Actuando de la manera que nos enseña Jesús nos sentiremos llenos de verdad, felices de verdad, porque vemos felices también a los que nos rodean
2Corintios
1, 1-7; Sal 33; Mateo 5,1-12
Es cierto que todos queremos ser felices. Es uno de los anhelos
profundos de toda persona; buscamos la manera de ser felices, aunque hemos de
reconocer que todos la buscamos de la misma manera. Ahí están los que buscan la
felicidad en la posesión de las cosas, y nos volvemos avaros y egoístas; ahí están
los que no quieren saber nada de sufrimiento y ya no es solo el suyo propio,
sino que se desentienden del sufrimiento de los demás porque eso puede empañar
su propia felicidad, y aparece la insolidaridad desde egocentrismo en que todo
lo centramos en el propio yo; ahí están los buscan la felicidad pronta, la
inmediata, y al final se desesperan y no terminan de apreciar lo que es la
felicidad porque no la consiguen tan pronto como quisieran y se cansan y se
aburren, al final lo que aparece en su vida es la amargura.
Entonces, ¿es que no podemos ser felices? Porque el sufrimiento nos
aparece en la vida de muchas maneras, no conseguimos esa felicidad tan pronto quisiéramos,
la felicidad en solitario no nos satisface, ¿qué podemos hacer para ser
felices? Buscamos subterfugios, nos valemos de cosas que nos hagan entrar en un
mundo de fantasía, nos rodeamos de cosas que nos den una felicidad artificial,
pero ¿dentro de nosotros al final como nos sentimos? Es el desencanto de
tantos, son muchas vidas rotas quizás por no haber sabido aceptar lo que es la
realidad de la vida y cual seria el verdadero camino y e verdadero sentido que tendríamos
que darle a la vida.
Pudiera parecer pesimista en mis palabras como si tuviéramos que
resignarnos a no conseguir esa felicidad que anhelamos. Lejos de mi tal
pensamiento. Podemos ser felices, tenemos que ser felices, tenemos que hacer
felices también a los que nos rodean – esto último no lo podemos olvidar en un
buen camino que queramos emprender -. En mi fe cristiana encuentro esos
caminos, se me abren las puertas de mi espíritu para que seamos verdaderamente
felices.
No vivimos una fe de resignación, de aguante como sea ante los
sufrimientos que nos puedan aparecer en la vida; mi fe me abre un camino de
felicidad porque confieso que Dios quiere la felicidad de todos los hombres.
¿No nos habla la Biblia de que el Creador nos puso en un jardín de felicidad?
Ahí está el deseo de Dios.
Hoy nos habla Jesús de felicidad, nos llama dichosos y felices, nos
dice bienaventurados. Normalmente llamamos a este texto las bienaventuranzas.
Es un texto y un mensaje paradójico. Nos habla Jesús de pobreza, de
sufrimientos, de llantos, de hambre, de sufrir incluso persecuciones. Por eso
puede parecer en una primera lectura paradójico. ¿Cómo se pueden mezclar unos y
otros conceptos? ¿Es que ahí vamos a tener felicidad?
No quiere Jesús que vivamos en la pobreza o en el sufrimiento, no nos
quiere hambrientos o con el corazón siempre lleno de lágrimas. No es eso lo que
Jesús quiere.
Sí, nos estará hablando de un necesario desprendimiento que nos haga
verdaderamente libres y sin ataduras de ningún tipo, una empata con los que
sufren para hacer nuestras sus preocupaciones y sus luchas, nos habla de una
rectitud en nuestra vida que nos hace buscar siempre lo bueno y nos hace tener
una capacidad de confianza en los otros, nos habla de un camino de superación
para lograr la paz en nuestro interior pero que luego se refleje en nuestras
relaciones con los demás y contagie nuestro mundo.
Esto muchos no lo entenderán, porque como decíamos al principio
vivimos demasiado centrados en nuestro yo que nos hace, como decíamos, egoístas
e insolidarios. Incluso habrá quien se ría de nosotros porque tenemos esos
ideales, esas normas de conducta, esa manera de hacer y estar con los demás.
Pero sentiremos dentro de nosotros que en verdad estamos construyendo el Reino,
y en esa pequeña felicidad que estamos consiguiendo para los demás nos hará
verdaderamente felices a nosotros con una felicidad que nadie nos la podrá
quitar.
¿Paradojas? ¿Ideales? ¿Sueños? Metas por las que luchar para hacer un
mundo nuevo, un mundo mejor, donde encontraremos los verdaderos caminos de la
felicidad. No necesitaremos subterfugios, sucedáneos, alicientes o estupefacientes externos
que nos puedan dar un momento de algo que decimos felicidad, pero que luego nos
dejará más vacíos.
Cuando vamos actuando de esta manera que nos enseña Jesús nos
sentiremos llenos de verdad, felices de verdad, porque vemos felices también a
los que nos rodean. Mi fe en Jesús me descubre todas esas cosas, me da fuerza
para vivir ese camino.
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