su mentalidad, comprendan de verdad la misión de Jesús. Jesús
le dirá que incluso está siendo para él como el diablo tentador. Allá en el
desierto antes del inicio de su vida pública ya el diablo le había tentado con
la posesión de todos los poderes del mundo, pero Jesús lo había rechazado. Ahora
Pedro parece que le hace el juego a Satanás, por eso Jesús le dice con palabras
duras que se aparte de él.
El Reino que Jesús anunciaba, como ya tantas veces les había
explicado, aunque había de realizarse en sus vidas concretas y en su mundo
concreto, sin embargo no era a la manera de los reinos de este mundo. Era una
transformación desde el amor, de sus vidas y de la vida de su mundo. Y el amor
es entrega, es darse sin medidas ni limites. Por eso Jesús les habla de la
cruz.
La cruz podría significar tormento, suplicio. En si misma era un duro
castigo. Pero Jesús nos habla de la cruz no como algo que nos impongan sino
como algo que nosotros asumimos porque queremos caminar por caminos de amor y
no siempre será fácil. No es que busquemos el sufrimiento por el sufrimiento
porque eso no tendría sentido. Es otra la manera de tomar la cruz, de asumir la
cruz.
Nos cuesta asumirla en nosotros mismos cuando tenemos que
desprendernos de nuestro yo egoísta para darnos a los demás; nos cuesta
asumirla por nosotros mismos cuando nos encontramos con los dolores y
sufrimientos de la vida que podrían ser un sin sentido; nos costara asumirla
cuando nos vamos a encontrar quienes no nos acepten o no acepten los
planteamientos de vida que nosotros asumimos.
Pero cuando queremos emprender ese camino de amor, a la manera del
amor de Jesús, las cosas tienen un nuevo sentido, será algo que nos llevará a
una plenitud distinta, nuestros actos y nuestra vida pueden ser camino de salvación
para los demás cuando nos entregamos generosamente. Es el camino que Jesús
quiere que emprendamos siguiendo sus pasos, amando como El amó. Tenemos que
dejarnos seducir por su amor.
Llegaba ya la hora en que los discípulos habrían de comprender bien lo
significaba seguir el camino de Jesús. Y aquella subida a Jerusalén había de
ser trascendental. Eran importantes aquellos pasos y habían de darse con
seguridad. Pero no solo a los discípulos de aquella época; esto tenemos que
escucharlo también los discípulos de hoy. Nos hemos creado mitos, nos hemos
construido grandiosidades, soñamos con una cristiandad dominadora del mundo. No
solo lo soñamos sino que así nos ven también desde fuera, como si quisiéramos
imponer, como si la iglesia fuera un dominio y un poder hasta a la manera de
los políticos.
Algo se nos ha trastabillado con el paso de la historia y quizás Jesús
tenga que venir a decirnos como a Pedro que andamos equivocados, que el sentido
de la Iglesia tiene que ser otro, que lo que los cristianos tenemos que
presentar ha de ser de otra manera, que la cruz ha de estar presente en nuestra
vida pero por todo el amor que nosotros pongamos en nuestra entrega y en
nuestro darnos por los demás.
Tenemos que desprendernos de tantos oropeles y vestirnos más de cruz,
mas de amor, mas de entrega, mas de compromiso, mas del Espíritu del Señor que
nos transforme para que pueda también transformar nuestro mundo. Nuestro estilo
de vivir tiene que ser bien distinto si seguimos los pasos del evangelio. Mucho
tenemos que pensar en el camino de Jesús, en cómo estamos tomando la cruz para
seguir sus pasos.
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